IX

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"Descubiertas. Odio"

Tzuyu seguía castigando a Sana. No había permitido que la chica se corriera en ningún momento, pero no había parado de sobrestimularla tampoco.

Sana estaba sensible, quería pedirle perdón a Tzuyu y decirle que obedecería lo que fuera que la mujer pidiera. Pero había un pequeño detalle.

Su maldito orgullo no la dejaba.

—Sigo esperando, Sanashine. — Habló Tzuyu mientras acariciaba su pecho. —¿Obedecerás o tendré que dejarte aquí excitada?

A la mierda el orgullo.

—¡Sí!

—¿Si qué, Sana? —sabía lo que quería la chica, pero quería oírlo salir de sus propios labios. —O-obedeceré, Tzuyu, p-por favor deja que me corra ya. — que Sana dejara de lado su orgullo y que rogara de esa manera le ponía a mil.

—No dejaré que te corras aún. —apretó el clítoris de Sana, la chica se quejó y Tzuyu la besó. Duro y sucio, sus lenguas se enredaban y se paseaban por cada rincón de sus bocas. Tzuyu chupó los labios de Sana y los mordió. —Aún no tienes mi polla en tu coño, pequeña.

Alzó la pierna de Sana sobre su hombro, alineó su miembro en la entrada de la menor y la penetró fuerte. Ahora si no aguantaba más, ya le había hecho sufrir lo suficiente.

Embistió con rapidez, sus estocadas eran certeras, dando justo en el punto dulce de la chica. Sana tomó a Tzuyu de los hombros y mordió su cuello, la azabache gruñó y embistió más fuerte, sacándole un pequeño grito a la rubia.

—J-joder, que delicia... — Tzuyu ya no podía parar, no quería parar. Estaba extasiada con sólo ver a Sana siendo follada por ella, le encantaba. La chica era magnífica, y como ella había dicho...

Era sólo suya.

Sana sintió un hormigueo en su vientre y supo que pronto se vendría, con sus uñas marcó la espalda de Tzuyu y volvió a besarla, se había vuelto un adicto de sus labios. Respiró más fuerte en cuanto Tzu la tomó del cabello y dejó su cuello a la vista. Lamió y dejó chupetones que en un buen tiempo no se borrarían.

—Me vengo, Satang... —jadeó la azabache en su oído. Masturbó a Sana a la par de sus estocadas y se vino junto a la rubia.

Sacó su miembro de Sana y puso a la chica sobre ella, la abrazo y peinó su cabello con sus dedos, acarició su rostro y besó su mejilla con dulzura, un pequeño roce únicamente.

Sana pasó sus brazos alrededor de su cuello y posicionó su cabeza en su hombro, estaba agotada. Tzuyu podía darse cuenta de ello, observó las marcas en el cuerpo de la chica y no pudo evitar que su pecho se hinchara de orgullo, a sus ojos, Sana era la perfección pura.

—Tengo sueño, Chewy. — habló bajito, como una pequeña bebé.

—Lo sé, bebé, pero debo limpiarte primero. — Tzuyu se levantó, cargando a Sana por sus muslos. Se dirigió al baño y abrió la regadera, bajó a la chica y se dedicó a limpiarla minuciosamente, admirando su cuerpo en el proceso.

—Eres tan hermosa. — susurró sobre los labios ajenos. Sana se sonrojó y negó.

—No más que tú. —Tzuyu rió y la besó, suave, disfrutando del toque de sus labios.

Al terminar de bañarse entre risas y caricias, ambas mujeres se vistieron. Sana se había puesto un pijama, estaba endemoniadamente cansada. Tzuyu se había puesto su traje negro nuevamente, debía salir de la habitación de su jefa y darse una vuelta por la casa. Tal vez encontraría algo que comer también.

Comer.

Recordó el desayuno de Sana y lo colocó sobre las piernas de la chica.

