Capítulo 5: Estáis invitados.

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Daniela

Acabábamos de ir a cenar con el resto antes de prepararnos para la fiesta. Eran las 10 de la noche, quedaban aún un par de horas antes de irnos.

Sin embargo, estaba bastante contenta. No solo por el hecho de que Diego me hubiera invitado sino porqué hacía mucho tiempo que no salía. 

Llegamos a nuestra calle y nos separamos para arreglarnos. Bea ya sabía que iba a ponerse desde el primer minuto, en cambio yo no. Llevaba un vestido blanco que resaltaba con su piel morena y encajaba perfectamente con todo su cuerpo.

— ¿Puedo ir a maquillarme? —Me preguntó.

Dije que si con la cabeza y se fue directa hacía el baño. En ese momento solté un fuerte suspiro. Mi cabeza daba vueltas. Daba igual lo que me pusiera, siempre me veía mal. 

No es que no estuviera conforme con mi cuerpo, solo que desearía tener el mismo cuerpo de Bea. 

Decidí calmarme y respiré hondo. Eche un vistazo a la habitación y  fue entonces cuando vi ese vestido negro que lleve hace unos meses atrás. Era escotado y un poco corto y además se ceñía muy bien a mi.

Terminamos de prepararnos cuando de repente escuchamos un coche pitar. Bea y yo nos sonreímos y bajamos lo más rápido que pudimos.

— ¡Pasarlo bien! — Escuché decir a mi abuela antes de cerrar la puerta.

Bea se sentó atrás y yo me acerque al asiento de copiloto. Diego me sonrió y, antes de ponernos en marcha, se acercó hacía mi y me dijo:

— Estás guapísima, Dani.

Mi yo de hace unos años no se podría creer lo que estaba pasando. 

Pusimos música para relajar un poco el ambiente. Diego comenzó a cantar y, la verdad, no lo hacía mal. Solté una pequeña carcajada y, de golpe, noté como algo me acariciaba el muslo. Desvié mi mirada hacía abajo: era la mano de Diego. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, me giré para mirarlo y el solo tenía una sonrisa de orgullo dibujada en la cara. 

Antes de que me diera cuenta ya habíamos llegado. Se ve que la fiesta era en la casa de la prima de un amigo suyo. 

Cuando nos bajamos Bea se despidió super rápido, me dijo que conocía a una chica de allí y que se iba a pasar a saludar. Ahora solo quedábamos el y yo.

Diego me cogió de la cintura y me llevó hacía dentro. La casa era enorme, pero estaba llena de gente. Unos bailaban, otros bebían...

Un chico se acercó a nosotros y inicio una conversación con él. 

— Ahora vuelvo, espérame aquí —y se marchó.

Estaba sola en una fiesta repleta de gente desconocida. A pesar de eso, no iba a quedarme quieta.

Me acerqué a una mesa donde había un grupo de chicos jugando al beer pong. Al acercarme, todos se callaron y me miraron.

— ¿Puedo jugar? — Dije con una sonrisa.

— Claro — me contestó una chica amablemente— Hacemos chicos contra chicas, soy Laura por cierto.

— Daniela.

Me posicioné al lado de ellas, la verdad es que eran majísimas. Me presentaron al resto y me explicaron las reglas.

Resulta que era bastante mala en este juego, no paraba de beber y beber. Llego un punto en el que no escuchaba más que risas y mi corazón iba a mil.

— ¡Te toca beber! —gritó un chico, el cual no podía ver bien.

Cogí un vaso de los que quedaba y lo bebí rápidamente. Sonreí e hice una leve reverencia, era increíble que no me hubiera caído de cabeza. Todos corearon mi nombre y, de sopetón, note como algo me tocaba los hombros. 

Me giré rápidamente y vi a Diego.

— Es mejor que nos vayamos —me agarró del brazo y me llevó hacia la salida.

— ¡Adiós chicos! —me despedí con una amplia sonrisa de ellos.

Caminamos juntos y, antes de subirnos al coche, noté que me faltaba algo.

— ¿Dónde esta, Bea? — pregunté.

— Bea va a pasar la noche aquí, no te preocupes.

Asentí un tanto decepcionada.

Durante todo el camino estuvimos en silencio. La verdad es que estaba un poco desilusionada, cuando me invito a venir creía que era para estar conmigo.

Frenó delante de mi casa sin dirigirme la mirada, eso fue la gota que colmó el vaso.

—¿Por qué me has dicho que viniera si ni siquiera me has mirado en toda la noche? —susurré cabizbaja arrugándome el vestido con mis manos.

Noté su cara de sorpresa, supongo que no se esperaba que le replicara nada.

—Joder, lo siento Daniela. Marcos me dijo que fuera un momento y, no se. Cada vez que quería volver contigo, mis amigos me suplicaban que no me fuera. 

No quise levantar la mirada y no lo hice, hasta que me agarró del mentón y levantó la cabeza hacía a él.

Sus ojos verdes penetraban sobre los míos. No se si eran  las copas de más que llevaba encima o que simplemente era el chico más guapo que había visto.

Antes de que pudiera articular una palabra, se acercó hacía mi y noté sus labios junto a los míos.

Dios mío.

Se separo de mi con una mueca de satisfacción. Me desabroche el cinturón y lo busqué nuevamente, y hay fue cuando me di cuneta el efecto que estaba haciendo el alcohol sobre mi.

Esta vez el beso fue más rápido y agresivo. Sus manos bajaron hacia mi cintura y me acercó más a él. La realidad es que estábamos en una posición bastante incomoda, pero no me importó.

Tampoco me importaba el hecho de que llevaba menos de una semana en el pueblo y ya la estaba liando. En este momento lo único que me importaba era su boca sobre la mía.

Se detuvo con una sonrisa y me miró.

— Es tarde, será mejor que vayas entrando —sonreí un poco apenada, por mi podríamos estar así toda la vida.

Me despedí y me bajé del coche. Abrí la puerta con cuidado, las luces estaban apagadas y no había nadie. Decidí quitarme los tacones para no hacer ruido y subí impacientemente las escaleras.

Me desmaquillé y me puse el pijama, definitivamente no existe una sensación mejor que esta.

Mi cabeza aún daba vueltas intentando asimilar lo que acababa de pasar hace unos minutos. Puede que no estuviera bien porque no sabemos nada del uno del otro, pero que más da. Somos jóvenes y la vida es muy corta para no vivirla. 

Y con esa filosofía me fui finalmente a la cama, mañana seria otro día.

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⏰ Última actualización: Apr 07 ⏰

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