Ya llevaba varios días en casa sin la fuerza de salir de la cama para otra cosa que no fuera comer o ir al baño. La cabeza no dejaba de darme vueltas todo el tiempo, y aunque pensara diez horas siempre regresaba al principio: ¿Por qué? ¿Por qué había sucedido? ¿Por qué mi madre no quería hablar al respecto? y sobre todo, entre tantas personas en el mundo, en especial las crueles, egoístas o hipócritas, ¿Por qué mi padre y su legado es el centro de su furia?
Ya no dolía, no tanto como me dolió el día que lo perdí; ya no lloraba cada vez que lo recordaba, ni tenía la necesidad de esconderme de mis propios dolores para no sentirlos. Era diferente, esta vez si quería enfrentarlo con el sentimiento que gobernaba mis recuerdos estos últimos días: La ira, porque por fin estaba listo para salir de mi escudo.
Suspire pesadamente antes de ir a darme la ducha más larga que había tenido en toda mi vida; cuando salí revisé mi celular por primera vez en días, o tal vez semanas, había perdido la noción del tiempo. Lo que más destacaba en mi pantalla principal eran los mensajes preocupados de Maxine.
𝐻𝑒𝑦 𝑐𝑜𝑙𝑚𝑖𝑙𝑙𝑖𝑡𝑜𝑠, ¿𝐸𝑠𝑡𝑎́ 𝑡𝑜𝑑𝑜 𝑏𝑖𝑒𝑛? 𝑁𝑜 𝑡𝑒 𝑣𝑖 𝑒𝑙 𝑑𝑖́𝑎 𝑑𝑒 ℎ𝑜𝑦
¿𝐽𝑎𝑐𝑘?
𝐿𝑙𝑒𝑣𝑎𝑠 𝑑𝑖́𝑎𝑠 𝑠𝑖𝑛 𝑣𝑒𝑛𝑖𝑟
¿𝐸𝑠𝑡𝑎́𝑠 𝑚𝑜𝑙𝑒𝑠𝑡𝑜? :(
𝑇𝑒 𝑒𝑥𝑡𝑟𝑎𝑛̃𝑜.
Miré el último mensaje más tiempo que los demás, pero no me sentía capaz de responderle, ¿Qué le diría? "Ah, hola Maxine, ¿Sabías que unos tipos raros entraron a mi casa amenazando a mi madre con que me matarían? ¿No? Pues fue muy gracioso jaja."
—Jack…— Mi mamá apareció por la puerta como si la hubiera invocado.— Tienes visitas.
Claro que sabía quién era.
Maxine apareció por la puerta al mismo tiempo en el que mi madre se alejaba, desde allí, se veía como una luz dando destellos en mi habitación oscura y vacía.
Supuse que todas sus ganas de odiarme se esfumaron en cuanto me vio, pues cuando lo hizo, solo entreabrió los labios.
—No tenías que venir.
Aunque estaba irritado, no pude hablarle en ese tono, mi voz sonó más cansada.
—¿Qué fue lo que pasó?— Dejó su mochila en el suelo y se acercó a mi.
La única luz que teníamos era la que entraba entre unos espacios diminutos de las cortinas, casi lo agradecí, así no vería mi rostro.
Su mano cálida se posicionó en mi helada mejilla. No podía moverme, aún no estaba listo para hacer nada, así que cerré los ojos y disfruté la sensación de su pulgar acariciando mi piel.
—¿Qué fue lo que te pasó?— Su voz sonó calmante, incluso para mis recuerdos más pesados.
No quería mentirle, pero me aterraba decirle la verdad y eso era mucho peor.
—Solo he estado un poco cansado.— Mentí, aunque eso pareció tranquilizarla.
Max me dedicó una leve sonrisa a labios cerrados, dejando a su hoyuelo relucir.
—Por un momento creí que habías escapado.
—Para poder escapar primero tienes que tener a dónde ir…— Su sonrisa desapareció, cómo si supiera a dónde quería llegar.— Y yo no tengo eso. Estoy atrapado.
Su mano abandonó mi mejilla, dejándola fría de nuevo.
—Así que no solo estabas cansado.
Mi silencio solo le confirmó su sospecha. Creí que iba a enojarse por haber ignorado sus mensajes, o que me daría una charla del porqué debería estar bien; sin embargo, lo único que hizo fue volver a sonreírme y sentarse en la cama, dando pequeños golpecitos a su lado para que le hiciera compañía.
Cuando lo hice, me sentí tan débil, como si fuera a quebrarme y eso solo hizo que mi ira creciera.
—No vine a juzgarte Jack. No importa que tan roto te sientas, te ayudaré a recoger los pedazos…— Se acomodó mejor sobre la cama, me tomó de los hombros para recostar mi cabeza sobre su pecho y luego dejó caricias sobre mi cabello.— Y después los pegaremos.
No dije nada al respecto, pero se lo agradecí envolviendo su cuerpo con mis brazos y me concentré en sus latidos debajo de mi oreja; su corazón se escuchaba tan calmado que ayudó al mío a regularizarse.
—Pensé que estarías molesta.
—No digas tonterías colmillitos, si estuviera molesta ni siquiera hubiera venido a verte.
Se me escapó una sonrisa por primera vez en días. Cuando estaba con ella no me sentía completo, pero sí con la fuerza de seguir intentando.
El silencio que nos reinó fue cómodo, no quería que el tiempo siguiera transcurriendo, solo quería quedarme allí abrazado a ella, escuchando y dejándome llevar por la calma que mi alma tanto anhelaba. Maxine solo suspiró profundamente para finalmente decir:
—Los recuerdos más dolorosos siempre son los que nos llevan a la luz…— Me susurró sin dejar de acariciar mi cabello.— ya lo verás.
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Una danza en las estrellas
Dla nastolatkówNadie nos advierte que el extrañar es el costo que tienen los buenos momentos. Nadie nos prepara para el profundo vacío con el que nos enfrentaremos cara a cara hasta el fin de nuestros días y aunque no siempre exista una cura para todo tipo de dolo...