—Debo asegurarme de que comas todo lo que hay aquí antes de que me vaya. — Sana chilló tiernamente y negó. —Te lo vas a comer todo, Sana, no voy a irme hasta ver esta bandeja vacía.

Sana frunció el ceño y abrió la boca, Tzu sonrió complacido y la alimentó, tal y como si fuera una niña.

Una muy provocativa.

Ambas volvieron a besarse, ignorantes del sonido de la puerta siendo abierta, y de Minatozaki Aiko entrando a la habitación junto a Hirai Momo.

— ¡Minatozaki Sana! — la nombrado saltó y abrió los ojos asustada de ver a su madre y su prometida. Quitó la bandeja de sus piernas y se levantó con rapidez. Tzuyu había hecho lo mismo, pero su rostro estaba neutro, había jurado proteger a Sana de cualquiera, no había excepción alguna sobre su juramento.

Si Sana negaba todo debía seguirle el juego, no quería meterla en más problemas de los que tenía.

Sana temblaba fuertemente, apretó la mano de Tzuyu y la misma le devolvió el gesto, tratando de calmarlo. Aiko se dio cuenta de ello y jaló a Sana con ella, miró a Tzuyu con asco y furia, abofeteó a la chica y la empujó fuera de la habitación.

—¡Madre ya déjala, por favor! — intentó ir tras ella, pero el agarre de Momo sobre su brazo lo había impedido. Miró a la puerta y observó como Tzuyu le sonreía, leyó sus labios y sintió que su corazón se partía en pedazos.

Te amo, Sana.

— ¡Joder, Momo, suéltame ya! —Momo la empujó a la cama y cerró la puerta con pestillo, se acercó a la rubia con rapidez y la sacudió bruscamente, los celos apoderándose completamente de ella.

—¡¿Qué mierda estabas haciendo con esa tipa, Sana?!

—¡Ese no es tu jodido problema, Hirai, lo que yo haga es asunto mío! —Momo cabreada era intimidante, pero a Sana le valía mierda, ella quería estar con Tzuyu, quería abrazarla y besarla de nuevo.

—O me dices ahora que jodidos hicieron aquí o no respondo.—amenazó fuertemente. Sana la empujó y se levantó, las lágrimas luchando por salir de sus ojos.

—Tuvimos sexo, Momo, Tzuyu tuvo sexo conmigo, ¿feliz? —Momo la miró sorprendida y abrió la puerta de la habitación y encerró a Sana en ella para bajar corriendo por las escaleras. Buscó a Tzuyu y la vio con la cabeza gacha, siendo insultada y golpeada por su suegra.

Tzuyu no había dicho o hecho nada en lo absoluto, se mantenía completamente silencioso, neutro. Estaba preocupada por Sana, la chica no tenía la culpa de nada, ella sólo debía protegerla, y eso iba hacer.

Miró por las escaleras y vio como Momo se abalanzaba sobre ella, golpeando su rostro completamente encolerizada.

— ¡Te dije que te alejaras de Sana, jodida mierda! —Tzuyu empujó con fuerza a Momo y empezó a golpearla por igual, descargando toda su furia sobre cada golpe.

Varios hombres entraron a la sala y los separaron, era otros guardias de seguridad que cuidaban la mansión de los Minatozaki. Aiko se acercó a Momo completamente preocupada.

—¿Estás bien, Momo? — la nombrada sólo asintió y cubrió su rostro golpeado.

Tzuyu era sostenida por tres hombres, respiraba fuertemente, enojada. Que Momo tratara a Sana como un objeto le jodía hasta la médula. Esa tipa no merecía siquiera una mirada de su pelirrubia.

—Saquen a este salvaje de mi casa ahora. Y tú. —habló dirigiéndose a Tzuyu. —Estás despedida, no quiero verte cerca de mi hija de nuevo.

Maldita sea.

Maldita sea

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𝐈𝐧𝐭𝐨 𝐘𝐨𝐮 - 𝐒𝐚𝐭𝐳𝐮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora