۪۫❁ཻུ۪۪ PRÓLOGO ! ¡El despertar del demonio de las rosas!
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LOS GRITOS DESESPERADOS DE LA MUJER EN AQUEL CUARTO ERAN ahogados gracias a una superficie blanda sobre su rostro, este impedía que gritara demás. La pelirroja llevo un dedo a sus labios, señalando que guardara silencio y sus orbes dorados brillaban en maldad. Lágrimas gruesas caían por el rostro de la mujer, sus ojos fijos en el cuerpo inerte de la adolescente en el suelo, su cabello albino estaba bañando en sangre, en su frente un gran hoyo la decoraba. Sus ojos estaba abiertos mostrando terror, era increíble la forma que habían pasado de tener una tranquila charla de madre e hija y segundos después una mujer extraña apareciera en su casa y con su dedo fuera capaz de perforar la cabeza de su hija, cruel.
―Hi-hija, despierta, sé que no estás muerta, por favor ―lloriqueo la mujer, luego de eso soltó una alarido de dolor al sentir un tirón nada suave en su cabello.
Makima observó con desdén la escena que acababa de crear, segundos después el cuerpo de la mujer se convirtió en trozos esparcidos por toda la habitación del lugar. La sonrisa en su cara era de completa satisfacción, en sus brazos alzó el cuerpo de la muchacha que yacía fallecida en el piso, la analizó unos segundos para luego desaparecer, dejando atrás una masacre despiadada y arrebatando dos vidas inocentes.
El cuerpo de la pelirroja fue a parar en un gran jardín de rosas blancas, tenía un ambiente tranquilo y hasta incluso relajante, sin embargo la presencia de un ser casi fantasmagórico la hizo ponerse en alerta.
―Demonio del control, a que se debe tu presencia ―canturreo una voz femenina a la nada. La pelirroja sonrió.
―Es hora de salir de este lugar ―pronunció de manera pacífica a la par que dejaba el cuerpo de la chica en medio del pulcro campo de rosas blancas.
―Hmm ¿eso significa que ya tienes idea de dónde puede estar ese demonio que tanto buscas? ―cuestionó la voz, exceptuando que esta vez se le podía escuchar más cerca. Un pequeño silencio se instaló en el gran lugar, el cual se rompió gracias a la misma pelirroja al dar un sonido de su garganta afirmando lo dicho por la voz fantasmal.
―¿Estas consiente de que si poseo este cuerpo, mis recuerdos más recientes serán olvidados? ―comentó la voz en tono obvio, la pelirroja asintió―. Bien, aunque no tengo nada más que hacer que cuidar de mis hermosas rosas, será un placer trabajar para ti Makima–chan.
El silencio fue de nuevo el protagonista por unos segundos, Makima observó como el cuerpo de la muchacha comenzó a agitarse con violencia por el suelo mientras este era envuelto por grandes hileras de rosas rojas con espinas, la sangre salpicó por el suelo manchando las rosas, tiñendo las más cercanas con aquel liquido espeso. Luego de varios minutos las hileras de rosas fueron desapareciendo, dejando ver el cuerpo desnudo de una albina, sus ojos cerrados poco a poco fueron abriéndose, revelando unos orbes dorados con detalles anillados alrededor de la pupila, muy parecidos a los de la pelirroja que presenciaba la escena con una gran sonrisa dibujada en el rostro.
La anteriormente mencionada caminó por el campo de rosas siendo muy cuidadosa de no pisar ninguna de estas, la menor alzó la vista desconcertada al sentir el leve calor corporal de unas manos en sus mejillas, fijando sus orbes en la mujer frente a ella, más específicamente en sus ojos similares a los propios.
―Bienvenida a casa, Shiori.
Las palabras pronunciadas dulcemente por la mujer se filtraron por sus oídos, el sentimiento de estar flotando la atacó derrepente, asustándola un poco. Intentó retroceder unos pasos, más su acción se vio difícil de controlar, no tenía ni la mas mínima idea de cómo usar las piernas. No obstante, su cuerpo fue rodeado por los brazos de la mayor evitando su caída, esta llevo una mano a la nuca de la chica apegándola a su pecho y dando caricias en su espalda con la otra mano.
Makima se sintió satisfecha, luego de tantos años por fin podría sacar a la luz su arma más letal, aquel demonio jamás en su vida presenció la luz del sol o algo que generalmente realizaban los humanos. Desde su creación a lo único que se dedicó fue cuidar de un gran campo de rosas que habían surgido con su nacimiento, viviendo en soledad y en tranquilidad, su gran potencial y existencia solo era conocido por aquella mujer y la hora de revelarlo al fin había llegado.
El despertar de demonio de las rosas.
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