Prólogo - La Llamada sin nombre

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Jamás me imaginé que acabaría así...

¡Esto era el sueño de todo niño!

Viajar al Digimundo... conocer a tu compañero Digimon... 

y vivir aventuras juntos.

Sin embargo, en lugar de eso estaba encerrado en una celda vete tú a saber dónde...

Era una noche cálida de verano, el susurro de las hojas de los árboles resonaba a mi alrededor. La suave brisa me despertó, al parecer estaba tendido en la calle... 

Era una de esas calidas noches de verano. Noches en las que gracias a la suave brisa que se levanta, te ayuda a soportar el bochorno veraniego. 

El susurro de las hojas de los árboles resonaba a mi alrededor. Me encontraba yaciendo placidamente en mi cama... o eso era lo que creía.

-"¿Qué ha pasado?, ¿me he quedado dormido fuera?" Pensé para mis adentros.

Mire a mi alrededor y para mi sorpresa aquel lugar no era mi cuarto. Estaba en un bosque en mitad de la noche.

El lugar era completamente desconocido para mí, los árboles, que eran similares a pinos parecían no tener fin. A mi alrededor podía apreciar lo que podrían ser helechos, flores y otros tipos de hierbas comunes, me encontraba en un pequeño claro, desde el cual podía vislumbrarse el cielo nocturno plagado de estrellas. Lo que más me preocupó no fué el hecho de estar en un sitio desconocido en mitad de la noche, sino el silencio. A parte del sonido de las hojas no se oía un alma...

Me puse en pie y comencé a buscar una salida de aquel misterioso lugar. Conforme avanzaba podía ver atisbos de luz que se colaban entre las ramas de los arboles. Las flores de un extraño color rojo acompañaban mi marcha en ese extraño bosque. Me movía con cautela, no sabía muy bien por qué pero sentía un gran pesar... Mejor dicho soledad... Sí... Definitivamente me sentía muy solo y perdido en esa temible oscuridad.

El bosque se cortó de repente y ante mí apareció la ladera de una montaña, desde el interior de la arboleda era imposible de ver la pared de piedra que se alzaba ante mí. Había llegado a un callejón sin salida.

- ¡Joder! No había otra dirección a la que caminar sin rumbo que me toca el camino cortado... 

Rabioso, maldiciendo entre dientes, empecé a caminar junto a la pared tratando así de llegar al final de esta. Con cuidado apoyé la mano en la roca y continué mi camino. Cerca de la ladera no crecían tantas plantas, debía de ser a cause de que el suelo era muy pedregoso y dificultaría el crecimiento de cualquier flor o arbusto.

-"¿Porque siempre me pasan estas cosas?"

Pensaba mientras intentaba avanzar sin descalabrarme. 

Estaba muy oscuro y no podía ver con claridad por donde pisaba, solo era cuestión de tiempo que...

-¡MIERDA!

...me diera de bruces contra el suelo. El golpe que me llevé en la rodilla izquierda fué de esos que te dejan la pierna un poco tonta, como si se hubiera dormido. Normalmente no sería para tanto, pero la ansiedad y esa sensación de soledad que iban en crecimiento oprimían con cada vez más fuerza mi pecho.

Bastante enfadado me puse a golpear la tierra como si fuera la culpable de mi torpeza.

No podía evitar sentirme juzgado, como si los árboles y la mismísima pared de roca se burlaran de mí por mís acciones. A veces sentía que constantemente algo me observaba desde las sombras, celebrando todas y cada una de mis meteduras de pata.

No quería levantarme. No quería nada más que llorar...

Entre pensamientos negativos y lamentos, empecé a sentir como poco a poco empezaba a perder el conocimiento y me quedé dormido...

No se cuanto tiempo pasó, fue una eternidad estar ahí tirado yaciendo en la oscuridad. Sintiendo como me consumía, como se burlaba y como poco a poco iba apoderandose de mi ser. Pero derrepente... Noté como algo o alguin se colocaba trás de mí, cerca de mi costado a la izquierda.

Pude oír como ese algo encendía lo que me pareció ser un fuego, ya que el sonido fue de una yesca prendiéndose. Miré a mis espaldas para ver de qué se trataba. 

El brillo de las llamas iluminaba su rostro, se trataba de un Digimon, no era otro que Leomon.

Estaba sentado a mi lado con actitud vigilante. Miraba las llamas con su pierna izquierda doblada y echado para delante apoyándose en su rodilla con su antebrazo. Con su mano derecha avivaba el fuego ayudándose de un palo. Al percatarse de mi movimiento, me devolvió la mirada de reojo.

Ni él ni yo dijimos nada... El Digimon tenía un gesto serio en su rostro, hasta diría que un poco molesto, era difícil de saber con tan solo la luz de las llamas. 

Devolvió su atención hacia el fuego y lo siguió removiendo con el palo.  El chasquido de las ramitas crujiendo era lo único que rompía el silencio. Durante un largo rato ninguno se movió, el Digimon parecía alerta, como si estuviera velando por mí. Al menos eso era lo que me hacía sentir.

El olor de la fogata me reconfortaba, así como el calor de la misma. Había dejado de sentir esa agonía y desesperación. Con Leomon a mi lado sentía que no estaba tan solo en ese extraño lugar.

Al sentirme más relajado, un enorme cansancio se fue apoderando de mi cuerpo. Por primera vez en un largo tiempo sentía que podía descansar tranquilo. Me acurruqué junto a Leomon y disfruté del momento mientras que poco a poco me quedaba dormido.

DIGIMON SURVIVE - CROSSROADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora