IV

159 38 4
                                    

PDV ANDRÉS

La locura podía sentirla a flor de piel, cercana, dura y fría. Cómo siempre lo había imaginado, sentir como poco a poco tus sentidos y pensamientos te abandonan, sintiéndose tan distantes...

Pero un golpe tan rápido me bajó de las nubes hasta la tierra de la realidad. Dónde un dolor tan intenso como el ardor de las llamas me carcomían.

Abrí los ojos y el demonio mordía mi antebrazo con fuerza. Me retorcía del dolor ardiente en mi sangre, gritaba y gritaba hasta que me quedé sin fuerzas para luchar.

Mi cuerpo ya... No me respondía, pero en un segundo la cabeza del demonio salió rodando de su cuerpo.
Su sangre tan obscura me empapó, pero aún así no podía moverme.

Su rostro apareció en mi campo visual, con una sonrisa y ojos aliviados pero preocupados a la vez, sus manos eran torpes, pero encontró mi pulso.
Era lento, pero estable.

— Vas a estar bien... Solo mantente consiente, no cierres los ojos, será peor.

Logré escuchar su voz como si estuviera debajo del agua. Me cargó en sus brazos y me llevó a un bosque cercano.
Cómo dijo, no cerré mis ojos, lo miraba fijamente para que sepa que seguía despierto.

Me recostó en lugar cómodo, buscó algunas hierbas y en un tazo mezcló algunas vallas, hierbas y un poco de agua. Me lo acercó a la boca.

— Abre la boca — ordenó, yo hice caso y el contenido del tazo cayó en mi garganta. Sabía asqueroso y dí una mueca de disgusto y asco.
— Ahora, esto puede que duela. Pero te sentirás bien después. No hagas preguntas y haz lo que te diga.

Yo asentí y el sonrió. Sacó una daga y cortó una parte de su muñeca. La sangre caí en abundancia casi de inmediato.

— Bebe, ¿confía en mí sí?

Mis ojos estaba estupefactos, ¿que clase de remedio incluía sangre humana?

Tomó mis mejillas y las presionó. Abrí la boca y cayó la sangre directamente a mi garganta. El ardor en mi garganta y en mis entrañas era casi igual al otro.
Me sacudía y gritaba como animal agonizando. Del dolor mis ojos cedieron, era insoportable.

[•••]

Mis ojos se habrían poco a poco. Me podía mover, sentía mis extremidades ahora con poco dolor.
Miraba a mi alrededor, una cueva de piedra con una hoguera a casi un metro de mí. Levanté la cabeza del abrigo rojo de Ari. Cerré los ojos con fuerza al sentir una punzada intensa en el antebrazo.

— Recomiendo que no hagas eso — su voz hizo eco en la cueva, traía frutas en sus brazos y en una canasta.

— Ya me dí cuenta — me senté hacia su dirección. Traía una venda dónde había cortado con la daga.

— ¿Como te sientes? — preguntó sentándose frente a mi, me estiró su mano con una fruta, acepté la fruta.

— Bien, aunque el brazo aún me duele.

— Era un demonio sanguíneo, o vampiros en palabras más cortas. Su saliva es su propia sangre, lo cuál para los humanos es mortal. Por eso el terrible ardor.

Miré mi antebrazo, estaba vendado y todo, no podría saber si me quedó marca o no. Pero al girarlo una punzada de dolor me dió, haciendo que cierre un ojo.

— Tu si que eres terco, no hagas eso te digo. La mordida de esos es muy dolorosa posteriormente. — Se puso a mi lado y tomó mis muñecas, las dejó quietas y flexionó en la que estaba la mordida. — No la muevas hasta dentro de unas horas, el remedio solo sana heridas físicas normales. Cortes, lecciones, dolores, contusiones. Pero no una mordida de un demonio.

— ¿Donde aprendiste a hacer medicinas?

— Hace mucho, mi Nana me enseñaba, era una bruja literalmente. Me enseñó muchas medicinas para todo tipo de razas. Hasta varias que están prohibidas por las diosas.

— ¿Las diosas?... ¿La raza divina, no era solo una leyenda? — abrí los ojos como platos.

— Los demonios también se suponía que eran una leyenda, es obvio que las diosas también existen. O existían en este caso.

— ¿Existían? ¿Que pasó con ellos?

— No recuerdo la historia completa. Solo se que fue para desterrarlos al infierno, a cambio de ellos también ser sellados en la divinidad y no volver. Eso dijo mi padre.

— Pero si los demonios despertaron de su destierro... ¿Las diosas también estarían aquí denuevo?

— No lo sé... Pero si vuelven ambas razas, la guerra que tuvieron volverá a empezar, y todos los humanos morirán.

— Será nuestra extensión...

— No podemos volver al pueblo... Los demonios despertaron y ahora están en todas partes. Ellos estarán bien por Lidia.

— ¿La hechicera?

— Si, ella los protegerá. Pero si llevamos a los demonios, todos morirán. — me miró, tenía razón. Si hacemos actividad en las afueras sabrán que los demás deben estar cerca.

— ¿Dónde iremos? — pregunté sorprendido por la posibilidad de poner en riesgo a mi pueblo.

— Por ahora creo que se me puede ocurrir un lugar. Es una tierra sagrada para la raza de las diosas, que, por las circunstancias ahora está olvidada. Solo los druidas saben dónde está.

— ¿Eres un druida? — he oído de ellos, son humanos de cabello blanco que veneran a las diosas.

— No — se río — solo los conozco hace un tiempo, nos ayudarán a encontrar una forma de ayudar a tu pueblo a través de la distancia al menos.

— Son los que saben todo tipo de magia de luz, ¿verdad?

— Saben de todo tipo, pero solo la que está permitida es la de la luz, los hechizos demoníacos son complejos y son poco amables con otra razas. Y hasta la propia raza demoniaca puede sentir agonía ante algunos hechizos demoníacos. — tomó un respiro
— Aunque lo bueno, es que la medicina es rápido y eficaz casi al 100%. Es usada por chamanes en emergencias cuando el tiempo no es de sobra y es escaso. Pero normalmente los que son de curación rápida, pues... Son bastantes dolorosos.

— ¿Entonces me hiciste magia negra? — grité de broma y lo apunté con el debo.

— Para que un humano pueda hacer magia demoníaca debe tener sangre de un demonio para hacerlo. O tener un legado de sangre demoníaca en sus venas, lo cuál hay muy pocos. La sangre de un demonio arde en tus entrañas si entra a tu cuerpo.

— Cómo lo de la mordida...

𝗧𝗿𝘂𝘀𝘁 𝗠𝗲-𝗦𝗽𝗮𝗿𝘁𝗼𝗿Donde viven las historias. Descúbrelo ahora