15

790 42 0
                                    

Capítulo 15

Julián

En lugar de responder a su pregunta, me inclino y le huelo el cuello, sobresaltándola para que se quede quieta. En lugar de oler su aroma, este se ha contaminado con los viles olores de otros hombre. El repugnante olor de otros hombres nos eriza tanto a Blaze como a mí, sabiendo que cualquier hombre ha estado lo bastante cerca como para permitir que su olor se aferre y perdure.

"¿Por qué hueles como otros hombres?". pregunto, ignorando aún que irrumpí en su habitación sin avisar y me negué a decirle por qué.

"Julián, ¿POR QUÉ estás aquí?". Me vuelve a exigir, lo cual no funciona porque no estoy respondiendo a esa pregunta y no tengo una razón válida para estar aquí ahora.

"No puedo hablar contigo cuando hueles tan asqueroso. Tienes que ducharte", le digo con calma, sin que me moleste su mirada enfurecida mientras me apoyo despreocupadamente en la puerta y me miro las uñas sin intención de moverme.

"Bueno, si no te gusta cómo huelo, siempre puedes irte", dice, cruzando los brazos sobre el pecho como suele hacer cuando se siente testaruda. "Preferiría que te fueras".

Como no estoy de humor para seguir con este juego verbal, salto de la puerta, agarro a Alba y me la echo al hombro con un movimiento rápido. "¡BÁJAME!", grita desde mis brazos, agitando las extremidades con la esperanza de librarse de mis garras.

"No", le digo con firmeza mientras la agarro por los muslos y la llevo al baño. Abro la puerta de un tirón, me dirijo a la ducha grande con su rociador de lluvia, abro la puerta de cristal, enciendo el agua caliente y meto a Alba dentro completamente vestida. Sin hacer caso de sus protestas, salgo del cuarto de baño sin mirar atrás y cierro la puerta tras de mí.

Con Alba ocupada en la ducha, aprovecho el tiempo libre para explorar su habitación. Es la primera vez que entro y no es lo que esperaba. Las paredes son de un verde oscuro, con un acento dorado. Esta pared está forrada con diferentes plantas de interior alineadas contra ella, todas en diferentes tonos de verde. Contra la pared hay un ordenador de sobremesa Mac, un portátil y un iPad encima. Todos los papeles y bolígrafos están colocados en su sitio, y un complejo problema de codificación está garabateado en una pizarra con letra clara. ¿Sabe Alba programar? ¿Desde cuándo? Tengo conocimientos sólidos de codificación para la protección de la manada, pero lo que hay en la pizarra está más allá de mi comprensión. Mientras analizo la pizarra, oigo cómo se abre una puerta detrás de mí.

"Sigues aquí", afirma Alba en tono agrio desde detrás de mí. Me vuelvo hacia ella, con una sonrisa fácil en la cara, mostrando que no me importa nada en el mundo hasta que la veo. De pie ante mí, con una camiseta de tirantes, sin sujetador, y unos escuetos pantalones cortos de seda, con el pelo rojo mojado y pegado a la espalda. Mientras contengo la respiración, puedo ver el rubor subiendo por sus mejillas al contemplar su cuerpo escasamente vestido. Es como si el viento soplara en esta habitación y me robara el aliento de los pulmones.

Tras un minuto de silencio, por fin encuentro la fuerza de voluntad para iniciar una conversación en lugar de tirarla a la cama y arrasarla hasta dejarla hecha un charco sobre las sábanas. "No sabía que supieras programar", le digo señalando la pizarra que estaba examinando cuando ella entra en la habitación.

Poniendo los ojos en blanco, me mira y dice: "Hay muchas cosas que no sabes de mí, Julián".

"Bueno, cambiemos eso", le digo, acercándome un poco y acortando la distancia entre nosotros.

"¿Y qué sentido tiene eso?", pregunta con los brazos en la cadera, dirigiéndome esa mirada desafiante. La misma mirada que tenía el primer día que nos conocimos, desafiante, rebelde y todo lo que cabría esperar de otro hijo de Alfa, no de un humilde Omega. Nunca me perdonaré haber sido demasiado estúpido, terco e ignorante para darme cuenta de que ella era más que Omega hasta hace poco.

Rechazando al AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora