Capítulo 1. El pequeño más grande

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El corazón de un niño es lo más tierno y noble que conocerás a lo largo de cualquier historia, después de todo, no hay nada que no les haga sonreír y pensar que su vida será así de fantástica por siempre; al menos, hasta que les dan una cucharadita del mundo real es cuando sus almas empiezan a madurar para afrontar la cruda realidad que los torturará hasta el fin de sus días, y a mi...me llegó más rápido de lo planeado.

Tenía solo 8 años de edad cuando vi morir a mi padre justo delante de mí; aún recuerdo sus últimas palabras- "Sálvenlo"-. No recuerdo qué o quién me saco de allí, pero de pronto, ya estaba en los brazos de mi madre llorando desconsoladamente. Después de todo, había perdido a mi superhéroe y no pude hacer nada por él.

Trágico ¿No?, no te preocupes, es solo el principio de todo, pronto entenderás que los recuerdos más dolorosos  𝑠𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒 son los que nos llevan a la luz. Es por eso que no me arrepiento de levantarme esa mañana:

-Iugh, aquí apesta a alcohol. - Casi pude escuchar las falsas arcadas de mi hermana- Limpia antes de que tu madre entre y le dé un infarto.

- También es tu madre - Me queje con un tono de cansancio- y baja la voz, no estoy de humor como para soportarte.

-Ni me lo recuerdes, es el terror de mi vida. – Si había algo que más detestaba después de que me despertaran, era que usara ese tono para referirse a nuestra mamá, después de todo, jamás nos dejó solos e hizo hasta lo imposible para que no sufriéramos demasiado.

Me levante y justo al pasar por su lado, le dedique la mirada más fría que pude sacar. No quería pelear, más que nada porque estaba demasiado cansado como para discutir algo que jamás tendría solución.

-Cállate ya, Ayleen. – No dije nada más. Tomé la ducha más larga de mi vida para despejarme y bajé a la cocina en la que, por cierto, no podía entrar.

Me senté en una silla para esperar pacientemente por algún huevo con carne o algo parecido, pero eso jamás llegó. En cambio, solo recibí un regaño por parte de mi madre.

- Jackson Gore, ¿Me puedes explicar que hacías tirado frente a la casa sin camisa? – Buena pregunta, al parecer la fiesta se pasó de buena. - ¿Ni siquiera pudiste llamar?

Como no tenía una explicación seria, me encogí vagamente de brazos.

-Esa camisa era mi favorita, fue una lástima perderla. - Intente bromear, pero mamá se veía todavía más cansada que yo.

Sabía que iba a regañarme de nuevo, así que intervine.

-peero...acabo de recordar que tenía clases desde hace una hora- Claramente mentí, pero pareció no darse cuenta- Me voy. Te quiero mamá.

Sin dejar que volviera a hablar, me levanté lo más rápido que pude y salí de casa sin pensar en otra cosa.

El dolor de cabeza me estaba matando y probablemente sería así hasta que al menos desayunara un poco.

Busque en mis bolsillos repetidas veces, pero había olvidado mi billetera- Mierda...- Muy bien, hora de mendigar.

No me quedo de otra que entrar a una cafetería en la que me conocían muy bien, pues el dueño era amigo de papá; al menos me alimentaban cuando me quedaba sin dinero y no quería pedirle a mi madre.

Ni siquiera tenía claro que quería pedir, pero allí me encontraba, solito, esperando pacientemente en alguna mesa hasta que se agotara la fila, al menos hasta que vi una cartera color azul tirada en el suelo y a una chica delante de ella. Vale, tenía dos opciones: devolvérsela y ser el héroe de una historia o... quedarme allí y solo esperar por un juguito de mango.

La verdad es que me apetecía ese delicioso jugo, pero por alguna razón, mis piernas se movieron más rápido que mi cerebro y cuando me di cuenta, ya estaba tocando su hombro para entregarle la dichosa cartera.

-Se te cayó esto. –Dije mientras se la extendía.

Ella buscó en sus bolsillos para asegurarse de que si fuera suya y después la tomó.

-Gracias. Ya llevo dos billeteras en menos de tres semanas. –Comentó mientras la guardaba en algún lugar de su bolsa.

No había prestado atención a como se veía hasta ese momento en el que me di cuenta de que era un poco baja de estatura, su cabello era largo negro y tenía unos ojos azules que intentaban aparentar rudeza, pero que al mismo tiempo eran lo más tierno que había visto. Creo que lo que más me llamo la atención fue que tenía las mejillas llenas de pecas que resaltaban en su piel blanca.

-Por cierto, me llamo Maxine. – Eso sí que me hizo salir de mis pensamientos.

-¿Maxine?- Era original, y a mi parecer, le quedaba perfecto.

-Si...- Hizo una pausa mientras me miraba de manera significativa, pero al ver que no sabía a qué se refería, hablo de nuevo- ¿Cuál es tu nombre?

Vaya, que idiota amanecí hoy.

-Jackson Gore- Procesé un momento lo que había dicho. Nadie me llamaba Jackson, solo mi madre, y eso era solo cuando la hacía enojar demasiado. – Mierda ¿Eso fue demasiado formal? Mejor dime Jack.

Eso pareció divertirle porque empezó a reírse.

-Muy bien, Charles Jackson, nos vemos después.

Tal vez no lo hagamos, pero se vale soñar.

-¿Cómo sabes que nos volveremos a ver?, la ciudad es demasiado grande.

Me miró al mismo tiempo en el que agarraba su café.

-Porque un chico que lleva su camisa al revés solo puede ir a la universidad de Heckyns.- Sonrió antes de darle un sorbito a su vaso.

Bueno, en realidad, salí tan deprisa que no me fijé en mi apariencia, ¡No sabía que esto sucedería!

-Que inteligente eres. - Fue lo único que pude pronunciar antes de revisar mi camisa y sin ninguna vergüenza, me la quite para ponerla bien.- ¿Recibiré mas burlas si nos vemos de nuevo?

-No lo sé, ¿A la próxima piensas ir en pijama?

-Por supuesto, nada como ir bien cómodo a la universidad.- Bromee al mismo tiempo que ella empezaba a reír.

-Pues allí estaré. Tal vez te acompañe en tu aventurita. - Eso sí que me hizo sonreír.

-Lo espero con ansias.

Después de eso se marchó y yo me quede mirando la puerta por la que había salido.

Y claro que iba a buscarla, después de todo, solo conoces una vez a la persona que te hace sonreír así desde la primera vez. . Me hubiera gustado tener su teléfono a la mano, pero eso era ir demasiado rápido y yo prefería seguir investigando más a fondo sobre quien era y porque me había hecho sentir como si nos conociéramos de toda la vida en tan pocos minutos.

En ese momento, no sabía que a partir de ese encuentro, mi destino solo sería uno y no podría hacer nada más para cambiarlo; de cualquier manera, no cambiaría todo lo que pase con ella ni por toda la paz de la tierra. Esa fue mi decisión desde que le entregué su billetera y yo estaba más que bien con eso y todo lo que hice después...Porque ella era lo unico que necesitaría para estar bien. 

Una danza en las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora