Aún estaba tumbado en la cama, cuando oí a mi madre entrar por la puerta.
Había dejado a mis hermanos, y como hoy tenía turno de tarde en la tienda, venía a preparar la comida y a hacer sus quehaceres. Oí como dejaba las llaves en el cuenco de la entrada, especial para las llaves; y la chaqueta en el colgador, detrás de la puerta del salón. Al instante, oí sus pasos dirigirse hasta mi habitación, parándose primero en el mueble del pasillo para coger el termómetro. Pero tras abrir la puerta, y ver mi cara, no le hizo falta el termómetro para saber que tenía fiebre. Rápidamente me dio una pastilla y me puso una toalla fría en la cabeza, para que me bajara la fiebre. Al ver que no podía hacer nada más por mi, excepto esperar a que me recuperara, se ofreció a hacerme una sopa.
A pesar de que amaba sus sopas, aún sentía náuseas por lo ocurrido anteriormente. Se lo expliqué, sin decirle el porqué; pero insistió diciendo que le estaba dando más razones para prepararme la sopa. Y sin decir nada más y sin dejarme replicar, bajo a la cocina.
Por suerte, sonó su teléfono y tuvo que contestar. Era papá, había tenido un problema en la empresa y necesitaba que fuera a verle mamá. Ella, al ver que tenía que volver a dejarme solo en casa, subió corriendo y me dijo que no me moviera, que volvería lo más rápido que pudiera, y me dijo que si necesitaba algo o me pasaba algo la llamara enseguida. Después salió corriendo, supongo que con la esperanza de volver más temprano. Oí como cerraba la puerta de casa e iba al garaje a por el coche, poco después oí cómo salía del garaje y se dirigía hacia la empresa de papá.
Al cabo de unos cinco minutos oí la puerta de casa abrirse, y supuse que era mamá, aunque me extrañó, porque no había oído que entrara al garaje con el coche. Empecé a oír pasos y ruidos por el piso de abajo y me empecé a preguntar quién podía ser. Si hubiera sido mamá hubiese subido enseguida a ver cómo estaba. Me levanté despacio de la cama y me dirigí hacia la puerta para intentar ver quién había entrado en casa, pero no hizo falta, porque empezó a subir las escaleras y distinguí sus pasos al instante. Nadie que no fuera él pisaba tan fuerte los peldaños y los hacía crujir de esa manera tan escalofriante. Nadie que no fuera él tenía un cascabel en las llaves que sonara a cada paso que diese. Y sobre todo, nadie que no fuera él se reía de esa manera tan despiadada y cruel, sabiendo lo que tenía en mente hacer. Efectivamente. Era él. Y había vuelto.
Al instante entré en pánico, ya conociendo lo que tenía en mente hacer, estando solos en casa. Aprovechando que ya estaba de pie, moví la mesa de mi habitación hasta la puerta para que no pudiera entrar. Pero enseguida llegó a la puerta y yo sin tener en cuenta que tenía más fuerza que yo, solo había conseguido poner una mesa. Así que él, con muy poco esfuerzo, la apartó casi del todo en un momento. Pero aún no podía entrar, así que corrí hacia la ventana y la abrí de par en par. Tirarme no era una opción, había unos tres metros de altura y si lo hacía terminaría con algo roto. Mientras yo pensaba todo esto, él ya había conseguido apartar la mesa y se disponía a entrar de una vez por todas.
Rápidamente, me subí al bordillo de la ventana y me tiré hacia abajo hasta una tubería situada un poco más abajo. Conseguí tocarla y amortigüé un poco el golpe, pero me resbalé y caí, dándome un fuerte golpe contra el suelo. No me había roto nada, pero mañana me saldrían unos buenos moratones por todo el cuerpo. Vi como se asomaba por la ventana para ver dónde estaba, y al darse cuenta de que me escapaba, salió corriendo escaleras abajo para cogerme. Corrí hacia la puerta del jardín y salí de casa.
El miedo me dio alas y corrí como nunca en la vida, aunque oía su pasos detrás mío. Giré todas las calles que encontré, unas para la derecha y otras para la izquierda, procurando no entrar en una calle sin salida. Y, sobre todo, sin dejar de correr en ningún momento. Ya no oía sus pasos, pero seguí corriendo durante un rato más para asegurarme de que no seguía detrás mío.
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El reencuentro
RomanceAlecsander tenía una vida muy tranquila y feliz, o eso parecía. Hasta que un día se rebeló la verdad, y nada volvió a ser como antes. Empezando una nueva vida en un nuevo lugar y sobretodo, con nuevas personas.