🕰️ XVIII. Grimorio

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Tn soltó la muñeca del último cadáver, el de la mujer que en su visión fue arrastrada por el sospechoso hacia el sótano, y soltó un jadeó, abriendo los ojos; dio unos pasos hacia atrás, para alejarse del hueco lleno de cadáveres, y volvió a acercar ese pañuelo a su nariz, el cual estaba lleno de manchas carmesí.

Ciel se acercó a la joven, tomando una de sus manos, y la guio hacia un banquito que Sebastian acercó para que se sentara.

– Es suficiente, Tn. Deberías descansar –dijo un preocupado Conde.

– Sí...De todos modos...ya las revisé...a todas –sacó su inhalador y lo acercó a su boca.

– Está pálida ya, tal vez fue demasiado trabajo –comentó el mayordomo.– Habría que darle algo dulce, puede que eso la haga recobrar energías.

– Preferiría que descansara.

– Estoy bien –guardó su inhalador.– Puedo hacerlo, puedo usar mi don todavía, sólo...necesito algo para mi dolor de cabeza.

– Tn, no. Es suficiente por hoy.

– Pero yo-

– Descansa por hoy. No quiero que termines lastimada por abusar de tu don. Hazme caso.

– ...Está bien. Haré lo que dices.

– ¿Qué viste?

– Ellas... –miró los cadáveres.– Ellas eran prostitutas. Williams las trajo a su casa para...eso, pero en su lugar las asesinó, la voz del demonio se lo ordenaba.

– ¿Por qué están en ropa interior?

– Para que puedan entrar más en el hueco en la pared –lo miró.– Quemó los vestidos afuera, debe haber quedado una marca negra de las cenizas y fuego.

– Deberíamos hablar con el señor Deering ahora.

– Tendríamos que llevar la caja.

– Dijiste que era peligroso tocarla.

– Lo haré yo, tal vez no me suceda nada.

– No, no te arriesgaré más –miró al pelinegro.– Sebastian, encárgate. A ti no puede pasarte nada.

– Entendido –sonrió, llevando una mano a su pecho para hacer una reverencia.

– ¿Puedes pararte, Tn?

– Claro.

– Déjame ayudarte.

Ciel tomó una de las manos de Tn para ayudarla a levantarse, dobló su brazo para que ella se sujetase de él, y ambos caminaron, yendo a un paso tranquilo pues él no quería que ella se marease ni nada. Sebastian lo siguió.

– Puedo cargar a la señorita Tn hasta el carruaje, Bocchan.

– Ser tocada por un demonio la pondrá más nerviosa, así que no. No quiero que esté más estresada de lo que ya está.

La joven y el mayordomo rieron.

– Ciel...Sigo aquí, te escucho.

– No pretendía que no me escuches.

– Parece que realmente quiere cuidar de lady Tn, Bocchan –sonrió.

– ¡¿Qué insinúas?! –gritó, mirándolo.

– Nada. Usted se delata solo.

– ¡¿Ahhh?!

– Ciel, aturdes mis oídos...

– Ugh –exclamó, mirándola.– Lo siento.

Los subieron las escaleras para volver al carruaje; el mayordomo ayudó a los jóvenes a subir, volvió a la casa para buscar la caja, y regresó al vehículo, subiendo a él. Los caballos comenzaron a avanzar, tirando de él.

Atemporal 🕰️ Ciel PhantomhiveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora