Megan

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Megan

Si me preguntaran ¿si volvería a ayudar a esa gente a escarpar? diría que sí, mil veces, ya era suficiente todo el daño que estaba causando mi padre, había que terminar con esto de una vez por todas y si tenía que traicionarlo, pues lo haría una y otra vez.

Soy la única hija de Khan, el dictador autoproclamado, temido y despiadado señor de todo. No comprendía qué había llevado a mi padre a ser tan cruel. A pesar de las historias que mi madre me contaba sobre su pasado, cuando era considerado el hombre más bondadoso del planeta, siempre lo había visto como un ser implacable. Tal vez todos tenemos un límite, un momento en el que la esperanza en un mundo mejor se desvanece. Sin embargo, a pesar de su crueldad hacia otros, mi padre nunca fue malo conmigo. Siempre fue cariñoso, atento, un padre dedicado. Me enseñó todo lo que necesitaba saber para un día tomar su lugar. Pero no pude, no quise seguir su legado. Cada vez que presenciaba la muerte de gente inocente, sentía que mi propia vida se desvanecía

En un principio, me encerró en una de las celdas de su fortaleza, la que alguna vez también fue mi hogar, me visitaba a diario, trate de convencerle para que no siguiera esclavizando y torturando gente, pero luego me traslado a la mina principal, donde era imposible escapar de ahí. Me envío a ese lugar, porque no le pedí perdón, porque no fui capaz de retractarme por mis actos de traición. Según él, mi mera presencia le causaba dolor, tanto que le hacía querer desaparecerme, pero no me mataba por mi madre, que lloraba cada noche a su lado, por su única hija, la traidora. Esto lo endureció aún más, se volvió cada vez más cruel.

A pesar de estar confinada en la mina, Khan había prometido a mi madre que no sufriría daño ni sería obligada a realizar trabajos peligrosos. Así que, durante los primeros días, me limitaba a tareas como transportar el oro extraído de los túneles o repartir agua a los guardias. Sin embargo, mi monótona rutina cambió cuando la resistencia se acercó a mí con una propuesta intrigante. Proteger a su futura líder, Cristal, una joven de mí misma edad y estatura. Era hermosa, a pesar del tierral que traía encima por el trabajo. Sus ojos del color de la miel me parecían preciosos, brillaban con determinación, y su presencia emanaba un aire de valentía. Aunque sabía que ayudarla suponía un gran riesgo, también representaba mi única oportunidad de escapar con vida de aquel lugar inhóspito.

Pasaban los días y yo la observaba de lejos, ya que ni los suyos ni los míos, me dejaban acercarme a ella, aprendí a conocerla desde la distancia a través de sus gestos y expresiones. Su determinación y fuerza me cautivaban, y sin darme cuenta, me estaba enamorando de ella. Podía notar cuando estaba enojada, tramando algo o simplemente se quedaba en blanco, se movía en modo automático, era cautivadora. Varios meses después, en el día de nuestros cumpleaños, me preparaba para ayudarla a escapar cuando ella se adelantó y cambió todos mis planes. La vi caminar hacia la salida, pero un guardia la descubrió y empezaron los disparos. corrí sin pensar hacia ella. Una, la vi caer y levantarse inmediatamente, dos, no la detuvo, pero la tercera bala, la hizo caer, alcance a poner mis manos cuando caía, quedando a medio arrodillar con ella en mis brazos, evité que su cabeza diera en el suelo; puse mi vida para salvar la de ella, sin pensarlo, me golpearon por defenderla, pero aun así no dude en protegerla y sabía que lo haría una y otra vez si fuese necesario. De pronto se escucharon gritos y disparos, uno de los prisioneros le dio la oportunidad a Cristal de escapar, fue ahí que aproveche que el guardia que nos amenazaba se giró para ver qué pasaba tras de él, le quite su arma y le disparé, abriendo así la única oportunidad que tendríamos para salir de aquel lugar. Cristal sangraba mucho, pero no podíamos detenernos, no al menos, hasta llegar al punto seguro y que sería donde nos encontraríamos con gente de la resistencia. A pesar de las heridas, no nos detuvimos hasta llegar al punto de encuentro con la resistencia, donde la dejé para dar la señal y asegurar nuestra escapada. Solo me tomó cinco minutos e inmediatamente regrese con ella.

Herederas de la rebelión, la ultima batallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora