Salem

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'La vida es muy corta para amarte en una vida, prometo buscarte en la otra'

Al principio Salem era para mí un lugar seguro, un lugar al que podía regresar después de un pesado y largo viaje.

Recuerdo ver las calles en otoño ser pintadas del precioso anaranjado de las hojas que caían de los árboles, y ser inundadas con el aroma adictivo de pan recién hecho. La tierra de las calles era hogar de preciosas flores que crecían en cada orilla. A la vista, Salem era un lugar donde la magia habitaba sin siquiera ser llamada.

Y para nuestra desgracia, esa misma magia fue la condena de muchos cuellos durante las campanadas macabras de Octubre.

Uno. Dos. Tres. Cuatro campanadas.

El sacerdote Louis alzaba ambas manos con euforia, gritando de felicidad y sin ningún arrepentimiento.

— ¡Enhorabuena! ¡La Bruja del mercado a la que tanto temían ha sido juzgada, mañana en punto de las 10 será su sentencia!

Aquellas amargas palabras podían salir de su boca sin quemarle la garganta. Toda la gente vitoreaba alegre, pensando que el mal era erradicado en nuestra tierra.

Y mi madre en cambio solo podía apretujar mi mano rogando no ser la siguiente víctima.

No paso mucho tiempo cuando el nombre de la siguiente persona juzgada sonara de boca en boca entre cada habitante del pueblo, susurraban con morbo cada letra como si pudieran saborearla, haciendo más retorcido aún el placer qué les daba ver gente siendo quemada.

— Dicen que es Darwin Fishman — Comentaban con sorpresa.

Pueden llamarle destino pero para mí no era más que el castigo divino. Mi peor pecado era haber juntado mi alma con un igual, haber deseado tanto de él como le fuera posible a mi corazón y, por si faltaba agregar más leña al fuego, ser codicioso y ambicioso, solo sintiendo anhelo de más y más de aquel hombre al que alguna vez llamé amante.

— Lo vieron con Jonathan Kidd en el granero qué esta al sur de la iglesia.

Por si el dolor no pudiera incrementar más, la condena no solo me pertenecía a mí, sino también a él.

Su rostro pálido, sus mejillas rosas y su bella cabellera rubia quedarían grabadas en mi mente, en mi corazón y en mi alma.

Pero inevitablemente su voz ahogada en pánico se reproduciría para siempre en mi cabeza mientras lo veía ser consumido en llamas frente a mis ojos ardientes de dolor.

— ¡Maldito Maricón!

Podía escuchar las voces de los pueblerinos mientras aplaudían nuestra muerte, yo en cambio en un intento por calmar el daño irreversible qué estaba sufriendo el amor de mi vida, solo pude gritarle desde el fondo de mi alma, desde lo más adentro de mí ser.

— ¡Te amo Jon! ¡Te voy a buscar en nuestra próxima vida y te amaré más que como te amé en esta, podre luchar por nosotros con valentía, porque aunque estemos en otro universo, mi alma siempre reconocerá a la tuya!

Por mi mente jamás pasó que tal vez esas palabras fueran un pacto con la muerte, y sinceramente eso tampoco me importó. Yo lo buscaría sin descanso hasta encontrarlo, y entonces seríamos felices.

Y que así sea.

Así será. 

Aunque la muerte nos separeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora