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—Bien Irwin —suspiró Christine, entrelazando sus dedos. —¿Para qué estamos aquí? —preguntó después de asegurarse de que el ambiente estuviera lo suficientemente tranquilo para pasar de tema, luego de una gran discusión que envolvió a la mayoría de los que estaban presentes. 

Para cualquiera anexo al grupo, les hubiera parecido que fue una gran discusión. Gritos venían ida y vuelta junto a groserías y amenazas de decir el secreto que tanto temían. Pero para los chicos ya era algo habitual. 

Todas sus discusiones quedaban en eso; en discusiones. Nunca llegaban a ser algo más allá de eso. Nunca llegaban a agredirse físicamente ni a convertir en realidad las amenazas. 

Pero lo que dicen es cierto. Las palabras duelen más que los golpes y más de alguno había salido herido, enojándose por meses. 

Pero esta no fue la ocasión. Lo más probable es que en unas horas más se acordaran de la discusión con sonrisas en sus rostros y risas siendo escuchadas por toda la casa. 

Ashton, quien estaba sentado en el suelo junto a Calum, con un vaso de bebida sentado entre el espacio que se forma entre sus piernas al doblarlas, quitó el sudor inexistente en las palmas de sus manos mientras a su alrededor se formaba un silencio, sus amigos atento a las palabras que saldrían de su boca. 

Exhaló una gran bocanada de aire antes de encontrar el coraje para decir las palabras y la voz para pronunciarlas.

—¿Se acuerdan de Andy? —preguntó temeroso, su rostro desconfigurandose con incertidumbre. 

Sus manos agarraban el vaso con fuerza, temía romperlo si esforzaba un poco más de empeño. Sentía su garganta seca, como si hubiera tenido que atravesar el Desierto de Atacama con una botella igual de vacía que su alrededor. Su corazón latía contra su pecho, colocandolo aún más nervioso. Sus ojos viajaban por los rostros familiares de sus amigos, todos sosteniendo la misma expresión. 

Incredibilidad. 

Ashton sabía perfectamente que a sus amigos no les simpatizaba y por eso, tenía que escoger con sabiduría sus palabras. Cualquier palabra, por muy simple que fuera, podía desatar la furia en ellos al igual que había sucedido momentos atrás, segundos antes de la discusión. 

No era la primera vez que intentaba pedir consejos en las personas que más admiraba y por las que más se preocupaba en su vida, junto a su familia. Eran pocas las veces, que hasta las podía contar con los dedos de sus manos sin olvidarse de algún momento. 

Todos pensaban lo mismo, hasta Lydnsey que no se encontraba en la habitación. Todos pensaban que Ashton era tan testarudo. Según ellos, no lograba ver las otras posibilidades que la situación podía conllevar. Posibilidades que recién a tres meses de haberle pedido que fuera su novia y a casi un año de la primera conversación que tuvieron, comenzaba a ver. 

Así que, cuando todos suspiraron y gruñeron (excepto por Devonne, quien hundió su cuerpo en el sofá, escondiendo su rostro bajo las cortinas de su pelo) luego de escuchar el nombre, supo que tendría que hablar rápidamente antes de que se levantaran uno a uno y salieran de la casa, dejando al pobre solo con sus problemas atormentándolos.

—Si vas a hablar de ella, mejor me voy —comentó Christine, apoyando sus manos sobre sus rodillas para poder levantar su cuerpo del sofá. A su lado se encontraba Michael, quien la imitó rápidamente.

Exactamente con ella, ha sido con la que más ha tenido discusiones sobre la chica desconocida-no-tan-desconocida. Christine intentaba fuertemente que Ashton abriera los ojos, viera más allá de su pequeño círculo. Lo único que quería y que más deseaba, es que se diera cuenta de que se trataba de una trampa que cayó más fácil que un ciervo hambriento.

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