17. Backstabber

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28 de octubre, 2032 [en la mañana]
Shirley & Ferro.

Se resistió, en verdad lo intentó. Pero lo superaban en número. Fue arrastrado de la estancia por Timothy y otros secuaces de menor rango. "Atrapadle" fueron las órdenes de Amelia, la situación había escalado tan rápido. Echó patadas al aire, gritó con todo el aire de sus pulmones, se debatió con las manos que le apretaban los brazos. Si se hubiera tratado solo de Timothy, se habría librado de él. Era más rápido, y puede que más fuerte. 

—¡Esto no quedará así! —había gritado por los pasillos. Todos se quedaron mirando, pero no nadie hacía nada. Sintió una rabia indescriptible contra Vernon, el muy cabrón sonreía y salía impune de la situación. Todo era su culpa. Había sido quién lo agregó al chat de la aplicación de citas, él lo había citado en el bosque, él había interceptado a Caleb. Si las cosas hubieran ido como Shirley planeaba, nada habría pasado. Al menos en su situación. Podían intimidar a Caleb entre los dos para mantenerlo callado, pero, claro, Vernon no se podía arriesgar a que todos supieran de lo que hacía en los bosques. 

Se preguntaba por qué había sido elegido, marcado por el deseo de Vernon. Había muchos otros chicos en esa aplicación, mucho más lejos, ellos no supondrían una amenaza para su virilidad. En su lugar, lo había elegido a él, con quien se veía todos los días, tanto en clase como fuera de ellas. Por Dios, si hasta Ferro era cercano a los chicos del Skull & Gold. Cualquier otra persona habría sido mejor opción.

Si tan solo pudiera escaparse y correr hasta la enfermería, pero no había manera. La enfermería estaba al otro lado de Eldridge, y aunque corriera, los peones lo alcanzarían. No tenía ni idea de adónde lo llevaban, pero temía por su integridad. En aquella situación, Shirley solo podía pensar en todas las veces que había pedido ser parte del Skull & Gold, aunque sea como peón. Podía llegar lejos, si los pusilánimes de Timothy y Heather habían logrado ascender a torre y alfil, respectivamente, él podría hacerlo también.

Estaba desesperado, perdió el control de su cuerpo y entonces el instinto de supervivencia se apoderó de él. Su codo se estampó contra la nariz de uno de los peones, solo tuvo que empujar a Timothy para echarse a correr para alejarse. Tenía sangre en el codo, pero no la sintió, debido a la adrenalina. No pudo alejarse mucho, el peón al que había atacado ya se había recuperado. El muchacho era gordo, y de apariencia grotesca, ahora más que antes, que tenía la nariz rota y chorreando sangre. Sus dedos, tan gruesos como la morcilla, se aferraron al cuello de su camisa y casi lo hacen caer. El mismo peón le dio un puñetazo en el ojo, ahí perdió el conocimiento.

Despertó en una habitación pequeña, tenía un perforante dolor de cabeza, parecía que le estuvieran clavando un tornillo en el cráneo. Un latigazo de dolor le azotó el rostro, cuando intentó llevar la mano a su ojo, se dio cuenta que no pudo, lo habían atado a una silla. No pudo zafarse, los nudos estaban muy apretados. La soga le quemaba la piel de las muñecas cuando se sacudía sin parar, pero no le importaba. 

La habitación no tenía ventanas, lo que le hizo difícil saber qué hora era, o cuánto tiempo había pasado ahí encerrado. Frente a él no había más que una mesa, larga y robusta, encima de ella había un tablero. Sobre el tablero había cuatro fichas: dos peones, una torre, y una reina blanca.

—Vaya, parece que ya has despertado. Bien —una voz femenina lo hizo querer voltearse, pero no podía hacer girar la silla. Unos dedos delgados, muy delicados y suaves, dibujaron un trazó sobre la línea de sus hombros. Su perfume era delicioso, tentador y dulce—. Quiero hablar contigo.

Se trataba de Amelia. Esa zorra. Su estilo nunca decepcionaba. Tenía la falda con los colores de Eldridge por encima de la cintura, ocultando las puntas de su blusa blanca recién planchada. Unas largas medias de fino encaje se alzaban desde la punta de su pie hasta los muslos, donde terminaba la falda. La reina se sentó sobre la mesa de un salto, luego cruzó las piernas. Llevaba su anillo de compromiso, y unos zapatos negros, de Valentino.

Killing van Thorpe. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora