Killing van Thorpe.

2. Daddy issues

24 de diciembre de 2032

Haley.

—¿Fue usted quién encontró el cadáver, cierto? —interrogó el inspector Williams. La chica que tenía en frente estaba conmocionada y ausente, como si todavía estuviera procesando lo que sucedió hace unas horas. A nadie le provocaba más disgusto que a él estar ahí, cuestionando a una chica abatida y agotada; pero era lo que debía hacerse—. ¿Podrías explicarme cómo dio con él? —la llamó por segunda vez—. Señorita Spencer.

—Yo... —tenía la voz quebradiza. Tanto su rostro como su pelo estaban cubiertos por la sangre seca de la escena del crimen—. No sé qué quiere que le diga.

—Es una pregunta simple. Dígame cómo encontró el cuerpo, y si vio a alguien más cerca del lugar.

—No vi a nadie, estaba oscuro, mucho —explicó—. Por algún motivo se fue la luz esa noche, cosa rara... En todos los años que llevo en Eldridge, nunca faltó la luz, ni el drama.

—¿Insinúa que alguien pudo haber saboteado la electricidad para cometer tal atrocidad como con la que dimos hoy?

—Yo no insinúo nada. Solo le estoy diciendo que es raro.

—Mucho más que raro, fue, en efecto, un sabotaje.

Un tercer hombre llegó con una carpeta color beige, contenía fotos y reportes escritos a mano. 

Haley hubiera colaborado, si en verdad supiera algo, lo habría dicho. Si alguna de sus cualidades resaltaba, sin duda esa era su ingenio. Ocultar cualquier información al inspector y sus superiores sería considerado como obstrucción a la justicia, un acto tan atroz como el crimen mismo y, por si no fuera suficiente, también podría volverse cómplice. 

Vio entre las fotos las sangrientas escaleras en las que había tropezado. El golpe en la cabeza creó cierta confusión en ella, pero no todos sus recuerdos eran borrosos; sin embargo, estos recuerdos podrían incriminarla, lo que acabaría revelando su secreto, y no solo el suyo, también el de Quentin.

—¿Por qué cortarían la luz? —se preguntó el nuevo. Por las obvias preguntas que hacía, y la manera en que sus manos y labios temblaban al dirigirse al inspector, Haley dedujo que era nuevo.

—Para que no le grabasen las cámaras, para qué si no —respondió con fastidio el inspector—. Si recuerda algo más, nos lo hará saber, ¿señorita Spencer?

—Ha sido una noche intensa, tenga piedad de mis nervios. Necesito una ducha, dormir, hablar con mis madres. Si no tiene nada más que preguntarme, inspector; por favor, déjeme ir.

—Por supuesto —accedió dándole un sorbo a su recién servido café negro—, hablaremos con usted nuevamente, esto no termina aquí. Pero podremos reanudar nuestra charla cuando se encuentre en mejor estado. ¿Necesita que la acompañen? 

—No. Conozco perfectamente el camino.

Se aferró con ambas manos a la manta de algodón que le habían dado para entrar en calor. Sintió la mirada de todos sobre ella, algo que normalmente la molestaba y bastante. Se apresuró a correr a lo largo del pasillo, ignoró las miradas insensibles y las voces a la distancia que la llamaban al verla pasar. No tenía fuerzas para seguir, solo deseaba esconderse del mundo y nunca volver a ver la luz. Para su consuelo, llegó rápidamente a uno de los cuantos baños de chicas, en el que se encerró pasando el pestillo y se cubrió los oídos mientras estallaba en llanto.

Al llegar al lavamanos notó que ya había un leve rastro de sangre que no había pasado del todo por el tragante. Puso las manos bajo el flujo de agua caliente y se limpió la sangre con violencia. Alguien golpeaba la puerta, pero eso no la detuvo. Usó el jabón para eliminar todas las impurezas en su rostro y cabellos. Haley tenía un hermoso cabello lizo color dorado, radiante y sedoso; verlo sucio, despeinado y con mugre era una verdadera desgracia, solo para ella. Perdió la cuenta de por cuánto tiempo estuvo limpiándose, pero al otro lado de la puerta escuchó la voz de Caitlyn.