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«El amor es un concepto universal relativo a la afininidad o armonía entre seres, definido de diversas formas según las diferentes ideologías y puntos de vista».


Finlandia no sabía amar. No de la forma sana, correcta, o ─en otras palabras─ socialmente aceptable. Aquello estaba escrito no solo en sus antecedentes, podía sentir como si esa característica alguien la hubiese tallado en su propio corazón dentro de su pecho, más allá de su pasado o su presente, era propio de él.

Sus emociones eran siempre excesivas, ardientes muy al interior de su cuerpo. Exigían salir y eran difíciles de controlar; o jodían a las personas a su alrededor con su complejidad y tendencia destructiva, o lo mataban a él, quemándolo desde dentro ante una absoluta falta de control o regulación. Vivir amando como Finlandia era un maldito suicidio, uno que él había cometido en más de una ocasión.

«Intenso», sería quizás el adjetivo más aceptable. «Visceral», si buscamos algo que lo describa con fidelidad.


Suspiró una vez más, quizá ya la quinta vez desde que la reunión había dado inicio. La charla tratada no hacía sentido en su cabeza, no había prestado ni un poco de atención a lo que decía ONU desde que este abrió la boca. No le importaba. Lo seguía con la mirada cada que recorría 'su escenario', después de todo debía disimular un poco su escaso interés. Sin embargo, sus ojos siempre volvían al mismo lugar.

El quinto asiento de la tercer fila, contando de arriba hacia abajo, justo al lado de la ventana derecha. No miraba una silla vacía, por supuesto, miraba al dueño de aquel asiento: Alemania siempre elegía ese lugar cuando ONU organizaba la reunión en China. Elegía ese sitio porque estaba lo suficientemente lejos de la ventana para que la luz solar no lo molestara, pero lo suficientemente cerca para poder apreciar el árbol cercis siliquastrum que estaba en el jardín exterior. Uno de los árboles favoritos del alemán.

Amaba cuando la junta era en aquella sala, el bello paisaje al exterior le regalaba una preciosa sonrisa en el rostro de su adorado alemán, que cautivaba casi toda su atención. Valía la pena no poder ver esos hermosos ojos de frente, siempre y cuando Alemania siguiera sonriendo como si estuviese enamorado.

Ojalá fuera de él.

──¿Sabías que ese árbol es conocido como 'árbol del amor'? ──preguntó girando hacia su derecha, donde estaba sentado Noruega. No le sorprendió ser ignorado, un segundo vistazo le bastó para darse cuenta de que el noruego traía puestos los audífonos. Bufó, regresó la mirada al frente, y su sonrisa volvió al ver la de Alemania──. Es un bello nombre... Ojalá me miraras así.

Aquel árbol representaba una ilusión que alguna vez había tratado de olvidar, y que lentamente se había apoderado de su mente, y de su corazón. Temía por lo que podía suceder desde que ese sentimiento se había adueñado de su cotidianidad, sin embargo ya no podía detenerlo. Se había enamorado de Alemania, cosa que lo aterraba.

──También lo llaman 'árbol de Judas' ──una voz a su izquierda lo sacó de sus pensamientos. Estonia estaba sentado ahí, mirando una libreta con garabatos mientras le hablaba indiferente──. Se cree que Judas Iscariote se suicidó colgándose de uno de ellos, y que por eso crecen encorvados.

──Gran forma de matar el romanticismo ──se quejó, dándole una mirada de molestia.

Su amistad con el estonio era rara, por decir lo menos. Se insultaban, se menospreciaban, y en más de una ocasión habían llegado a los golpes gracias a sus conflictivas y contrastantes personalidades. Por otra parte, se acompañaban; nunca juzgarían los peores pecados del otro, por lo que eran mutuamente ideales para desahogar lo más bajo y retorcido de sus corazones. Era del tipo de relaciones a las que Finlandia tenía tendencia.

𝐎𝐛𝐬𝐞𝐬𝐬𝐢𝐨𝐧 || Finland [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora