Prólogo

51 1 0
                                    

Una vez más, Finlandia había acudido al mismo refugio al que siempre acudía cuando las cosas comenzaban a ir mal

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Una vez más, Finlandia había acudido al mismo refugio al que siempre acudía cuando las cosas comenzaban a ir mal. No podía evitar regresar a ese tipo de sensaciones, había algo de confort en volver a hacer las cosas que sabía eran dañinas para él, después de todo ya conocía el camino, y la sensación de haber sobrevivido al final de todo lo llenaba de una gloria incomparable. Lo único malo era que aquella ocasión volver a ese preciso lugar no sólo era dañino para él. Suecia también tenía prohibido verle, hacer lo que estaban haciendo los metía a ambos en demasiados problemas.

Pero al final del día, ¿a quién carajo le importaba?

El joven finlandés reposaba su cabeza en las piernas de su hermano mayor, mientras este se entretenía trenzando su blanco cabello para evadir el tema del que habían hablado hacía menos de cinco minutos. Sin embargo, el silencio no había sido una muy buena compañía para ninguno de los dos a lo largo de sus vidas.

──Sabes que ese tipo de cosas... No están bajo tu control, ¿cierto? ──preguntó el sueco, sin desviar la mirada del cabello de Finlandia. Sabía que si lo miraba al rostro, eventualmente volvería a caer en esa necesidad de protegerlo para compensar todo el daño que llegó a hacer en el pasado. No podía permitir que aquello volviera a suceder.

Aunque de todas formas, ya lo había dejado entrar. Desde el momento en que lo vio parado frente a su puerta, con el cabello enredado, las ojeras de no haber dormido en días y esa mirada suplicante de perrito abandonado, le fue imposible negarle la entrada. No sólo a su casa, también de regreso a su vida. Siempre era así.

──Sé que no, quiero decir, no soy tan idiota ──contestó mirando al techo, con ambas manos sobre su abdomen──. Pero hay algo respecto a eso... Es una sensación asquerosa y horrible. Se siente como si toda mi vida fuera a acabarse ahí por esa incertidumbre, incluso me dan ganas de vomitar. Como un sentimiento de... reemplazo, o abandono. Sabes bien que no puedo soportarlo, Su.

Suecia suspiró con pesadez, tenía razón. Finlandia era incapaz de tolerar la idea del abandono, lo sabía porque él mismo le había generado ese miedo. Tomó otro mechón de cabello entre sus manos y comenzó a trenzar de nuevo antes de hablar, olvidándose de ese amargo recuerdo.

──Tal vez debas alejarte un poco... ──se sentía hipócrita sugiriendo algo así, conociéndose y conociendo al menor. Nunca hacían caso a las advertencias, ¿a quién intentaban engañar aparentando ser personas sanas?──. Ni siquiera están en una relación formal aún. Si logra hacerte sentir así ahora, incluso sin acciones concretas, ¿cómo será después si logras que sea tu pareja? ──aquella palabra se sentía rara en su boca, nunca esperó pronunciarla bajo ese contexto.

No hubo una respuesta, conocía tan bien a su hermano como para saber que odiaba buscarle soluciones sanas a sus problemas. O quizá lo que odiaba era sentir que solucionarlos dependía de él.

──Tienes que aprender a estar solo, Finn. ¿Cuánto tiempo llevas detrás suyo?

Una vez más, no tuvo una respuesta, aunque bien podía imaginarse a la perfección la situación de su hermano. Al bajar la mirada, alcanzó a ver que Finlandia se clavaba las uñas en las palmas de las manos una vez más. Exhaló, buscando evitar un suspiro notorio que pusiera alerta al menor. Ahí estaba otra vez el impulso por protegerlo.

𝐎𝐛𝐬𝐞𝐬𝐬𝐢𝐨𝐧 || Finland [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora