Daniela
Era al primer día de verano, el día más esperado del año. Mientras todos mis amigos descansaban en sus camas, yo estaba en un viaje de más de 7 horas junto a mi padre. Hace tan solo unos días, a mi padre lo habían despedido del trabajo, y vio este viaje como una oportunidad de volver a centrarse.
— No entiendo porque me llevas contigo, —dije suspirando— podría haberme quedado en casa.
— Vamos, Dani. No seas aguafiestas —contestó.— Piensa que también podrás ver a tus antiguos amigos. Además es tu último verano antes de empezar con la vida universitaria, ¿acaso no es mejor salir de la misma rutina anual?
Apoyé mi cabeza en el asiento y resoplé. Claro que me gusta probar cosas nuevas, pero preferiría no estar en un coche a 30 grados.
— Podríamos haber arreglado el aire...
— Siempre buscas el lado negativo de las cosas —acercó su mano hacía el reproductor de música y subió el volumen. De repente, un sonido familiar entró por mis oídos.— Venga, cántala. Sé que es tu favorita.
Y así es como me pase todo el camino cantando a todo pulmón canciones de los 2000 junto a mi padre.
☾☾☾
Mire por la ventana, a pesar de no recordar nada sabía que no estábamos lejos. Veía muchos árboles de distintos colores y tamaños. Decidí abrir la ventana y un viento agradable comenzó a colarse dentro del vehículo. Fije un poco la mirada y conseguí ver algunas casas, supuse que estábamos cada vez más cerca.
Giré la cabeza, podía ver a mi padre con una amplia sonrisa que reflejaba entre nostalgia y tristeza.
Entre más nos acercábamos más incomoda me sentía, era una sensación horrible. No sabía como ni porque me sentía así.
— Ya hemos llegado —dijo, esas tres palabras me hicieron volver a poner los pies en la tierra. Acto seguido paramos en frente de una casa bastante grande.
Bajamos del coche y picó a la puerta. Una pareja de señores mayores nos abrió con una mueca de felicidad en sus caras, mis abuelos. Se acercaron y me abrazaron.
— Madre mía, Daniela. Que mayor estás.
— Y que guapa, igualita a tu madre —continuo mi abuela—. Pasa, pasa cielo. Tu padre puede descargar solo, que ya es mayorcito —añadió señalando a su yerno, el cual se hizo el ofendido.
Mi abuela me agarro del brazo y me guío hacía la entrada. Al entrar, me quedé boquiabierta. Era mucho más grande de lo que recordaba, básicamente como mi casa pero duplicada. El salón era enorme, junto con dos sofás de color beige. La cocina tampoco se quedaba corta, espaciosa y grande. A lo lejos podía ver unas escaleras tipo caracol, supuse que ahí debían estar el resto de habitaciones.
Miré a mi abuela con una sonrisa antes de subir como un a loca por las escaleras. Corrí por el mismo suelo que había caminado y caído tantas veces.
Llegué hasta el final del pasillo, al tocar el pomo de la puerta dudé por un instante. Cientos de recuerdos pasaron por mi mente, tantos que pensé que me iba a desmallar.
Cerré los ojos y empujé el manillar de la puerta. Estaba todo exactamente igual que la última vez.
Las paredes de un rosa pastel con estrellas blancas en el techo. La cama hecha con los mismos peluches. Mi escritorio con mi espejo y las luces al rededor de este. Las fotos pegadas al corcho junto mi cama. La ventana en la cual cada noche miraba la luna.
Sonreí inconscientemente y me detuve en cada rincón de la habitación. Analicé todos los lugares cuidadosamente intentando recordar todo los buenos momentos que alguna vez pasé.
Me estiré en la cama mirando al techo sin querer pensar en nada más.
— ¿Dani? —Dijo una voz conocida de repente.
Levante la cabeza y vi a una chica morena con los ojos azules que venía corriendo hacia mí. Me dio un fuerte abrazo y me sonrió.
— Madre mía eres tú, al principio no te he reconocido.
En ese momento pude ver con claridad a la persona que tenía justo en frente. Era Bea, mi mejor amiga.
— Cuanto tiempo —dije—. ¿Cómo sabías que estaba aquí?
— Ya sabes cómo es la gente de aquí. Cuando alguien cuenta algo se entera todo el mundo. Además de que tú abuela no paraba de hablar de vosotros.
Reí. Tarde unos segundos en analizar que ya no era la misma chica con la que solía jugar a princesas.
Era mucho más alta, con el pelo rizado y largo. Un cuerpo bien desarrollado, cómo siempre habíamos soñado tener.
— Bueno que, ¿te apetece si damos una vuelta? Un poco para que vuelvas a familiarizarte con el lugar.
— ¿He oído que te vas a ir sin deshacer la maleta? —Mi padre entró a la habitación cargado de bolsas y maletas.
— No se preocupe señor García, volveremos antes de que cuente diez —contesto mientras me agarraba del brazo llevándome hacia la puerta.
Él solo se limitó a sonreír y decirnos que lo pasáramos bien.
Mientras corríamos por toda la casa, Bea se reía como una loca. Su risa era tan contagiosa que comencé a reír con ella. Como si esos 5 años no hubieran pasado, como si solo hubiera pasado un verano.
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Noches de verano
Teen FictionDespués de 5 años, Daniela vuelve al pueblo de su infancia para pasar su último verano antes de comenzar la universidad. Durante este tiempo recuperara a gente que creía haber dejado en el pasado y, sin saberlo, volverá a sentir cosas que creía que...