📬 08. (D58)

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¡Hola, Hia!

Siempre vuelvo al recuerdo de la noche en que te conocí.  Solo porque me parece irreal encontrar el amor en un lugar de mala muerte, tan espantoso que prefiero borrar de mi mente, pero que a la misma vez no puedo, porque ahí te conocí.

Las personas me mirarán ahora y pensarán que soy una blanca palomita...

Tu y yo sabemos que no es así. 

Sabes perfectamente lo mal que estaba en ese entonces y que tú me rescataste.

Joder, ¡qué tenía diecisiete años y consumía todo tipo de pastillas y alcohol! 

Recuerdo irme arriba de ese edificio, buscando una habitación a solas para meterme heroína por primera vez.  Entré a la última habitación sin notarte en el suelo, casi dormido de la borrachera.

Recuerdo sentarme en la cama y ponerme a llorar mientras me arremolinaba las mangas del suéter azul cielo para meterme esa mierda.  A sabiendas de que estaba mal, pero aún así impulsándome a hacerlo, porque me odiaba tanto.

Me despreciaba a niveles que solo tú sabes.

Quería algo que me hiciera sentir bien, menos vacío, con menos odio hacia a mí mismo. 

Quería dejar de sentir.

Recuerdo que te levantaste colérico, cogiste la jeringuilla y la hiciste pedazos.

Nunca olvidaré las palabras que me gritaste ese día: "¿Qué diablos crees que haces?  ¡Habitación equivocada, niño! ¡En mi presencia no te vas a meter esa porquería!"

Recuerdo la cantidad de insultos que te solté.

Y tú... maldito borracho, tú simplemente empezaste a reírte de mí.  Me abrazaste del cuello y te inclinaste a tomar la botella de alcohol derramada para, sin previo aviso, empujármela hacia la boca.  Me dijiste: "Bebe, bebe. Ahoga las penas con esto, pero no te metas esa mierda, niño."


Recuerdo que pensé que toda la situación era surrealista, porque estaba claro que el alcohol tampoco era el mejor de los medicamentos.

Recuerdo que te empujé y te insulté. Me trataste como si fuéramos amigos de toda la vida y yo estaba ofendido porque ni siquiera te conocía, ¡es que tú!

Eras tan... ¡entrometido y confianzudo! 

Me largué odiándote porque me hiciste perder dinero en algo que no consumí, pero en el fondo, agradeciéndote, porque tú me trajiste de vuelta a la realidad.

Recuerdo que semanas más tarde, volví a ese lugar de mala muerte. 

Estuve a punto de comprar pastillas cuando escuché tu grito:  "¡Hey, niño!"

Nunca voy a comprender porque tu voz quedó grabada en mi memoria desde el primer momento.

Te reconocí sin saber tu nombre.

Recuerdo rodar mis ojos hacia el cielo.  Estaba irritado, pero listo para gastar mis energías en ti.

Siempre dejaba de pensar en mis propios problemas cada que me molestabas.

Eras lo que necesitaba.
Aún lo eres.
Siempre lo serás.

Llegó un tiempo que, ni yo mismo sabía porque iba a ese lugar, si tú siempre me ibas a detener hiciera lo que hiciera. Cambiaba mis horarios para no toparme contigo, pero siempre estabas ahí. Llegué a pensar que vivías en ese lugar, si no es que posteriormente me dijiste que vivías al frente.  En la ventana de tu habitación se podía ver perfectamente quien entraba y salía del local.

Recuerdo que te cansaste.

Volviste a abrazarme por el cuello.  Me pediste que bebiéramos juntos, y sin esperar respuesta de mi parte, me llevaste arrastras a la última habitación de ese lugar de mala muerte

Tú siempre viste a través de mí.

No sé cómo intuiste que lo único que necesitaba era ser escuchado.

Tampoco sé cómo me convenciste a beber contigo o cómo terminé desahogándome en tus brazos.

No sé cómo un borracho como tú, era tan cálido, tan cariñoso, tan amable y tan tierno.

La mitad del tiempo nunca sé lo que estoy haciendo. 

Tú muy bien sabes, lo avergonzado que me sentí en ese momento, porque era la típica persona que cuando bebía siempre acababa llorando. 

Es por eso que no me gusta el alcohol y porque nunca me ha gustado.

Pero lo que no sabes, es lo rápido que latió mi corazón por ti cuando me sonreíste con tu sonrisa tan hermosa, o cómo mi estómago se removió por lo que pasó después.

Me llamaste por ese apodo que quedó tatuado en mi corazón y que nunca voy a terminar de entender el porqué me lo pusiste.

Me dijiste:  "No te avergüences, mi ángel."

Tu mirada era otra cosa. 

Esos ojos siempre han sido expresivos para mí aunque nunca sé qué estás pensando. 

Luego, se te ocurrió la brillante idea de decir:  "Si quieres emborracharme hasta que me hagas olvidar, lo acepto."

¡Me hiciste reír, tonto!  ¡Siempre tuviste unas formas tan infantiles de resolver las cosas! Y, siempre, funcionan. Dejé de sentirme avergonzado por todo lo que te conté y empecé a sentirme nuevamente cómodo.

Recuerdo que hablamos hasta en la madrugada, hasta quedarnos dormidos, de algún modo en posiciones incómodas que al otro día nos dio dolor de espalda y cuello.

Amanecí con los ojos hinchados de tanto llorar y con la cabeza queriéndome explotar. Pero mientras te miraba, mi humor mejoraba, y es ahí cuando estuve seguro de una cosa...

Te quería volver a ver
en esa última habitación
en ese lugar de mala muerte,
y estar contigo, mi solecito.


Con amor,
tu Nhu.

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Glorianys 💌

ESTADO DE EMBRIAGUEZ  📬  ZeeNuNewDonde viven las historias. Descúbrelo ahora