Khan

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La noticia del escape y la posible muerte de mi hija junto a la futura líder de la resistencia fue como una puñalada en el corazón. Primero, su traición definitiva, y luego, su posible pérdida. Aunque albergaba dudas sobre este último aspecto. Megan era demasiado hábil como para caer en esas trampas mortales. Después de todo, yo mismo me había encargado de entrenarla. Ordené una búsqueda inmediata, pero como temía, no encontraron rastro alguno de sus cuerpos. Habían logrado escapar, y mis hombres, habían sido engañados.

Entendía por qué mi hija había ayudado a escapar a esos rehenes. Siempre había sido terca, tenía sus propios ideales desafiando mis decisiones. Pero lo que no lograba comprender era por qué arriesgaría su vida por esa niña. Después de todo, ¡yo era su maldito padre! Todo lo que había hecho, lo había hecho por ella, para protegerla de cualquier daño. Si no lo hubiera hecho yo, alguien más lo habría hecho, y entonces, no podría haber estado allí para protegerla. Por eso, tomé el poder.

Mi esposa estaba destrozada, sin esperanzas de volver a ver a nuestra hija. Me culpaba, y tenía razón. No debería haberla enviado allí, pero no podía permitirme mostrar debilidad frente a mi ejército ni ante nadie más. Eso me haría perder su respeto. Pero sería solo cuestión de tiempo, una lección para que aprendiera y regresara al camino que había trazado para ella. Después de todo, estaba destinada a tomar el mando una vez que yo muriera. En la noche de su cumpleaños, asumiría el liderazgo de mi ejército. Pero todo eso se vino abajo por culpa de esa maldita hija de la resistencia. Debería haberla eliminado junto a su madre. Ese fue mi primer error. Ahora, tal vez Megan estaba prisionera bajo su mando, y podrían estar cobrándose con ella todo lo que les había hecho. No podía soportar esa idea. Debía recuperarla. Algo dentro de mí me decía que aún estaba viva.

Después de un tiempo, cuando estaba a punto de dar por terminada la búsqueda y de idear un plan para acabar de una vez por todas con esos miserables de la resistencia, apareció aquel hombre: el traidor que me proporcionaba información sobre ellos.

- Comandante – habló uno de mis guardias – Elías, el traidor, dice que trae información importante acerca de su hija

- Que pase – mi cuerpo se tensó al oír esas palabras –

- Comandante Khan – dijo el hombre algo agitado –

- Habla rápido, no tengo tiempo que perder – demandé –

- Megan está viva y se encuentra en una de las bases de la resistencia

- ¿Y la hija de la resistencia?

- Ella también, señor. Las dos sobrevivieron al huir. No sé en qué condiciones se encuentra su hija, pero no la mataron.

- ¿Sabes su ubicación?

- No, señor. La informante no quiso decir más.

- ¡Vienes aquí a decirme que mi hija está viva! ¿¡Pero no sabes cómo ni dónde!? ¿¡De qué mierda me sirve eso!? – mi paciencia había llegado a su límite, pero sabía que debía mantenerme calmado. Al menos podría darle una buena noticia a mi mujer y comenzar con el plan de rescate. Esto no se quedaría así.

- Lo siento, señor – el traidor habló agachando la cabeza.

- ¡Vete! Y dile a esa mujer que lleve el mensaje a Megan. La quiero aquí al anochecer del cuarto día. A partir de hoy, si no, mataré a todos los prisioneros que tengo bajo mi poder y después iré por todo lo que queda de la resistencia, sin detenerme.

Me dirigí rápidamente a los aposentos de mi mujer, de los cuales no había querido salir desde el día que supo de la desaparición de Megan. Esto la alegraría y la traería nuevamente a mí.

- ¡Déjenme solo con mi mujer! – grité a las mujeres que ayudaban.

- ¿Qué quieres, K? – me miró enojada y decepcionada.

- Nuestra hija, Jade, está viva – vi el brillo nuevamente en su mirada.

- ¿Está aquí? ¿Cómo está? Quiero verla – demandó a la vez que se acercaba a mí.

- Cálmate, solo sé que está viva y que está con la resistencia. No sé su estado, pero ya mandé por ella. Tienen hasta la cuarta noche a partir de hoy para entregarla sana y salva.

Mientras las horas pasaban, organicé a mi ejército para el ataque. Esto no lo dejaría pasar. Aunque me entregaran a Megan, los eliminaría de igual forma. La resistencia se había convertido en una piedra en mi zapato y debía aplastarlos como a una cucaracha. Esperaría un par de días después de la llegada de mi hija y arrasaría con todos ellos, incluidos los traidores.

Los días pasaban y el límite de tiempo estaba por cumplirse. Aun no tenía noticias de ellos ni de Megan. Solo faltaban unas cuantas horas para el anochecer y yo ya estaba desesperado. Había mandado a preparar a mis hombres para la ejecución masiva de los rehenes de la mina principal, la misma donde había enviado a mi hija en castigo. La orden era clara: una hora después de cumplido el plazo, si Megan no aparecía, que los eliminaran sin esperar ni un minuto más.

Fui al salón principal donde estaba mi trono, ahí esperaría a Megan junto a mi mujer; faltaba solo media hora para la hora límite y no había señales de ella. Jade se encontraba sentada, apretando sus manos con fuerza, ansiosa por la espera, mientras yo, estaba de pie caminando de un lado a otro esperando noticias, hasta que se sintieron los gritos de los guardias, cuando la puerta se abrió, la vi caminar hacia mí, su rostro no tenía expresión alguna, solo me miraba, no podía descifrarla, no era mi Megan de siempre, me habían entregado a una niña con dolor en su mirada, fría y calculadora, sin sentimiento alguno, al menos era lo que yo veía.

- Padre - sus palabras resonaron en la habitación, con una frialdad que me heló la sangre - aquí me tienes, rindiéndome ante ti por mis acciones. Cometí el error de liberar a esos rehenes y ayudar a la líder de la resistencia a escapar. Debo enfrentar las consecuencias.

Sus ojos se posaron brevemente en Jade, y un destello de pesar cruzó su mirada antes de que ella la abrazara con lágrimas en los ojos.

- Hija - Jade murmuró entre sollozos - pensé que te había perdido para siempre.

- Madre, lo siento. No fue mi intención causarte tanto sufrimiento - respondió, devolviendo el abrazo.

- Megan, ¿has vuelto arrepentida o vienes a entregarte? - pregunté, tratando de entender sus motivaciones.

- Vengo a pedir perdón, padre. Quiero asumir mi lugar como comandante de tus ejércitos y acabar con la resistencia. Tengo un plan que llevaré a cabo en una semana para poner fin a todos ellos.

La presencia de mi hija me devolvió una chispa de esperanza, una oportunidad para poner fin a esos desgraciados de una vez por todas. Sin embargo, me carcomía la incertidumbre sobre lo que había vivido durante su ausencia. ¿Qué terribles tormentos la habían marcado de esa manera? Aunque intenté obtener respuestas, su frialdad me dejó sin palabras. Era evidente que algo oscuro y perturbador había ocurrido en aquel lugar, y me juré a mí mismo vengar cualquier daño que le hubieran infligido. Juntos, ella y yo, acabaríamos con la resistencia y me aseguraría de que ningún enemigo se atreviera a lastimar a mi hija nunca más.

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Khan igual tiene su corazoncito, lastima que le gana la maldad.....

Herederas de la rebelión, la ultima batallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora