32. Éride

5 0 0
                                    

ERIS

Al llegar a casa, vemos una moto aparcada en la entrada. No es la de Agares.

La sonrisilla boba que se le dibuja a Rosalie en la cara me da una pista sobre quién puede ser el dueño.

Bajamos del coche y nos dirigimos a la entrada. Me abrazo a mí misma cuando el aire frío sopla, no tengo nada en las manos porque los hombres de la casa han decidido que tenían que llevar ellos todas las bolsas.

Vaya par de idiotas.

Rosalie se acerca a la moto y yo intento no delatar al chico de pelo negro que sale de detrás de un árbol y se acerca a ella muy sigilosamente con el dedo índice sobre los labios.

—¡Boo! —Sus manos la agarran de la cintura y Rosalie salta del susto.

—¡Imbécil! —Le da una hostia en el pecho y se lleva la mano al corazón, que puedo jurar que se le va a salir del pecho—. Qué susto, idiota.

—Yo también te quiero —dice pícaro antes de darle un pico.

Chase rompe la burbuja de amor con un estornudo y los tortolitos se dan cuenta de que seguimos aquí.

—Nathaniel. —Se presenta afablemente. —A ver... Tú debes de ser Agares, tú Eris y tú ¿el profesor buenorro?

Ese es el apodo de Rosa para Chase, oh oh.

Agares no puede evitar descojonarse y Chase mira a Rosalie con los ojos entrecerrados, ella se encoge de hombros.

—¿Podemos entrar? —Estoy tiritando.

Entramos todos dentro y las bolsas se quedan en la entrada. Evito todos los espejos mientras andamos hasta los sillones.

—Encantado de poder conocerte al fin. —Tiene la voz muy relajante, es melosa, juguetona y calmada, todo a la vez. Podría ser narrador de cuentos.

—Lo mismo digo. —Se ha sentado a una distancia prudente y Rosalie ha aprovechado para sentarse encima de él, en cambio, Agares tiene la cabeza apoyada en mi hombro.

Está muy perdido en su cabeza hoy y no parece querer hablar, pero sí está muy manoseador.

—Ay, vámonos. —Me arrastra detrás de ella hasta mi habitación después de coger alguna bolsa.

Quería hablar con Nathaniel, pero no se va a poder.

—Hay cosas para ti. —Empieza a sacar ropa de las bolsas y a tirarla encima de mi cama. Han vaciado el centro comercial—. Lo de la derecha lo ha cogido Agares, esto es para mí y esto te lo he comprado yo.

Ha hecho tres montones, el del medio es de colores suaves y variados y los otros dos no salen del blanco y negro. Excepto por un cacho de tela morada en el de la derecha.

—Agares se sabe tus tallas, deberías sentirte afortunada —murmura mirándose en el espejo de cuerpo entero que he puesto en la habitación.

—¿Nate no sabe las tuyas?

—Más o menos, el pobre lo intenta. Es capaz de aprender cómo preparar ocho mil cócteles, pero con la ropa...

Pobre chico...

No lo dice con mala intención, sé que le quiere mucho.

—¿Os quedáis a cenar? —A lo mejor Chase quiere que se queden.

—Nop, tiene que trabajar. Voy a hacerle compañía los sábados.

Aww.

—Pues hala, fuera de mi casa que tengo una cita —insto de coña.

AgaresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora