Sol.

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Vi como los ojos de un chico soleado me observaban desde el otro lado del café, no pude evitar un nervio infantil al verle acercarse a mi mesa, tenía ojos negros y ojerosos, un cabello frágil y rojo como las rosas, junto a una piel tan pálida y delgada que podrías observar como la sangre corre por sus venas.

Hablamos por horas, desde que había ingresado al hospital por un cáncer terminal, nunca pensé encontrar a alguien que me quisiera.

Llegó la hora de irnos a nuestras habitaciones, el me acompaño a la mía siguiendo mi paso delicado y aveces torpe, no podía evitar ver su sonrisa dispareja pero juguetona. Al llegar, lo primero que hizo fue dejarme un beso en mi mejilla para luego correr como si de un niño avergonzado se tratara, ahora parecía que las paredes viejas del hospital habían vuelto a tener un color vibrante, ahora veía cada pequeño detalle de mi habitación con un brillo singular... No pude evitar soñarlo.

Meses, meses en dónde reí hasta llorar, y dónde cada sonrisa era sacada por el mismo chico pelirrojo, Todo era un sueño hasta que esa noticia llegó. “Lo lamentamos Gyo, pero solo te queda una semana de vida.” dijo mi doctor con una expresión triste; mi mundo empezó a derrumbarse, estaba en mi cama blanca, inmóvil, se supone que ya sabía que esto pasaría pero ¿Porque ahora dolía tanto?... Miles de lágrimas salieron mientras temblaba de manera histérica, grite, llore y exigí que fuera mentira, no quería creerlo, me negaba a dejar a ese chico de ojos azabache a la deriva.

Cuando le conté, el lloro conmigo, fue una noche donde el se quedó a mi lado mientras me abrazaba, ambos mirábamos a través de la ventana vieja del hospital, dónde las luces rotas de los faroles iluminaban a los perros callejeros y a borrachos que caminaban sin rumbo, el ambiente melancólico era casi palpable pero ninguno dijo una palabra, simplemente nos dejamos llevar por el silencio que nos abrazaba y decía más que mil palabras.

Finalmente ahí estaba yo, acostada en mi cama de hospital vieja, las sabanas frías y blancas que tapaban mi cuerpo, mi cabeza completamente calva y mi cuerpo deshaciéndose poco a poco, los ojos me dolían al girar la vista pero al verlo a mi lado con sus ojos cristalinos que parecían a punto de reventar, no pude evitar sonreír débilmente.

“Adios, Nagara... Porfavor, sigue viviendo sin mi compañía, mi pequeño sol...” murmuré mientras mis ojos se apagaban de a poco, ví como sus pequeñas lágrimas recorrían esas mejillas pálidas, escuche su voz temblorosa que imploraba algo que no entendí, para luego solo descansar en un vacío negro.

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