Capítulo II

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Siete años después. 04 junio 2017.

Los ángeles, California.

Para aquellos corazones que esperan por alguien.

—No quiero ir, ya te dije que podía cuidarme yo so-

—¡Te dije que vas a ir, Riley, no estoy para replicas! —el grito de Bella -antigua señora Dickson -, es probable que se haya escuchado fuera de su hogar. Su hija mayor Riley da un respingón al escuchar el tono utilizado para ella y se resigna a cerrar con toda la fuerza que puede la puerta de su habitación maldiciendo para sus adentros toda su vida.

Observa las maletas ya hechas por su madre las cuales echa al suelo con molestia. No quería marchar hacia ese lugar, pero su opinión no iba a ser tomada en cuenta por su madre, no cuando seguía siendo menor de edad y vivía bajo ¨su techo¨.

—Tienes solo cinco minutos para salir, te estaré esperando –avisan del otro lado de la puerta, siente como le escocen los ojos, quiere gritar, llorar como una niña bajo sus sabanas. Estaba más que cansada de que no se le tomara en cuenta, y de esta situación, su madre prefería enviarla de vuelta a ese lugar solo para poder convivir estos meses con su nuevo novio al cual, cualquiera que fuera el bufón que se atrevía a irrumpir en el hogar que era de su padre tenía su odio infinito ganado sin siquiera conocerlo.

De mala gana y tragándose sus lágrimas como siempre prefería hacer, elige la ropa que se pondría para poder salir de aquella habitación donde no podía pasar más de diez minutos sin que le entraran ganas de llorar por todos los recuerdos que tenía en ella con su hermano.

—Cariño, yo... —Riley arrastra sus maletas por el suelo ignorando lo que sea que tendría para decir ahora su madre, no valía la pena ahora, no quería otras disculpas que luego serian vanas porque volvería a hacerle lo mismo una y otra vez —. Riley...

—Olvídalo, toma las llaves, me quiero largar –dice con la mayor sequedad que puede, el pecho le duele mientras se dirige a aquel auto, tenía meses que no subía solo queriendo evitar los recuerdos, pero ahora volvería a...

—Debes subir... tendrás que hacerlo si queremos llegar —murmura su madre al ver la lucha en la mirada de su hija cuando se detiene junto al auto. Son montones de recuerdos que le pasan por la mente que la hacen morder su labio con fuerza, sollozar incluso en contra de su voluntad al pensar en su hermano y su padre allí por última vez —. Mi amor, solo sube...

—Yo no... —traga con dolor en su garganta antes de negar frenéticamente, no podía subirse allí, no quería hacerlo —. No quiero subir allí, tomemos un auto bus por favor, podrías decirle a Fred que lleve las maletas detrás y así regresas con él, pero yo no puedo subir ahí.

Con un suspiro y luego de arreglar su cabello con su mano, su madre decide que la mejor opción para ella era irse en el bus, solo si quería dejarla hoy en aquel campamento y poder marcharse mañana a primera hora con su novio y su pequeña hija a Francia. Una llamada a su asistente de trabajo para que lleve las maletas y ya están listas para marchar hacia Berkeley utilizando los autobuses que le ofrecía el servicio de transporte a los cuales odiaba Bella subir, pero que se habían vuelto el lugar seguro de Riley luego de aquel accidente que la había dejado completamente marcada.

Sus pensamientos sobre aquel lugar van acabando su mente en todo el camino, recordando que la última vez que había visto a su padre fue cuando se despidió de él antes de marchar hacia ese campamento hace siete años, recordaba todo lo sucedido después de allí, la depresión de su hermano, los gritos de su madre en la casa, el aislamiento entre ellos y luego otro accidente en la familia, su hermano había muerto dejándola sola a sus catorce años y, había sido literalmente sola porque su madre luego de este último suceso cambio por completo.

Detrás de su sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora