(3) El Blog de Martina.

3K 348 345
                                    

Un día después de su caída en motocicleta, Martina salió de su casa con una amplia sonrisa. Lo exagerado fue que se aproximó hacia mi antejardín con muletillas. Sí, con muletillas. ¡Solo se había hecho una herida en la rodilla! 

—¡Martina, qué encanto! ¿Cómo estás? ¿Ya mejor? —preguntó mamá mientras le pasaba un paño a nuestro Porsche negro. 

—Sí, señora Sett —le respondió, contenta—, ya me operaron. Estoy mejor. 

Vaya dramatismo. 

—Oh, no me digas Señora Sett. Me puedes llamar Carla. 

—Bueno, señora Sett. 

Mamá no dijo nada al respecto, pero sonrió de manera resignada. 

Bueno... veo que traes una cámara muy bonita... 

—Sí, señora Sett, mi papi Nils me la compró y se la vengo a mostrar a Miles. Tengo un blog donde grabo a los animales que hay en el santuario. El blog se llama: Martina La Cochinilla. 

—¡Qué lindo nombre! ¿Sabes qué? Ya tienes otra suscriptora. 

—Muchas gracias —le sonrió amablemente—. Usted será la primera. Aún nadie se suscribe.

—Pues es un honor, querida. Miles... ¿saludaste a Martina? 

No sabía por qué carajos me ardían tanto las mejillas. Sobre todo cuando mi madre usaba un tonito un poco picarón al hablarme de ella. 

Agh. Le moví la mano con cierta timidez. Apenas nos conocimos ayer y ya me buscaba para jugar. ¿Que acaso no tenía más amigos o qué? 

—¿Quieres venir a grabar conmigo? —me hizo la invitación. 

—Pero va a llover... —repuse, buscando cualquier excusa para quedarme en mi casita. 

—¿Y qué? ¿Eres alérgico al agua? —Mamá alzó una ceja—. ¡No hay nada más divertido que correr bajo la lluvia! 

Vale, accedí. Después de todo ella me hacía sentir menos solo en un lugar donde no conocía a nadie. En ese momento no sé cómo pasó ni que impulso tomamos, pero echamos una carrera. Íbamos llegando al parque hasta que se dio cuenta de que había dejado sus muletillas en el pasto de mi casa. Muy coja no estaba que digamos. 

Ups, atrapada. 

—Así que muy enferma, ¿eh? 

—Oh... Creo que ya me mejoré. —Ella se sorprendió. 

—Si estás fingiendo, será nuestro primer secreto. —Le guiñé el ojo. 

—¡No estaba fingiendo! 

—Sí claro. —Negué con la cabeza curvando mis labios hacia arriba, a lo que ella me miró con recelo—. Deberías llamarte: "Martina la mentirosilla". 

Un Caos del Presente (Tercer libro de la saga Viajeros)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora