SeokJin
Dios, ¿qué demonios había estado pensando?
¿Invitar a JungKook a mi departamento, de todos los lugares?
¿Por qué diablos no lo llevé a cenar? Ahora vería cómo era mi vida en realidad.
Fingí concentrarme en las verduras que estaba picando para la ensalada mientras veía a JungKook explorar mi sala de estar. Mi departamento era bastante grande, pero de concepto abierto, por lo que podía verlo prácticamente dondequiera que fuera. El dormitorio ni siquiera estaba separado de la sala de estar principal.
Sabía lo que estaba viendo mientras exploraba.
Líneas simples. Escaso mobiliario. Sin adornos. Blanco utilitario, en todas partes. No gastos escatimados.
Todo estaba en su sitio, cada lomo de libro perfectamente alineado con el de al lado, el control remoto para la televisión alineada con la pila de posavasos de la mesa auxiliar, la superficie de la alfombra uniformemente aspirada.
Y ni siquiera era porque sabía que JungKook iba a venir. No, era simplemente la norma para mí.
-Es bonito -dijo JungKook mientras tocaba un ingenioso, pero muy falso arreglo de plantas en la mesita de café.
Porque las plantas de verdad significaban suciedad.
Dios, yo era un raro. ¿Cómo es que él no lo había visto todavía? Después de tres almuerzos compartidos y un pequeño paseo por el parque cerca de su trabajo, ya debería haber renunciado.
Cuando JungKook había mencionado que le debía flores, me sentí aliviado y horrorizado de no poder escapar de la tienda después de toda la información personal que le había dado sin ningún tipo de filtro. Había ido allí para dejar claro que mi comportamiento esa primera noche había sido sobre mí y no sobre él, pero en cambio, le había contado cosas sobre mí mismo que nunca admití en voz alta.
Sin duda me pidió que almorzara con él al día siguiente por lástima. Todavía no sabía lo que me había poseído para aceptar.
Aunque como que sí lo sabía, simplemente no tenía sentido para mí.
JungKook me intrigaba. Todo, desde las pequeñas rayas de color neón que estaban pintadas en su cabello rubio hasta el maquillaje que usaba, pasando por los trajes escandalosamente brillantes que adornaban su precioso cuerpo. En vez de avergonzarme o hacerme sentir incómodo, no podía tener suficiente. Era tan... él.
Pero él también era mucho más que eso. Lo había visto interactuar con un par de clientes mientras esperaba a que se tomara su descanso para comer, y la forma en que hablaba con la gente me calentaba desde adentro. Él estaba tan genuinamente feliz cuando interactuaba con ellos. Otras personas trabajaban para vivir, pero supongo que JungKook vivía para trabajar.
Simplemente no de la misma manera que yo.
Yo era un adicto al trabajo porque definía el éxito por la cantidad de dinero que había en mi cuenta bancaria. Si JungKook nunca tenía que trabajar otro día en su vida, yo sospechaba que todavía lo encontraría en la florería ayudando a la gente a escoger las flores perfectas para alegrar su día o el de otra persona, celebrar o llorar alguna ocasión, o decir con las flores de colores lo que ellos no podían decir con sus palabras, como yo.
Me pregunté brevemente qué flor tendría que darle para que entendiera lo especial que habían sido los últimos tres días para mí: que se había convertido en un punto brillante de mi vida en tan poco tiempo que tenía miedo de lo que pasaría cuando finalmente se diera cuenta de que yo no valía la pena.