taza de café.

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Una tarde tranquila desde aquel café de la esquina, las paredes pintadas de tonos verdes y las charlas de personas con sus propias historias, pero yo me enfoque en la historia que salía de aquellos labios finos y ligeramente quebrados. Un chico pelinegro y de ojos azabache que podrían tragar cada pizca de luz.

El chico que acompaño cada día de una infancia incompleta, había perdido a mi hermano y el llegó en su lugar como su ya estuviera pre-destinado, llegó como mi mano derecha y como esa persona que compartí tardes en las hamacas de esa pequeña placita que estaba frente de mi casa.

Que lindo hubiera sido si el tiempo se frenaba ahí, lamentablemente una misma tarde que compartimos ese café agridulce con toques de deseo, el se fue para no volver.

Desapareció como el humo subiendo hacia las nubes, no quedo un solo rastro de su existencia después de aquella tarde donde me había jurado amor eterno; pasaron días, meses y años que mi corazón lloro cada día que no podía tocar los labios de mi amado que me abandonaron a la fuerza.

Lunes 2:59 AM, el teléfono me despertó en un tono de llamada habitual, me asome a la ventana mientras escuchaba una voz femenina que gracias al cansancio no podía distinguir bien, aprecie una luz roja que emanaba la luna mientras me avisaban el suicidio de mi amado.

El mundo se detuvo, mi corazón era partido con cada palabra descriptiva sobre el estado de mi otra mitad, deje caer el celular al suelo mientras igualmente me derrumbaba al saber que el se había solo que está vez, para siempre; corrí de mi departamento que jure tener junto a mi prometido, y lo que quizá fueron kilómetros, para el corazón roto y desesperanza solo fueron algunos pasos.

Llegué a aquel lugar donde juraste acompañarme en cada logro que iba a tener, en cada lágrima y en cada sonrisa; pero no estabas, me derrumbe al ver que esa hamaca ya seria ocupada por una soledad vacía que tendría que cargar en mi hombro gracias a los lamentos de por vida.

Me senté ahí mientras mis manos cargaban las lágrimas saladas que caían de mis ojos cristalinos, levanté la vista para ver aquella luna roja carmesí que marco esa noche de sentencia, llore una noche entera hasta el desmayo, jurando que volvería contigo.

- ¿Que hago ahora que me falta mi mitad? ¿Que hago ahora que estoy vacía? - murmuró con los labios rotos mientras toda emoción era en vano.

Días, semanas y meses, un frágil corazón que nunca quiso aceptar una triste realidad, las noches eran en vela gracias a la ausencia de aquella luz que ella necesitaba, solo quedaban recuerdos; recuerdos de abrazos, de besos y de caricias. Todo plasmado en una depresiva mente que ya no podia conservar la cordura.

Abrió y cerró los ojos, los abrió en un nuevo parpadeo para ver aquella luna luna roja que ahora estaba frente a ella, se sintió como una bomba, una que había tardado en explotar.

Rompió cada plato y cada recuerdo, parecía ser una tormenta inmensa que no tenía intenciones de frenar, pero un frío viento la hizo detenerse de golpe, las cortinas de su habitación bailan al son del viento frio y atrapante, sintió esa aura hipnotizante ante aquella ventana abierta, cerró sus ojos dejando ver una expresión que apesar de ser sería, era dolorosa, era penumbre, una digna de algún pintor renacentista que quería detallar un dolor silencioso.

Solo la gran y resplandeciente luna roja dió paso a aquella escena desgarradora. Luces de ambulancias que gritaban por auxilio y un cuerpo desfigurado yacía en el cemento frío; quizá ahora pueda volver a ver a aquella luz que necesitaba.

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