PRÓLOGO

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La última luz se apagó. La oscuridad de la noche opacó toda la ciudad, aún así su reflejo se seguía viendo en ese charco, era lo único que emanaba un poco de brillo en frente suyo.

Ese instante lo escuchó salir de aquel garaje, ya cambiado.

– ¿Que no piensas pararte de ahí? – habló con clara molestia en su voz.

– No.. – respondió sin ganas, aún mirando aquel charco, ignorando la mirada insistente y fastidiosa que le daba, de alguna forma, afectándole.

– ¿Cuánto más estarás así? – volvió a hablar con el mismo tono, cansado de la situación.

– puedes irte si quieres, yo... necesito estar aquí – le respondió, aferrándose a sus rodillas, y seguía atenta a su reflejo, evitando todo lo que sentía en ese momento, siendo casi imposible.

– hace frío ¿Que no lo sientes? Y tus muñecas están heridas. – mira a todo lado tratando de calmarse y buscar una solución – déjame curarte al menos, vamos...

– no me duele, y eh vivido con el frio desde pequeña, deberias de saberlo, así que vete.– el querer que se largue, de dejarla sola, tan solo no quería que se metiera en problemas, ni que se preocupara por ella, más bien, debería intentar concentrarse en él, no en ella.

– ¿que piensas hacer aquí en medio de una calle que no conoces? – le preguntó de repente.

– no lo sé – coloca su pie en aquel charco, arruinando toda la imagen de si misma, ahora siendo un simple desastre – hace tiempo que no se nada de lo que pueda hacer en situaciones difíciles, me di cuenta que ya no puedo resolverlo – estiró un poco sus brazos haciendo que las mangas quedarán a la mitad del brazo así observando sus muñecas cortadas con la sangre seca alrededor de esta, para luego levantar la cabeza y mirarlo a los ojos, sin querer, enfrentandolo. – hace bastante tiempo que ya no quise resolverlas....ya no quise seguir ese camino...

La miraba atónito, noto como apretaba la mandíbula, quizá no queriendo sencibilizarce ante ella, aun siendo consciente que ocurrió más que eso entre ellos. – ¿Por qué no lo intentas?. Me dijiste que perdiste el interés. ¿Porqué?. Te dije que acabarás con esto. No lo hiciste. Te advertí lo que puede pasar si seguimos con esto. Y no te importó. No quieres pararlo, se que te hace daño, y de alguna forma me daña a mí, así que, sal de todo esto, porfavor.

– no es posible – apretó sos puños, ocultando su rostro entre sus brazos, una presión en su pecho apareció e intento calmarlo. – fue muy tarde cuando pensé en querer pararlo, en querer salir.

– no lo entiendo, no quieres, pero puedes, se que puedes –

– no...– todo se aclaro ahí, ahora podía entenderlo. – no se puede, para poder acabarlo, debe ser destruido.

– entonces destrúyelo –

– es imposible – tocó el suelo con suavidad al momento de susurrarle– es tan fuerte que no logramos romperlo, acabarlo, sin darnos cuenta construimos algo debajo de nosotros que ahora ya no podemos salir, porque si lo hacemos caemos. Y si lo destruimos nos vamos con ello. Aún asi lo intentemos realmente no lo queremos ¿Verdad? – levanto la vista directo a sus ojos, notando el brillo oculto resplander, ahí lo supo. – es necesario que acabe jeff, y ninguno quiere, porque aun no lo aceptemos, somos el soporte de uno.

El frio se hizo mas helado pero ella sentía calidez, una calidez unica que solo ella y el podia sentir, detalle sus ojos en las cuales transmitían emoción, conmoción, y aquel sentimiento que surgió desde la vez que lo vió, y sabe, que esto que tanto saben que debe terminara no lo hara, aunque sea horrible para el mundo, para ellos es algo que construyeron sin darse cuenta y ahora no pueden soltarlo.

Porque es su sustento y su apoyo. Él lo es, jamás fue una desgracia como su alrededor lo veía, o cómo para todos lo es.

Él bajo la mirada un instante, conteniendose.

– ¿Qué? ¿Ahora te volviste romántica? – trato de disimular al sentir sus lágrimas salir a flote de sus ojos

Exhalo despacio, se levantó de dónde estaba sentada y acarició su rostro, mirando sus ojos llorosos por última vez antes de darle un beso en la frente como lo hacía para calmarlo, igual ella.

Luego de eso sintió como se aferraba a ella en un abrazo, abrazo que también necesitaba.

El alivio llegó.

– jamás me abandones – susurró el

El perfecto enredo de los lazos.

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