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"Dolor. Encierro"

El rostro de Sana estaba empapado en lágrimas.

Con cada sollozo que soltaba sentía que el aire le faltaba. Sentía su corazón doler terriblemente, recordar cómo había sido tratada Tzuyu por su culpa le hacía sentir miserable.

Estaba destrozada.

Llevaba rato golpeando la puerta de su habitación, había escuchado toda la discusión, quería salir y ayudar a Tzuyu, decir que la mujer no tenía la culpa, quería defenderla.

Las palabras de Tzuyu habían calado profundamente en su pecho, "Te Amo" había leído de sus labios. Sana también la amaba, lo hacía y mucho, Chou Tzuyu era la única mujer que le había tratado bien, la única que se había interesada verdaderamente en ella.

La única que había logrado enamorarla.

No podía creer que la habían despedido, mierda, si tan sólo hubiera estado más atenta a la maldita puerta nada de eso habría ocurrido. Si tan sólo hubiera forcejeado más con su prometida habría aclarado todo.

Ira lo recorrió al recordar a Momo, Sana jamás la vería como algo más que una basura, una egocéntrica, detestable y vil basura.

Jaló sus cabellos con fuerza y gritó frustrada, golpeó la pared con sus puños y cayó de rodillas al suelo, dejándose llevar por el llanto nuevamente. Sana no quería estar allí, quería salir y buscar a Tzuyu, quería estar con ella. No quería seguir siendo controlada por su madre, esa arpía sin cerebro y de oscuro corazón.

Recordó a sus abuelos paternos, Minatozaki y Minatozaki, las únicas personas que le habían entendido verdaderamente. Las únicas personas que le habían enseñado lo bueno de la vida, lo bueno de ser feliz.

Los había defraudado terriblemente, había defraudado a sus abuelos y a Tzuyu al no hacer absolutamente nada. Al quedarse quieta y no soltar ni una palabra.

La puerta fue abierta, dejando ver a Momo golpeada. Sana la vio con odio y se levantó, apretó sus puños y su mandíbula. Cuantas ganas tenía de destrozar a esa desgraciada infeliz.

— ¿Qué diablos quieres ahora, Hirai? — su voz estaba ronca y levemente quebradiza. No quería ver a esa tipa, no quería que Momo respirara el mismo aire que ella. Se sentía sofocada, amenazado.

Momo vio las marcas en el cuello de Sana y respiró hondo. Una mueca se formó en sus labios ante el dolor de los golpes anteriormente recibidos. En su interior saltaba de felicidad, por fin Sana sería suya, de ella y de nadie más.

—No me hables así, Minatozaki, te hice un favor al deshacerme de esa muerta de hambre.

Sana rió sin gracia y revolvió su cabello furiosamente. Esa idiota no podía estar hablando en serio, ¿verdad?

—¿Un favor, dices? — se acercó con rapidez a Hirai y estampó su puño fuertemente en su nariz. Momo retrocedió y cubrió la zona afectada, miró sorprendida a Sana y sintió como un líquido tibio bajaba por sus fosas nasales.

Sangre.

Sana tenía una leve sonrisa en su rostro, golpear a su prometida le gustaba, podía descargar su ira en cada golpe. Volvió a golpear a Momo, esta vez en el estómago, la empujó y siguió golpeándola, la ira estaba cegándola.

Sintió como era jaloneada y alejada de Momo, la chica no podía levantarse del suelo. Sana forcejeaba, gritaba mil y un maldiciones en su contra, nada de eso bastaba, se sentiría mejor viendo a Hirai Momo siendo enterrada varios metros bajo tierra.

Su mejilla ardió y vio a su madre frente a ella, Aiko estaba completamente seria, tal y como siempre era dentro de aquella mansión cuando no había nadie importante.

—Ya basta, Minatozaki Sana, no puedes tratar de esa forma a tu futura esposa.— reprendió arisca, no podía creer la actitud de su hija.

—¡Y una mierda, Minatozaki Aiko, primero muerta antes que casarme con esa maldita inútil! —gritó con la poca paciencia que le quedaba.

—Respétame, hija, soy tu madre. — Sana la miró con odio, Aiko sintió escalofríos recorrer su cuerpo. Nunca había sido vista de tal forma por su hija, sus ojos estaban oscuros, sus pupilas dilatadas.

—Mi respeto por ti se fue a la mierda desde el momento en que nací. — Escupió mordazmente. —Yo nunca te consideré mi madre, no lo hice antes, no lo haré ahora. Eres la peor persona existente sobre la faz de la tierra, Aiko, la peor.

Aiko adoptó una pose autoritaria y habló. — Pues bien, ya que no me tienes respeto, haré lo que quiera contigo, tal y como siempre lo he hecho. Tu boda con Momo será realizada en cuanto se cure de los golpes que recibió por parte de la salvaje que te cuidaba y por parte tuya. Estarás encerrada hasta entonces.

Sana iba a protestar, ella no amaba a Momo, no iba a casarse con esa bastarda jamás. Prefería lanzarse de un edificio antes que compartir una vida miserable junto a esa mujer.

Momo fue sacada por los otros guardias y Sana fue empujada con fuerza. Observó cómo Aiko salía y corrió a la puerta, pero ya era tarde, la mujer había pasado llave.

Sana siguió llorando y gritando, golpeó la puerta y las paredes hasta que sus manos sangraron. Gritó hasta el punto de quedarse ronca. Todo era inútil, nadie la sacaría de allí. Ella no podría salir y no podría buscar a Tzuyu.

Acarició sus labios con delicadeza, recordando los dulces besos de la azabache. Lágrimas siguieron bañando su rostro y Sana suspiró, estaba agotada física y emocionalmente. Apoyó su cabeza en la pared y dejó que sus ojos se cerraran, en su mente aún seguía el dulce recuerdo de la vez en que Tzuyu la consoló.

Sonrió con dolor y con voz rota susurró. —Yo también te amo, Chewy.

 —Yo también te amo, Chewy

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𝐈𝐧𝐭𝐨 𝐘𝐨𝐮 - 𝐒𝐚𝐭𝐳𝐮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora