Observé a mis alrededores tratando de averiguar qué mierda había pasado y porque había despertado en un lugar distinto al habitual. Estaba en una habitación, pero no era la mía. Estaba en una cama, pero no era la mía. Tenía resaca y…bueno, lamentablemente esa si era mía.
No. No es tiempo de bromas, Jack.
La habitación era mucho más amplia que mi cuarto— y más ordenada, por cierto— tenía unos cuantos posters de lo que supuse era una película, varios estantes con libros, una cama con sábanas blancas, mariposas colgando del techo y un escritorio con de vidrio; combinaba a la perfección.
—Ya despertaste.
Maxine salió de una habitación con un pijama.
—¿En dónde estoy?— Parecía algo obvio, sin embargo, me encontraba desconcertado y con un dolor de cabeza que no me dejaba procesar la situación.
—Tranquilo. Avisé a tu madre que estarías aquí.—Me sonrió.
¿Mi madre sabía de esto? Claro, conspirando en contra de mi decisión. No sé porqué pensé que lo aceptaría.
—¿En dónde dormiste?— Fue lo primero que pregunté.
No quería ser grosero. No quería que se sintiera mal, pero prefería no escuchar que durmió junto a mi. Prefería quedarme en la banqueta a que me metiera a su habitación y adueñarme de su cama.
—Si tu inquietud se debe a mi presencia no tienes que preocuparte, no dormí aquí, solo vine por mi cepillo de dientes.
Arrugué las cejas.
—No tenías que irte de tu habitación.
—No podía dejarte allí.
—Pues eso es lo único que debiste hacer.— Ambos nos callamos un momento y me arrepentí al instante, pues nos invadió una tensión que habíamos creado entre los dos. Aclaré mi garganta antes de continuar. — Tengo que irme.
Huir sin pararme a pensar en cómo me afectaría era una buena manera de seguir mi vida pasando de los problemas y de la gente que quería arreglarlo.
Por un lado sentía sus ojos inquietos sobre mi, como si no supiera cómo actuar o qué hacer para no dejarme ir. Por el otro, mi cerebro actuó antes que mi corazón y me hizo tomar mis cosas lo más rápido que podía.
—Por favor... —La escuché decir.
Evité mirarla y salí por dónde mi instinto me condujo. Pude escuchar sus diminutos pasos siguiéndome hasta la salida y eso me puso demasiado nervioso; por suerte encontré la puerta abierta, cosa que me hizo las cosas más fácil.
—¡Jack!— Gritó a mis espaldas sin dejar de seguirme.— ¡Jack!
El dolor en mi cabeza era peligrosamente alto; lo sentía como si la estuvieran golpeando sin piedad alguna con un martillo. Supongo que sus gritos solo aumentaban la velocidad de mi dolor.
—¡Deja de hacerme a un lado!
Me detuve al escucharla, aunque no la observé en ningún momento, no podía hacerlo. Ya no oía sus pasos y supuse que también había dejado de caminar para poder hablar.
En algún momento tendría que enfrentarlo, ¿Por qué no ahora? Quizás lo haría más fácil para los dos.
—Ya no puedes seguir ignorándome, no voy a permitirlo.
La escuché atentamente sin apartar la mirada del cielo; buscaba la tranquilidad que necesitaba para continuar con mi camino sin remordimiento.
—Por favor, habla conmigo.— Me pidió en voz baja.— Tal vez podamos solucionarlo.
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Una danza en las estrellas
Novela JuvenilNadie nos advierte que el extrañar es el costo que tienen los buenos momentos. Nadie nos prepara para el profundo vacío con el que nos enfrentaremos cara a cara hasta el fin de nuestros días y aunque no siempre exista una cura para todo tipo de dolo...