Estar en el paraíso

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No recuerdo un viaje con características similares. Desde que me subí al avión, que al principio rueda como si fuera un colectivo para llegar a la pista de despegue, ahí toma velocidad para perderse por los aires mientras la ciudad se ve desde arriba. Únicos los momentos donde una azafata se acerca y te ofrece un alimento para consumir en medio del vuelo.

Falta poco para aterrizar. Lo sé. Me doy cuenta porque el avión pierde altura y se avizoran edificios por la ventanilla del avión. La tripulación hace el anuncio, pero lo comprendo a medias ya que hablan en portugués y no es un idioma que aún domino. La Tierra se acerca y se acerca... hasta que el avión toca el suelo con sus ruedas y se escuchan los aplausos de las personas a bordo. De a una, las filas de gente abandonan el avión.

En el aeropuerto, comprar cosas sin demasiado valor es lo que sigue. Espero unas horas hasta que me pasa a buscar un auto turístico que me traslada a Porto de Galinhas, un pueblo paradisíaco ubicado en el Estado de Pernambuco al norte de Brasil. Como llego a la noche, debo dejar mis cosas en el hotel rápido para bajar a cenar. Me agarro un plato y me sirvo lo que quiero, dentro de una variedad impresionante de comidas. Con la gente del lugar no logro entenderme del todo, pero sí es muy amable. Sin dudas, la gente de Brasil es distinta.

A metros del complejo, bajando por una escalera mientras me lleno los pies de arena, está la playa. El paso de la arena es corto hasta encontrarse con el agua salada del mar. Caminando unos metros me encuentro con un grupo de coloridos peces que nadan a mi alrededor, pero que nunca me rozan. Esos peces enloquecen cuando les muestro el agua de coco, de la cual hay mucha por esos lares.

Remar en kayak, fotos con los peces y sumergir el celular bajo el agua son algunas de las experiencias que tengo en este rincón tan maravilloso. Clima cálido todo el año, vista maravillosa, gente muy cálida, una pileta o piscina para refrescarse es un lugar de juego y diversión para muchos niños.

El Sol pega fuerte por la tarde, mientras disfruto de unos ricos mates en una reposera e intento desblanquear mi piel utilizando gorra y lentes de Sol. Mi celular almacena todos estos bellos recuerdos en forma de fotos digitales. Sin olvidar mencionar la excursión realizada en la ciudad de Recife a cargo de un guía turístico local de habla hispana.

Me sumerjo en mis pensamientos por lo bien que viviera si viviera en este pueblo, o en aquella ciudad de Recife, o en Brasil. O en lo que sería otro viaje a un lugar del exterior para conocer. Agarro mi celular y me pongo a navegar por YouTube buscando sobre localidades que tienen fama de tener mucho turismo y en donde sus habitantes viven bien, o mejor que en Rosario.

A partir del regreso de aquel viaje fantástico mi mente es otra. Después de haber pisado por primera vez el exterior y haber conocido otra cultura estoy hecho un boludo. Dios y todos los santos me ayuden. En mi país la inestabilidad es tan grande que también alcanza lo personal. No sé qué hacer y de qué otra manera expresarlo. Viva viajar y conocer.

Cinco cuentos en cinco díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora