VI

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PDV ANDRÉS

Al salir de la panadería Alice nos guío hasta la cúpula de hechizos. Habían varios orbes con símbolos druidas celtas, eran de varios colores y del tamaño de una canica.

— Según mi hermano aquí habrían cosas que nos ayudarían en algún caso así. No pensé llegar a vivirlo jamás.

— Los demonios son criaturas inteligentes y mortales. Poseen una obscuridad que los hace casi imposibles de matar. — Explicó Ari buscando algún hechizo que nos ayudaría.

— En los libros los describen como asesinos sin control, aunque fueran sellados a hace ya siglos. La gente de ese entonces debe de hacerles tenido pavor. — la pelinegra leyó en voz alta lo que en un libro decía.

— Si que lo tenían, las masacres eran muy seguidas y horrorosas. Los demonios no tenían compasión por nada en el mundo. Jugaban con los humanos como algo insignificante. — Ari con un tono diferente explicó cada palabra — Su verdadera batalla era con las diosas, que al enfrentarse sellaron a los demonios; mientras que las diosas ahora yacen en el Olimpo.

— ¿Podrían volver? Digo, si los demonios ya no están sellados las diosas también deben haber vuelto. — Alice se encogió de hombros al ver la duda en el rostro de Ari.

— La verdad no sé, creo que deberían encontrar un portal o algo. Aunque según lo que he leído es que necesitan que un individuo de la raza de las diosas de este lado para abrir ese portal. — suspiró — Varias leyendas dicen que hay desendientes humanos de las diosas, no como los druidas. Si no que poseen la sangre de una diosa corriendo por sus venas, el poder de la luz con un entrenamiento adecuado puede despertar.

— Sabes mucho sobre esto, ¿cuántos años tienes? Te ves muy jóven pero te oyes muy sabio. — la sonrisa de Alice se ensanchó al ver que Ari sonreía y estaba por responder

— Pues... Cuando era niño escuchaba cada una de las historias que mi madre me contaba. Decía como la guerra corrompía los corazones de cada guerrero que participaba... Con eso crecí de niño y cuando mi madre murió... Entendí que decían sus palabras. Mis conocimientos de todo es gracias a los libros que he leído y por sus palabras.

— Debió ser difícil para ti por tu madre — mascullé con un hilo de voz

— Aprendí a aceptarlo poco a poco, pero no creo que fuí un buen hijo después de eso.

— ¿Por? — la curiosidad nata de Alice estaba desbordando la tranquilidad de ambos.

— Eso ya será tema para otro día — suspiró acariciando suavemente su nuca con nervios — No podemos quedarnos mucho tiempo aquí, estar aquí denoche sería un suicidio.

— Los gusanos salen de la tierra y matan gente — Alice completó la idea de Ari con la voz tan suave que apenas lo escuchamos.

— Mejor sigamos

Salimos de la cúpula con prisa mates que el sol se ponga. Lo logramos por poco y nos encontramos lo suficientemente lejos como para montar un campamento estable.
La fogata ascendía en humo hacia arriba entre los árboles, cada estrella brillaba sobre nuestras cabezas, formando patrones y constelaciones.

— Las estrellas brillan tanto — jugueteó la pelinegra mirando boca arriba a las estrellas.

— Así la última vez que las ví fue hace siglos — dijo Ari en broma tumbándose al lado de ella. Señaló un grupo aleatorio en el cielo. — Esa es una clave de guerra, siempre que hay una se la graba en el cielo o en el piso llena de rocas.

— ¿Aquella de la izquierda? — me tiré junto a ellos.

— Esa es la de la vida, representada cómo una diosa, ¿Logras ver sus alas? — trazó con sus dedos esa forma.

— La de la muerte debe ser aquella arriba ¿verdad? — Ari asintió — los cuernos que posee deben ser porque es un demonio ¿no?

— Pues la mayoría no los tienen, es un estereotipo de mounstro. Pero en realidad los que tienen mente propia son casi iguales a los humanos. La única diferencia sería que tienen una marca y ojos morado obscuro. Además del propio poder obscuridad. — Ari se levantó y preparó cada cama improvisada con algunas sábanas que encontramos en el pueblo. — Pero en fin, creo que deberíamos descansar. Mañana partiremos apenas salga el sol cuesta abajo, a los valles del norte.

— ¿Dejamos la fogata así? — pregunté, si hay alguien por aquí nos verá sin duda.

— Sip, la noche aquí se pone helada por la altura. Además no hay nadie aquí, ya lo revisé. — aseguró acostándose en su cama improvisada.

Yo no hice más preguntas y solo opté por echarme y taparme. Mi vista se puso en el cielo, cada constelación brillaba más de lo normal.

Mi padre había dicho que se ponían así en tiempos de guerra y sangre, no se equivocó. Si este es solo el inicio estaremos perdidos en tan poco tiempo.
Somos vulnerables, dos humanos y una niña. Dos que no poseen poder mágico ni defenderse en mayor parte, estamos a la deriva sin un lugar fijo.

Somos una presa fácil.

Si tan solo pudiera entrenar y ver si ahora mi poder mágico brota, pero como dijo Rubén. Es difícil que pase y con el nivel que tengo actualmente no clasifico no para principiante.
No quiero perder más gente, ya lo hice en el reino dos veces, mi padre... No tengo ni idea como estará.

Pasa una estrella fugazmente en el cielo y cierro los ojos con todas mis fuerzas.
Mi mente sabe exactamente que va a pedir, no hay ninguna duda en mi petición...

» Quiero tener la capacidad de poder proteger a los que quiero y a los que amo. A las personas inocentes que están viviendo este infierno sin merecerlo.

Mis ojos se abren con lentitud, una lágrima surca toda mi mejilla y cae a la derecha. Me acomodo como puedo mirando hacia la fogata, admirando que Ari aún no duerme, está simplemente jugando con un dige morado obscuro entre sus dedos.

— ¿Sabes que mañana será un día ocupado? Tu mismo lo has dicho. — le recordé y el ni sé inmutó.

La seriedad en su rostro era extraño, su mirada perdida vagando en el cielo estrellado. Todo su ser sin esa euforia que poseía siempre.

— Siento que me odiarás muy pronto...

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⏰ Última actualización: Aug 28, 2023 ⏰

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𝗧𝗿𝘂𝘀𝘁 𝗠𝗲-𝗦𝗽𝗮𝗿𝘁𝗼𝗿Donde viven las historias. Descúbrelo ahora