CAPÍTULO I

24.4K 50 0
                                    


LONDRES, 1,872

Anne y Antony

El carruaje se detiene frente a la casa de mi ahora esposo, mi nuevo hogar. El cochero nos abre la puerta y Antony sale primero y me ayuda a bajar. Estoy muy nerviosa, casi no conozco a este hombre y no sé qué futuro me espera a su lado. No lo amo, ni me agrada haberme casado a los 18 años con un hombre que me dobla en edad, pero mis padres insistieron en casarme con un hombre rico y poderoso para "asegurar mi futuro".

Su actitud me intimida ya que se ha mantenido serio y frío todo este tiempo, a la vez se ha portado muy educado con mi familia.

Desde la ceremonia no me ha dirigido la palabra, ni siquiera hemos cruzado miradas más de dos veces en todo el día.

Camina hacia dentro y va delante dejándome detallar mejor su físico. Es bastante alto, fornido y aparenta ser más joven de lo que es. Es muy atractivo, pero no me gusta para nada, apenas supe de él hace poco más de medio mes. Es como si me metiera en una cueva a ciegas.

Los empleados están organizados en columnas y el mayordomo está al frente recibiéndonos. Es un señor delgado, de media estatura y se ve muy amable.

— Señor, es un honor tenerlo de nuevo en casa. —dice él sonriendo. Pero Antony pasa de largo sin ni siquiera mirarlos.

Es un grosero, pero al parecer todos aquí están acostumbrados.

— Buenas tardes, soy Anne, es un placer. — le ofrezco la mano amablemente y me la recibe con una sonrisa cálida. Me apena que trate así a sus sirvientes, ¿que me queda a mi?

— Vamos — llama Antony desde la entrada mirándome serio y me apuro en alcanzarlo. Saludo a todos a mi paso antes de entrar.

Será mejor que no le hable y me mantenga al margen, no es muy amable que digamos.

Llegamos al cuarto y me quedó deslumbrada por el tamaño. Es inmenso pero un poco oscuro. La cama es enorme y los ventanales me muestran todo el jardín trasero.

Procuro no tocar nada, no vaya a ser que me encierre en una jaula por romper algo.

El olor del incienso inunda mis fosas nasales. Volteo y lo veo quitándose la ropa, dejándome ver sus músculos y unas pequeñas cicatrices en el pecho.

Volteo y sigo mirando el jardín fingiendo que nada pasa. Debería salir y dejarlo solo, tal vez está cansado y quiere dormir.
Sí eso haré, me iré y me quitaré esta estúpida ropa que me hace sentir ridícula.

Me dispongo a irme pero me sujeta del brazo impidiendo que me vaya.

—¿Que haces? — volteo asustada.

— Consumar mi matrimonio, ¿tú que crees? — espeta con sarcasmo.

¿Que? ¿Quiere acostarse conmigo?

— No, no quiero ahora, no me siento bien— me alejo cuando trata de quitarme el velo.

— Pues vas a querer, porque yo no me casé con una muñeca de trapo — me acorrala contra la pared. — y tú eres mi mujer ahora, me perteneces.

—Suéltame! No me toques!— forcejeo

Me toma de la nuca y choca nuestros labios en un beso salvaje, trato de forcejear y alejarme pero en el momento que me estrella contra su torso pierdo las fuerzas. Me desnuda dejándome solo en medias.

¿Que diablos estoy haciendo? Por qué no le he pateado la entrepierna y salido corriendo. Porque estás idiotizada, nunca te han besado así. Responde mi subconsciente.

El beso se torna apasionado y posesivo pero más suave. Nuestras lenguas se mueven en perfecta simetría y me toma del trasero levantándome. Enrollo mis piernas en su cintura y rodeo su cuello abrazándolo y acariciándolo.

Camina conmigo hacia la cama sin dejar de besarme. Desciende por mi cuello, chupa mis pechos con premura dejándolos rojos y con pequeñas marcas.

Su mano baja hasta mi coño húmedo y sus dedos se mueven en círculos sin dejar de chupar mis senos, haciéndome jadear.

"Dios, esto se siente delicioso"

Sigue bajando y dejando pequeños besos en el abdomen y me lanza una mirada pícara antes de prenderse de mi coño comiéndoselo como un león hambriento.

Debo taparme la boca para no gritar y que nos vaya a escuchar algún sirviente.

No... sigue gimiendo para mí, déjame oírte — me pide agitado, quitándome la mano de la boca. Introduce un dedo despacio, duele un poco pero lo mueve lentamente alejando la molestia convirtiéndola en placer.

Me escupe y sigue moviendo su lengua poniéndome a sudar y a temblar. Ya no aguanto más con el juego de sus dedos y su lengua.

Córrete, bella. — sigue frotando más rápido y estallo en un orgasmo que arrasa conmigo. — Eso es...

Mis mejillas arden y no puedo con el pudor cuando recupero mis sentidos. Mi corazón va a estallar y mis piernas no son más que temblores.

Sube hasta quedar a mi altura acariciando su miembro erecto y venoso "joder es enorme" detallo los músculos que se le marcan poniéndome a pasar saliva.

Me abre más las piernas, se posiciona entre ellas y roza su pene contra mi coño untándolo con mi humedad. Los nervios me ponen los pelos de punta al sentirlo tan grande y duro "presiento que no caminaré unos días".

Coloca una mano encima de mi cabeza besándome y posicionándose en mi entrada y...

Un gemido ahogado deja mi boca cuando me penetra golpe, el dolor hace que me contraiga y mis manos se aferran a su espalda tensándome.

Shhhh tranquila... — me besa y me toma del cuello moviéndose y chocando contra mi pelvis.

Antony, por favor... despacio — le suplico adolorida.

Baja la mano frotando mi clítoris sin dejar de moverse, el dolor disminuye un poco mezclándose con el placer. Esconde su cara en mi cuello gimiendo y soltando gruñidos y es el mejor sonido que he escuchado.

Me lo hace todo el rato, moviéndose como todo un experto haciéndome gemir y jadear como puta con los agarres y movimientos que son todo lo contrario a lo que pensaba que iba a ser cuando me entregase por primera vez.

Cierro los ojos extasiada pero él me toma por el cuello.

Mírame! — exige — mira como te coge tu marido.— Acaricio su abdomen y aprieto sus glúteos para que vaya más rápido y lo hace.

En cuatro — ordena y obedezco volteándome.

Me besa la espalda y me abofetea los glúteos con fiereza. Estoy que ardo y lo necesito dentro de nuevo.

— ¿Quieres más?

— Sí, ven... — le pido agitada.

Me toma del cabello y me penetra, dándome duro en cuatro. Las embestidas duelen como un carajo pero no puedo pedirle que pare porque me encanta como se siente esa mezcla intensa de dolor y placer.

Acelera aún más y siento que me va a romper con su rudeza. Otro orgasmo me toma nueva mente pero él no se detiene.

Para! — le pido pero sigue dándome hasta que siento como sale y eyacula en mis glúteos.

Caemos en la cama empapados de sudor y yo con las fuerzas en ceros, agitada y adolorida. Me recuesta en su pecho, me da un beso en la frente y me quedo dormida en sus brazos con el corazón a mil.

/////////////

Relatos EróticosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora