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"Nueva empleada"

¿Qué se debe hacer cuándo se está unido con alguien que no se ama?

Lo más sensato sería separarse y cortar por lo sano, ¿verdad?, pero en la vida de Minatozaki Sana no era tan fácil, el tener dos padres controladores y una novia que sólo la tiene como a un puto trofeo, era odioso.

Si, Sana odiaba a sus padres y novia, su familia era una de las más adineradas en Japón, por lo tanto debían mantener una imagen de "familia perfecta" y en esa familia perfecta debía ir incluida la pareja de la primogénita de los Minatozaki, Momo, una mujer que sólo sirve para alardear de sus riquezas y de la excelente pareja que tiene.

Patético.

Ambas llevaban menos de seis meses de noviazgo arreglado y Sana ya no la soportaba. ¿Cómo es que alguien no se daba cuenta de que no le amaban? Aquello no cabía en su mente, sinceramente el estar unida de manera sentimental con una persona que odia y detesta, era tedioso y cansado.

Espantoso.

Sana tenía diecinueve años recién cumplidos, estudiaba diseño de interiores en la universidad más costosa e importante de Japón, logrando aquello que llamara la atención de muchas personas, algo que quería evitar a toda costa aunque fuera imposible.

Era aislado cuando de personas se trataban, en un mundo como en el que vivía Sana se debía tener cuidado, nadie era realmente amable cuando se le acercaba, y si lo eran sólo actuaban para buscar debilidades y utilizarlas a su favor, cosa que Sana no permitía jamás.

Sus padres, además de controladores, eran muy sobreprotectores. Minatozaki estaba cansada de tantos cuidados, maldición, ¡Ella ya era una adulta!, sus padres no querían entender eso, pero ¿qué culpa tenía ella de que sus cerebros no sirvieran para una mierda que no fuera el dinero, la fama y la fortuna? Sus abuelos eran mejores padres que los propios, siempre que iba a visitarlos se sentía libre y en paz, no se sentía vigilada ni el centro de toda la atención.

Sus abuelos paternos eran muy libertinos, demasiado para el gusto de sus padres, pero aquello le agradaba mucho, al menos con ellos podría hablar de cualquier cosa sin ser juzgada o regañada.

— Amor, ¿en qué piensas? —sintió las manos de su novia enredarse en su cintura de manera posesiva cuando un hombre miró descaradamente su cuerpo. Ambas estaban en el centro comercial comprando algunos trajes de gala, los padres de Momo habían organizado una fiesta para formalizar el noviazgo de su hija mayor y más consentida, y Sana como buena novia que era debía asistir aunque no lo quisiera.

Rodó los ojos ante la estúpida actitud de su pareja y soltó el agarre que la otra mantenía sobre su cuerpo.

No le gustaba para nada el contacto físico y esa era una de las especialidades de Hirai Momo, el ser una empalagosa de primera.

—No es nada, Momo— reforzó el agarre en sus bolsas para no salirle con una patada a la mayor, odiaba con toda su alma que Momo se le pegara tanto cada vez que otro hombre o mujer la veía, pero cuando no era así, era ella quien coqueteaba con otros chicas aun estando consciente de la presencia de su novia. Sana no estaba celosa, no, pero le molestaba el grado de descaro e hipocresía que mostraba su pareja.

—¿Estaremos juntas toda la noche de la fiesta, verdad bebé?. — preguntó la mayor con picardía en su voz, ignorando por completo la sequedad de Sana en su contra.

"Aquí vamos de nuevo". Pensó con fastidio.

Habían estado discutiendo por el mismo tema tiempo atrás, Sana no se había entregado en cuerpo y alma a Momo, ni tenía intenciones de hacerlo.

Hirai era una picaflor y mujeriega, Sana estaba consciente de que esta le era infiel, pero no se molestaba ni le reclamaba en nada, después de todo si ella no podía complacerla alguien más lo haría, ¿cierto?

—Ya te dije que no, Momo, no voy a quedarme contigo toda la noche — respondió con tono cansado.

Momo sabía perfectamente que Sana no le amaba en lo absoluto, pero esa pequeña rubia tenía algo que ella quería a como diera lugar.

Su virginidad.

Momo había estado con muchos hombres y mujeres, era abiertamente bisexual, por lo cual tenía una fila muy larga de pretendientes. Pero ella sólo los usaba para calmar sus tremendas ganas de follar a su pequeña Sana, aquella chiquilla de actitud fría e indiferente que le había cautivado desde la primera vez que la vio en el jardín de niños.

Qué suerte que su suegra sea mejor amiga de su madre.

—Pero, Sha, bebé. —hizo un puchero que para cualquiera sería adorable y hasta cierto punto irresistible, pero para Sana aquello resultaba infantil y estúpido, algo que no le gustaba para nada.

A veces sentía que estaba con una mocosa de cinco años encerrado en el cuerpo de una mujer de veintidós.

—Ya basta, Hirai, dije que no y punto. No voy a quedarme contigo toda la noche.

Momo frunció el ceño y dejó el tema en paz, no se daría por vencida, haría lo que pudiera para lograr tener a la rubia en su cama, a las buenas o a las malas.

La pareja se dirigió al coche de la mayor, un BMW de dos puertas de color gris platinado, a Sana no le gustaba ese auto, esa clase de carros eran para niños mimados, y aquello era irónico ya que Momo era exactamente una niña mimada.

Aquellos que obtienen todo de todos cuando lo exigen.

En todo el camino a casa se mantuvo en silencio, observando el paisaje a través de los cristales polarizados. Estaba agotada tanto física como emocionalmente, ya no sabía qué hacer para alejar a Momo de su lado, no lo hacía ella misma porque estaba cien por ciento seguro de que sus padres intervendrían a favor de Hirai, y capaz hacían que se casaran para estar juntas toda la vida, como la hermosa, a ojos de la gente, pareja que eran.

"Mi vida es una pesadilla". Pensó a la vez que suspiraba.

Al llegar a casa fueron recibidos por la mujer más egocéntrica existente sobre la faz de la tierra, Minatozaki Aiko, la madre de Sana.

—¿Ya llegaron? — Muy inteligente pregunta. "No madre, me quede en la tienda". Quiso decirle, pero se abstuvo, ya vería como haría pagar a esa mujer todo ese sufrimiento, y estaba segura de cuáles eran sus puntos débiles.

Sana se fijó que a un lado de su madre se encontraba una joven con cabello oscuro y porte robusto, ojos oscuros y rostro perfilado. Era alta y vestía un traje negro que marcaba perfectamente cada parte de su musculoso y tonificado cuerpo. Sus piernas, sus malditas piernas.

Hermosa.

—Madre.—Aiko giró hacia su hija. – ¿Quién es ella? — preguntó refiriéndose a aquella mujer tan caliente.

La mujer lo miró confundida hasta que reaccionó: —¡Oh! hija, ella es tu nueva guardaespaldas, Chou Tzuyu— la presentó.

La azabache asintió e hizo una reverencia perfecta para luego mirarla a la cara. Ambas sostuvieron la mirada. Sana sintió una conexión con esa mujer. Lamió sus labios y admiró con una sonrisa ladina a su nueva empleada.

"Si esta mujer es mi guardaespaldas trataré de ponerme en peligro muy seguido".

"Si esta mujer es mi guardaespaldas trataré de ponerme en peligro muy seguido"

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𝐈𝐧𝐭𝐨 𝐘𝐨𝐮 - 𝐒𝐚𝐭𝐳𝐮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora