12 ; tenía que pasar.

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No sabía cómo ni porqué había acabado frente a la casa de Taehyung, pero ahí estaba, a pesar de que a esas horas el chico debería estar en clase. Quizá hubieran sido los escalofríos que llevaban recorriendo su columna vertebral en gélidas carreras desde esa mañana, o el ardor asintomático en su rostro, pero algo le decía que Taehyung no se encontraba bien, y lo comprobó cuando una pequeña bola de temblores le abrió la puerta envuelto en una gruesa manta de lana celeste.

—¿Jungkook?

La voz del humano sonaba apagada y confundida. Sus mejillas y su pequeña nariz estaban más sonrojadas de lo habitual, contrastando con su piel blanca como el papel. Jungkook frunció el ceño y alargó la mano hasta posarla sobre la sudorosa frente de Taehyung. Esta vez, a la arrasadora corriente eléctrica la acompañó el calor que desprendía la piel del chico.

—¡Estás ardiendo! Vuelve a la cama ahora mismo.

Sin pedir permiso, entró a la casa arrastrando a un enfermo Taehyung tras de sí.

—Ey, Jungkook, espera. ¿Qué haces aquí?

Taehyung intentó resistirse, pero el resfriado había agotado todas las fuerzas de su menudo cuerpo. Además, como siempre que su piel tocaba la de Jungkook, la voluntad escapaba de su organismo.

—Las preguntas cuando estés en la cama.

Finalmente, cooperó y caminó sin ayuda hasta su habitación de la que, por otra parte, no habría salido de no ser por Jungkook.

El intruso no estuvo tranquilo hasta que Taehyung no se sentó en la cama, con la espalda apoyada en el cabecero y tapado hasta el cuello con las sábanas.

—¿Cómo te encuentras? ¿Te has puesto el termómetro? Seguro que tienes fiebre. ¿Te has tomado alguna medicina?

Jungkook parecía genuinamente preocupado y Taehyung sonrió con dulzura.

—Jungkook, estoy bien. ¿Quieres sentarte conmigo?

El chico le miró no muy seguro antes de sentarse junto a él en el colchón.

Taehyung no sabía porqué, pero la presencia de Jungkook le tranquilizaba, sentía su cabeza menos pesada y su cuerpo volver a su temperatura normal, como si se tratase de un analgésico humano. Y era extraño, porque no sabía qué hacía exactamente ahí. La entrada de Jungkook en su vida había sido imprevista y brusca y, aún así, había monopolizado sus pensamientos desde el primer momento. ¡Incluso se habían besado! Solo el recordarlo hacía que Taehyung se sonrojara. Apenas se conocían, pero sintió como si besarse hubiera sido un acto natural, como si hubieran nacido solo para eso. Era algo que Taehyung no podía comprender, pero con Jungkook se sentía seguro, se sentía cómodo. A Jungkook podría confesarle sus mayores temores y sus más grandes sueños, porque con él se sentía como en casa. Pero aún quedaban muchos cabos por atar.

—Jungkook, ¿qué haces aquí?

El chico le miró con intensidad.

—Quería verte.

Aquella respuesta le descolocó, sentía su rostro arder y ya no era por la fiebre. Jungkook hablaba con una sinceridad aplastante, como si aquella fuera la única verdad en su vida.

—¿Cómo sabías que no estaría en clase?

—Una corazonada.

Jungkook sonrió de lado, como si hubiera algún secreto que se estaba perdiendo. Taehyung frunció el ceño. Aquella respuesta no era suficiente.

—Jungkook, ¿por qué no me dices la verdad?

El chico lobo frunció el ceño, ¿la verdad? ¿Cómo podría decirle la verdad? Era imposible, no sin que Taehyung saliera huyendo y se alejara de él para siempre.

—Taehyung, tienes fiebre, deberías descansar. Voy a marcharme y...

—¡No!

Taehyung se levantó y sostuvo la manga de la camiseta de Jungkook, impidiendo que se levantara de la cama.

—Quédate. Has dicho que querías verme, no te marches aun.

La sola idea de que Jungkook se fuera hacía volver el malestar a su cuerpo. Jungkook miró con el corazón acelerado cómo Taehyung mordía su labio y apartaba la mirada avergonzado mientras le pedía que se quedara. Volvió a sentarse en el colchón, ahora más cerca del chico. Llevó su mano a la mejilla sonrojada de Tae y le acarició con dulzura. Una vez más, el contacto envió una placentera descarga de energía por todo su cuerpo que le dejó con ganas de más. Taehyung alzó de nuevo la mirada, encontrándose con la suya. Estaban tan cerca. Lentamente, se acercó a él, sintiendo como su respiración se volvía errática. Sus propios labios hormigueaban con anticipación. Aquellos escasos centímetros parecían un abismo mientras acortaba la distancia entre sus labios. Finalmente, sus bocas se encontraron. Un suave contacto fijo que trajo consigo un torbellino de emociones.

Cuando Jungkook movió sus labios suavemente, las manos de Taehyung salieron disparadas a su pelo, sosteniéndose de su nuca y acariciando el cuero cabelludo con sus uñas romas. Los brazos de Jungkook rodearon su cintura acercándole más a su cuerpo. El beso subió de temperatura, esta vez no estaban en la calle, no estaban de pie, estaban sobre un colchón en la habitación del joven humano.

No supieron el momento exacto en el que Taehyung acabó sentado en el regazo de Jungkook, pero ninguno tenía la intención de moverse.

Jungkook creía ahogarse en el mar de su propia excitación. El amor de su vida estaba sobre él, rodeando su cuello con los brazos, jadeando levemente mientras se besaban con frenesí. No resistiría. Con cuidado, tomó a Taehyung y lo recostó sobre la cama, tumbándose sobre él sin romper el beso. Su lobo gruñía de felicidad en su interior, dándole la enhorabuena a la parte humana por haber conseguido aquella cercanía. Ahora, solo tenía que completar la unión. Aquella unión que los volvería uno para siempre, aquella unión que marcaría a Taehyung como su omega. Su omega...

Se detuvo.

¿En qué estaba pensando?

Haciendo uso de toda su fuerza de voluntad, se separó bruscamente del adictivo cuerpo bajo el suyo.

Taehyung le miró aturdido, sin comprender muy bien qué estaba pasando.

—¿Jungkook?

Necesitaba aclarar sus ideas. ¿Por qué todo era tan complicado? Taehyung era un humano, pero también su alma gemela. Y, por Dios, lo amaba tanto. Deseaba marcarle con todas sus fuerzas, pero no sin antes saber si sus sentimientos eran correspondidos, no sin que Taehyung supiera lo que aquello supondría. No podía seguir mintiéndole.

Miró al chico tumbado en el colchón con todo el amor que sentía por él, con decisión. Tarde o temprano, aquello tenía que pasar.

—Tengo que decirte algo.

—Tengo que decirte algo

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𝗮𝗹𝗽𝗵𝗮'𝘀 𝗼𝘄𝗻𝗲𝗿 | 𝗸𝗼𝗼𝗸𝘁𝗮𝗲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora