Capítulo 2: ¿Quiénes son?

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Daniela

Bea iba explicándome como habían cambiado las cosas por aquí desde el día en que me fui.

— Y es por eso que ya no vamos a la montaña.

— ¿Solo por esa aplicación? —contesté entre risas.

— Ríete lo que quieras, pero no pienso volver jamás.

Caminábamos sin rumbo por las calles en silencio. Hasta que cerca de la casa de los Gómez vi a una chica salir cabizbaja mirando el móvil con una bolsa de basura en la mano. Ese pelo negro, esos ojos marrones. Me resultaba tan familiar...

— Oye —dije dándole un codazo a mi amiga—, ¿esa no es Sofía?

Dirigí mi vista de nuevo a Bea, parecía un poco incómoda.

— ¿Pasa algo?

— No, nada. Es que ya no me juntó más con ella —respondió casi susurrando.

— ¿Y eso? Antes éramos muy unidas. 

Fijé la mirada en el cielo, estaba a punto de anochecer. Pensé detenidamente en que podría haber pasado. Es cierto que Sofía siempre había estado más unida conmigo a comparación con ella, pero jamás me habrá imaginado que esto pasaría.

— Entonces... —empecé a decir para romper el hielo—, ¿has estado sola durante estos años?

Giró la cabeza hacía mi, puede ver como una pequeña sonrisa se dibujaba en su cara.

— Te acuerdas de Hugo y Mateo, ¿verdad? —asentí a pesar de no recordar sus caras, pero si sus nombres— Pues no se como paso, pero ahora son mis mejores amigos. Contando contigo, claro.

La luna comenzó a salir, así que decidimos volver a casa. Llamé a mi padre para convencerle de que dejara a Bea venir a cenar. Después de 6 largos minutos de argumentos de las dos, al final cedió.

Mi abuela había cocinado su famosa tortilla de patatas, era tan grande que podría alimentar a todo el país. Charlamos durante un buen rato y subimos a mi habitación.

— Dani, Dani, Dani.

Suspiré.

—  Qué te pasa. 

— Ordenar el armario es muy aburrido. ¿No podemos jugar a algo?

Veía su cara de cachorrito abandonado estirada en mi cama. Ladeé la cabeza con una pequeña mueca mientras doblaba la ropa.

De repente noté como algo me daba por detrás. Un avión de papel. Mi amiga pego un bote de la cama y puso los ojos como platos.

— ¡Debe haber entrado por la ventana! -Mencionó.

Me agache y lo recogí. Tenía escrito algo.

— "Bienvenida, Ela" —leí.

Ela. Hacía tanto tiempo que no escuchaba ese mote. Pensé, solo había una persona que me solía llamar así: Hugo. 

— Daniela, tía. Se te ha olvidado pasarte a saludar. Yo digo que le devuelvas el avión.

Hasta entonces no había caído que él vivía al lado a casa de mis abuelos. Puerta con puerta, ventana con ventana. Cuando éramos pequeños siempre jugábamos, éramos prácticamente como hermanos. 

— Bua, tienes razón. ¿Qué le pongo?

Deje todo sobre la cama y me acerqué al escritorio. Bea me siguió y se sentó a mi lado.

— "Gracias, Hugo. Soy una tonta por haberme olvidado de mi mejor amigo" —decía imitando mi voz.

— Yo no hablo así —dije entre risas.

— "Yo no hablo así".

Le di un colpe en la cabeza.

— Así no ayudas. Solamente pondré un gracias

— Vaya sosa —añadió cruzándose de brazos.

Lo escribí y lancé el avión por la ventana en dirección a la suya. Tenía miedo de que no llegará, pero entró a la perfección.

— Ahora solo falta que conteste —dije apoyándome sobre la silla. 

— Mientras esperamos, podemos bajar a comer algo. 

Y eso hicimos, estuvimos un buen rato comiendo y hablando hasta que nos avisaron de que debía irse a casa. Nos abrazamos y nos dimos nuestros instagrams. 

Volví a la habitación queriendo localizar aquel avión. Resoplé y me lancé a la cama. Cogí mi libro favorito de mi mesita de noche "Nosotros en la luna", y empecé a leer. 

Pasaron segundos, minutos, incluso horas, y nada había aparecido. Estaba agotada, así que decidí rendirme e irme a dormir. Me acerqué a la ventana para cerrarla y bajar la persiana. A distancia, podía ver como una extraña figura en la casa de los vecinos. Bueno, una figura o lo que sea que fuera eso, porque en ese momento no llevaba mis gafas.

Fijando la mirada, veía como algo iba acercándose más y más a mi. Me aparté rápidamente y aterrizo un pequeño avión de color amarillo. 

Lo abrí y estaba escrito lo siguiente: "Perdona por tardar, he tirado más de 12 aviones y ninguno a llegado. Para que no vuelva a pasar, te he escrito mi ig. Así podemos seguir hablando. @huugo.bsh".

Sonreí y fui a por mi móvil. Entre a Instagram y busque su nombre en el buscador.  Le mande la solicitud y la acepto al momento.

No era capaz de iniciar la conversación, así que solo se me ocurrió stalkearlo.

La mayoría de historias eran sobre música y paisajes. Me di cuenta de que tenía un gusto bastante parecido al mío. Seguí pasando historias hasta que vi su cara.

Su pelo se había vuelto de un rubio más oscuro, y se había puesto muchísmo más alto. 

De repente me llego un mensaje suyo, como si supiera lo que estaba haciendo. Sentía como el corazón me iba a mil y lo abrí.

huugo.bsh

¿Estás dormida?

No, ¿por qué?

Como no me escribías había distintas opciones...

O mirabas mi perfil o estabas dormida.

Una de dos.


No me acuerdo de cuánto tiempo estuvimos hablando esa noche, simplemente recuerdo que las horas se pasaron volando. Hablamos de todo y nada a la vez.

Al final quedamos en que Bea, Mateo y él vendrían a mi casa para pasar el día.

Noches de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora