Metro (H)

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Maldecí interiormente cuando vi el metro irse de la parada donde tenía que tomarlo. El coche se me había estropeado la semana pasada y no estaba acostumbrado a utilizar el transporte público, no me acordé de mirar los horarios.

Según una anciana que estaba por allí, me dijo que el siguiente pasaba en 20 minutos aproximadamente. Lo que no me dijo era que a esa hora el metro se desviaba y pasaba por dos de las universidades recogiendo a la gente que se quedaba hasta tarde estudiando y dando clases. Siendo mitad de mayo no eran precisamente pocas las personas que a esa hora se iban a su casa.

Volví a insultar mentalmente a todos a mi alrededor al ver como cada vez se iba subiendo más gente y no bajaba nadie, como si fueran todos al mismo lugar. Me posicioné en una esquina, al lado de una de las salidas y bastante alejado del resto de estudiantes.

En la última parada antes del tramo largo para volver a la vía normal del metro, se subió una chica de pelo muy largo adornado con mechas rubias. Tendría alrededor de 22 años y vestía de acorde lo haría una chica universitaria de su edad. Un sueter negro totalmente pegado al cuerpo que le llegaba a la cintura, sus tetas eran de un tamaño generoso, una falda que le tapaba tan sólo la mitad del muslo, al contrario del suéter, esta era más suelta, y una mochila negra.

Señor, era preciosa.

Al entrar miró a su alrededor buscando un hueco libre que no fuera justo en la salida. Aproveché mi altura para sujetarme a la barra de arriba y dejarle ese hueco a ella, aunque no era mucho el espacio. Me sonrió a modo de respuesta y se posicionó delante mío. Se quitó la mochila para ocupar menos espacio y la dejó entre sus pies, lo que no me esperaba era que, al hacer eso, se agachara, rozando sus nalgas al completo con mi paquete.

Se me tensó el cuerpo entero. No se giró, no dijo nada, pero tampoco se movió o se alejó para que no volviera a pasar. Yo también me quedé quieto, esperando que, por algún milagro del cielo, algo más pasara. Y ocurrió.

Con una mano en la barra volvió a agacharse para rebuscar algo en su mochila, dejando otra vez la totalidad de su culo encima de mi paquete. Eso, sumado al movimiento del metro, comenzaba a parecerse a algún tipo de tortura. No sabía qué clase de acto había hecho para merecer este milagro.

Mi ética y moralidad me repetían que eso estaba mal, una falta de respeto hacía ella, hacía el resto de pasajeros y hacía mí también. En otras circunstancias me habría alejado, pero en ese momento el cuerpo simplemente se me paralizó. No quería moverme y si lo hacía era para pegarme más a ella. Además, no existía la posibilidad de que ella no estuviera al tanto de lo que estaba ocurriendo. Estaba pegada a mí.

Dejó la mochila entre sus piernas y dió un pequeño paso hacía delante, todo lo que podía debido al poco espacio que había. Pensé que quizás hasta ahí había llegado mi momento de suerte hasta que el tren frenó de repente y todos nos movimos hacía atrás, unos más que otros. Yo hice fuerza con el brazo para quedarme lo más quieto posible y ella pegó su espalda a mi pecho sin querer, según mi inocente imaginación, giró el cuello para pedir perdón pero ni siquiera hizo el ademán de volver a alejarse.

Estaba jugando. Yo no caí en su tentación, me tiré de cabeza y dando una doble voltereta en el aire.

La gente se estaba moviendo para intentar mirar por la ventana, saber qué estaba pasando y porqué se había parado el tren tan de repente. Nosotros estábamos en una esquina, pasando desapercibidos, pero cualquier movimiento raro iba a llamar la atención del resto de pasajeros.

Primero confirmé mis sospechas dando un par de leves empujones de cadera contra su culo. Si se quedaba quieta yo también me quedaba quieto, pero cuando su culo se movió contra mi pene, este comenzó a palpitarme por dentro del pantalón.

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⏰ Última actualización: Jan 19 ⏰

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