Paul salió del mar con el cabello mojado, bajo la atenta mirada ambar oculta bajo lentes oscuros. El sol brillaba sobre el mar azul y quemaba sobre sus hombros, había estado allí un par de horas practicando en las olas, Daniel que esperaba sentado bajo un quitasol se apresuró a caminar hacia la orilla y cubrir el cuerpo mojado con una toalla.
Paul tenía frío y se acurrucó en los hombros de su amigo para recibir calor.
Daniel tomó su propia toalla y secó su cabello con gentileza. Paul se dejaba hacer y observaba esa sonrisa especial del más bajo. Con Daniel todo eran mimos, hasta le daba de comer en la boca o eso hizo ahora que el rubio manifestó tener su plano estómago vacío, tenía veintiocho años, no estaba en edad para tales cuidados, pero cuidar estaba en la naturaleza de Daniel y su sonrisa, querer bien a la gente, entregarse.
Paul se preguntaba por qué con treinta y dos años el mayor no se había casado ni tenido hijos, sentía que sería un excelente padre, observaba el paisaje de la carrera costera, el sol del atardecer inundaba todo de naranjo, mientras el silencio hacia lo propio. Daniel manejaba con los ojos pegados en el camino, el Rubio se intentaba adivinar que estaría pensado en su inquebrantable melancolía y Daniel meditaba acerca del silencio, en lo agradable que era no decir nada mientras Paul estaba a su lado, Daniel no hablaba con palabras, todo lo que tenía que decir lo tocaba en algún instrumento, Paul parecía entenderle, le respondía un "te estoy escuchando" en la guitarra, todo sencillo, nada complejo, no intentaba corregirle ni darle un discurso sobre lo que le parecía bien o mal, mucho menos con un solo magistral e innecesario. Parecía ser que le entendía y podía hablar mediante su boca.
Paul sentía a veces que el fantasma de Daniel, mediante sus acordes se aproximaba detrás de su espalda, con la respiración tibia exaltando en su cuello, que tomaba su mano dominante con gentileza y escriba cosas sin sentido. "Sé mi deseo" estaba garabateado en su cuaderno, solo esa frase, de algo que podría ser cualquier cosas sin patas ni cabeza, pero qué el rubio preservó celosamente, no lo consultó con Nadie, no intentó ahondar más en ese sentimiento que le había atravesado, solo lo dejó congelado para un futuro incierto.
-Dani...- dijo cuando sintió que debería tomar su mano, solo azar sin ninguna explicación.
- Dime, Paul. - respondió con esa sonrisa que a Paul le parecía tan sincera, tan amable, una expresión que solo en Daniel podía mirarse auténtica, no era protocolar, era una expresión que vomitaba desde sus entrañas, el mismo lugar que se revolvía en el interior del más joven al mirar sus dientes y la forma en que se arrugaba la piel cercana al borde de sus ojos, era automático, el mayor sonreía solo por escuchar su voz, solo porque era él.
- Nada . - respondió y las aguas volvieron a estar quietas, el sonido del motor volvió a reinar en el ambiente
Daniel frenó en seco una vez hace unos cuatro o seis años en que el exceso de tequila lo hizo mirar demasiado al rubio que se dejó caer a su lado en un sillón y en condición de bulto, el de ojos azules acarició su suave rostro mientras tomaba de una botella de agua mineral, lo acariciaba mientras bebía, como si fuese un infante con su biberón. Paul había tenido una regresión a un estado de la conciencia propio de 1981, luego volvió a ser un adulto al salir del efecto del alcohol.
- Tus labios son demasiado lindos como como para ser un hombre, Dan. - cerró sus ojos de color marino - son tan fucsias que parece siempre que te los pintaste. - arrastró las palabras acariciándolos con sus dedos , ocasionando cosquillas al receptor de aquello.
El pecho del mencionado tuvo la intuición de que esa escena terminaría en algún beso.
Paul podría ser todo lo impulsivo y emocional que quisiera, pero no Daniel. Daniel jamás dejaría que sus sueños y sus proyectos se fueran por la borda por un minuto de placer o una noche, unos días, unas semanas, meses o quizás años de placer que tenía la certeza de que terminarían. Por sobretodo él quería al rubio incluso más de lo que odiaba las lágrimas que a veces solían asomarse por esos ojitos azules, así que desvío con su mano izquierda el sentido del movimiento de la cabeza ajena que ya no llegaría a sus labios, sino que a su pecho y al sentirlo contra sí solo suspiró para luego besar su rubia cabellera.
El recuerdo se esfumó de sus mentes al llegar al estudio donde el resto de la banda bebía café.
Los ensayos continuaron tan normales incluso con las bromas usuales de Carlos y de Sam.
- no se miren tanto... Eso es gay. - se reían al unísono.
¿Qué quería decir Daniel con las melodías que tocaba?
Solo él mismo lo sabía, el y Paul tal vez.
Fin