Al despertar la encontré allí, a mi lado, en mi cama. Habíamos estado hablando toda la noche sobre los días en los que no estuve presente. Se quejó de lo terrible que era soportar a su maestra porque hablaba demasiado lento y le daba tanto sueño que dejaba de prestar atención, incluso de que su hermano no paraba de molestarla con diferentes cosas. Llegó el punto en el que se quedó totalmente dormida mientras contaba los "defectos" que tenía como el color de su cabello, sus pecas, su nariz o cosas así.
Sinceramente no recuerdo cómo es que me quedé dormido, después de todo, no había podido cerrar los ojos en días.
Me había sentido más estable con su presencia, cómo un equilibrio entre lo bueno y lo malo, ¿Era posible tener paz con alguien? Maxine no me sanaba, no me arreglaba o me distraía del dolor, pero si lo volvía más tolerable; su compañía se sentía como un abrazo en el alma y empezaba a sentirme mal por acostumbrarme.
Me tapé la cara con las manos para intentar dormir de nuevo y evitar sobrepensar cualquier situación que la incluyera. No estaba listo para esto, pero tenía que hacerlo porque mi cuerpo empezaba a rechazar cualquier tipo de dolor.
Me fue imposible despertarla, no estaba listo para verla a los ojos sin sentir culpa. Me había enamorado de ella tan perdidamente que ahora no podía alejarme y eso era lo más egoísta que pude haber hecho, porque estaba seguro de que mi amor le ponía fecha de caducidad a su vida.
Me levanté de la cama y caminé hacia la cocina donde me distraje sirviendo un pedazo de pan con mermelada que ni siquiera planeaba comer.
-Es demasiado temprano para comer algo tan dulce, ¿No crees?- Ayleen se recargó en una pared a mi lado.- ¿Qué te sucede? No has salido de tu habitación en días.
-¿Y por qué ahora te interesa?
-Estoy preocupada por ti.
De acuerdo, ambos sabíamos que eso no era cierto; aunque ella trató de convencerme de que era así, al final se rindió.
-¿Qué hace aquí?
-¿Quién?
-Vi su mochila en la puerta de tu habitación, sabes que está en tu cama, ¿No?- Cruzó los brazos, había sacado su lado detective.
-No estoy ciego, Ayleen.
-Pues yo creo que sí. Estás más deprimido desde que la conoces, ¿No ves que te hace débil?
Observé un momento el pan a medias antes de dejar el cuchillo sobre la mesa y prestarle atención a mi hermana.
-¿Débil?
-¿No te has visto? Parece que estoy viendo a un cadáver en vez de a mi hermano, digo, no creo que ella te haga más fácil el superar la muerte de...
-Ayleen- La detuve antes de que siguiera hablando. Entablar una conversación con ella era lo más cansado que podía hacer en estos últimos días.- ¿Sabes cuál es la diferencia entre una herida física y una herida emocional?
Me miró con confusión, como si fuera la pregunta más desquiciada que le pude haber hecho, así que proseguí.
-Las heridas físicas duelen, sí. Llevan su tiempo de curación, puedes verlas, tocarlas o tal vez ponerles un curita, pero al final sanan y dejan de doler.- Me concentré en el pan de nuevo, buscando las palabras indicadas para seguir.- Mientras que las heridas emocionales no se ven, no puedes tocarlas ni mucho menos ponerles un curita; lo único que puedes hacer es acudir a un especialista que te ayude a tratarlo, aunque la realidad es que ellas nunca sanan, son como una cicatriz que te deja marca de por vida. No se cura, se aprende a convivir con tu dolor hasta que deje de aplastarte.
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Una danza en las estrellas
Fiksi RemajaNadie nos advierte que el extrañar es el costo que tienen los buenos momentos. Nadie nos prepara para el profundo vacío con el que nos enfrentaremos cara a cara hasta el fin de nuestros días y aunque no siempre exista una cura para todo tipo de dolo...