V

84 23 1
                                    

PDV ANDRÉS

Ya estaba cansado de caminar por horas cuesta arriba y luego bajar montañas.

Parece que a Ari nunca se cansa, no sudaba ni un poco, tampoco paraba para descansar en una cuesta. Para ser solo un pintor oculta cosas: poseía poder mágico, sabía pelear, tenía una resistencia y agilidad increíble.

Antes de darme cuenta habíamos llegado a un pueblo, que reconocí rápidamente. Era un Reino aliado al nuestro, Forland. Un lugar muy bonito con grandes cascadas y muros de cristal de colores blanco, celeste, azúl.

Ahora estaba algo destruido por los demonios y no había señales de vida. Además de sus cristales captaban la señal de área y ahora eran de color rojo vino y negro.

Temía por el príncipe del reino, Sebastián. No sabría a ciencia cierta si lograría sobrevivir, estaba entrenando para ser caballero igual que yo. Pero el tomó un intensivo que sus padres aceptaron. Los míos no lo hicieron.

No había demonios a las afueras y en el reino parecía que tampoco, pero no estamos del todo seguros.

— Hay demonios termitas en el área, salen en las noches por su sensibilidad a la luz — habló Ari a mis espaldas tocando el suelo y sentir como vibra.

— No podemos quedarnos para saludarlos

— Pues no, pero este fue el pueblo más cercano y que recién fue atacado. Podemos encontrar algunas provisiones y tal vez sobrevivientes.

— ¿Cómo sabes eso? — estoy impresionado de cómo sabe tanto si la última guerra así terminó hace milenios.

— Pues la tierra vibra por su presencia, además que el aura de poder mágico se percibe si también tienes uno. Lo que este lugar es el último afectado es el intenso olor a sangre fresca.

— Ese olor a hierro oxidado...

— Exacto, hubo una masacre sin duda.
Cuidado con pisar alguna de esas como piedras aplanadas — señaló una algo cerca de nosotros. — Si lo pisamos despertaremos a uno y luego al resto del hormiguero.

Tragué en seco y asentí con la cabeza. Caminamos hacia el pueblo con cuidado de las piedras que cada vez que nos acercábamos al pueblo más y más aparecían.
Cuándo llegamos a la puerta del pueblo esta estaba destrozada y los primeros cuerpos mutilados por espinas aparecieron.

El olor a sangre era muy evidente hasta para a mí, que en la montaña apenas podía percibirlo.
Nos adentramos más y más hasta encontrar una herrería donde logramos encontrar armas increíbles de cristal muy resistente.

— Las armas de cristal... Si era cierto que son preciosas y al parecer muy buenas. Si que eran algo egoístas los que no querían exportarlas. — Ari agarro una espada con grabados hermosos en la hoja.

— Todas se ven muy pesadas

— Bueno... En realidad algunas si que lo son, pero las que tú usas son bastante livianas. Ten prueba esta — de la pared sacó una espada larga con grabados de runas en el mango y la funda. Al sacarla, la hoja color celeste y blanco se iluminó. La tomé en mis manos y me sorprendí lo liviana que era.

— Tu aura es blanca y celeste — sonrió el mientas miraba si había comida en la alacena del almacén, nada.

— Hay que buscar un hangar o una panadería — agarró de la repisa una espada larga que parecía ser un sable.

Salimos con cuidado y caminamos cuesta arriba para buscar desde más arriba una panadería o algo similar. Al final había una feria totalmente desolada y llena de montañas y montañas de cuerpos muertos de los pueblerinos.

La imagen era tan cruel que también encontré el cuerpo del rey Carlos en la pila. Los ojos se me pusieron llenos de lágrimas al ver la mano del hijo mayor y heredero al trono, Tomás. No veía a la reina ni a los otros dos príncipes. Podrían seguir vivos en algún lugar de su antiguo hogar.

La reina yace en el piso con un charco de sangre alrededor, un pico estaba incrustado en el abdomen. Me derrumbo por dentro y no puedo seguir el paso, Ari me mira confundido.

Pareciera que está acostumbrado o algo por el estilo, hace que mi confianza en el ande cayendo y esfumádose. Su falta de empatía me hace pensar si era tan bueno como siempre pensé. Pero su apariencia ahora es muy diferente a la que recuerdo.

Tiene el pelo corto, una cicatriz en la ceja que jamás había visto por su cabello anterior. Ya no tiene su bata grande, ni su camisa de botones.
Ahora era solo una camisa sin mangas que descubría sus hombros, haciendo que sus músculos se vean, hay una marca que sobresale de su espalda, pero no se llega a ver más que un filo por el hombro.

— Vamos rápido, no podemos quedarnos aquí — su mano toca mi brazo y lo pasa por sus hombros y con la otra mano me toca de la cintura para que camine.

Caminamos hasta una bodega de aquella feria, hay pan y muchos suministros, agarramos en una mochila grande todo lo que pudimos y en una cantimplora agua limpia. Además de un purificador de agua que yacia ahí también.

Un ruido seco hizo que Ari dejara todo de la nada y pusiera la mano en la espada de su cinturón.

— Sal de dónde quiera que estés — su movimiento fue rápido y sacó la "espada" de su funda. Era un palo largo de color rojo vivo, que parecía ser más fuerte que el metal.

Un cuerpo pequeño y con una espada doble impactó contra su arma. Vestía sin armadura, únicamente con una capucha blanca y celeste, con un short del mismo patrón.

— ¿Eres un sobreviviente? — preguntó Ari cuando impactó por segunda vez.

— ¡Es nuestro pueblo demonio! — una vos femenina y pequeña sonó por todo el lugar. Ari con un movimiento logró dejarla en el suelo y apuntó hacia ella únicamente con esa bara, no podría matarla así.

— No soy un demonio, somos humanos sobrevivientes igual que tú. No somos tus enemigos, estamos yendo a la tierra de los druidas.

— Todos estaremos muertos antes de que lleguen allá, estamos a muchos kilómetros de allí. — se levantó y pude distinguir su rostro y su voz, era la princesa del reino, la última.

— Ari espera — toqué su hombro para hacerme visible, el se apartó con cuidado y sin bajar la guardia.

— Príncipe Andrés — dijo ella incrédula al verme, se le llenaron los ojos de lágrimas y corrió hacia mí abrazándome fuertemente.
— Sebastián está... No sé dónde está, estábamos en la feria y me escapé. Luego ocurrió el ataque y-y...

— Tranquila... Lo encontraremos si es que se encuentra en nuestras posibilidades. — dice Ari detrás mío agarrando la comida.

— Voy con ustedes, sobrevivir otra noche aquí sería mi fin, por favor. — se arrodilló en el piso a pedir piedad.

Giré mi cabeza hacia Ari para preguntar si podría venir, lo pensó unos segundos y al final sonrió guiñándome un ojo. Asintió.

— Puedes venir

𝗧𝗿𝘂𝘀𝘁 𝗠𝗲-𝗦𝗽𝗮𝗿𝘁𝗼𝗿Donde viven las historias. Descúbrelo ahora