Morir por amor

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Dante Bellerose.

La última carta fue volteada; Los amantes. Al ver la bella figura que simbolizaba mi corazón comenzó a latir con fuerza, mis manos temblaban y mi mirada se nublaba.

Después de analizar cada carta una por una, pude deducir la gran pregunta que estos últimos días vagaba por mi cabeza. La magia, la brujería, la astrología y la adivinación siempre fueron temas que atraían a mi ser con bastante fuerza, y bajo la increíble insistencia terminé cayendo; soy un brujo.

Pero el ser humano es ambicioso, siempre estamos en busca de más y más, sin embargo a diferencia de cualquier otro, yo no quería fama, dinero ni nada parecido. Algo mucho más profundo se quedó incrustado en mí y como cualquier buen practicante de la magia haría, solo pude recurrir a ella por mi propia cuenta para poder conocer con exactitud mi nuevo capricho; quién fui en mi vida pasada.

Siempre consideré que nací con un don, tal vez no he abierto mi tercer ojo todavía, pero sí que hay una llama mágica encendida en mi interior desde el día uno. Cuando de pequeño observaba las nubes de vez en cuando veía rostros, nada fuera de lo común ya que al verlos desde que tengo memoria siempre me pareció algo completamente normal, pero esa idea era completamente errónea y no lo supe por las buenas.

Las personas que veía en las nubes morían al día siguiente.

Y yo había visto a mi abuela.

Mi madre, originaria de México, siempre me decía que yo tenía una peculiar relación con la muerte, pues nací el 2 de noviembre; en su país este día se festeja el día de muertos. Creo que fue desde ahí que el ocultismo comenzó a aparecer en mi vida y a estar presente en mí día a día.

Hoy no era la excepción, mi don me permitiría confirmar de una vez por todas que fue lo que pasó en mi anterior vida, aunque no recuerde cada minuto de los años que viví tan solo los pequeños detalles que conozca bastarán lo suficiente para mí.

Recosté mi cuerpo aun temblando en el colchón de mi cama y cerré los ojos con mucha esperanza. Supe de inmediato que debía abandonar los nervios y estar seguro de lo que estaba a punto de hacer.

Mis labios murmuraron una petición a mis guías espirituales y empecé con la meditación rutinaria.

Visualicéuna puerta frente a mí, esta era la que me llevaría a la verdad, la luz blancaque desprendía era cegadora y cuando puse un pie dentro pude sentir una corriente recorrer desde mi cabeza hasta la punta de mis pies, fue ahí cuando confirmé que estaba teniendo éxito en lo que estaba haciendo.

Achiqué los ojos para intentar ver algo en medio de tanta iluminación, pero no fue necesario pues está bajo la intensidad por sí misma. Fije la mirada a mis pies y un terreno se hizo presente, debía comenzar a preguntar.

¿Quién soy? ¿Cómo me llamo? ¿En dónde estoy? ¿Qué año es? ¿Soy hombre o mujer? ¿Quién es mi familia?

Tantas preguntas inundaban mi mente en tan poco tiempo, sabía perfectamente que debía tranquilizarme o algo saldría mal y tal vez, solo tal vez, me quedaría atrapado aquí.

Di tres respiraciones profundas y volví a cerrar mis ojos, tenía que ir despacio.

— ¿Cómo me llamo? —pregunté en voz alta.

Mi cuerpo en ese instante comenzó a levitar y mareos se hicieron presentes, apretuje mis ojos evitando la entrada excesiva de luz hasta que una voz suave se hizo presente.

— ¡Darwin! Hijo, muchas felicidades — gritó emocionada.

Abrí mis ojos rápidamente encontrándome con una figura femenina; una mujer mayor de aproximadamente 56 años de edad. Su cabello azabache despeinado cubría algunas partes de su cara, pero aun así sus ojos cafés podían deslumbrar.

Aunque la muerte nos separeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora