Moriría por ti

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Moriría por ti, me entregaría por ti... Eso es lo que te dije que haría, pero ahora entiendo que no eres capaz de ver que lo que hago, es más de lo que piensas que es. Así que, en este punto, ¿qué más te daría si me suicido?

El sonido de la pistola sonó y esta, al instante, tocó el suelo. El cuerpo se desplomó, cayendo hacia atrás. Si no hubiera sido porque pudo reaccionar a tiempo, habría acabado aplastado por la gravedad, con los huesos rotos. Él lo abrazó con fuerza, con lágrimas derramándose y resbalando por sus mejillas al tiempo que apretaba su mandíbula de la impotencia, de la tristeza, de sentimientos difusos que se acumulaban y enredaban en su pecho. Por su mente pasaron los recuerdos de sus expresiones, sus palabras, sus miradas, su sonrisa... Todo aquello que nunca volvería a ver porque llegó demasiado tarde. Al mirarlo al rostro, pudo ver que tenía lágrimas en sus ojos como si hubiera estado sufriendo tanto tiempo en silencio, que aquel fue el único momento en el que pudo expresarlo.

No recordaba que el recién fallecido hubiera llorado en algún momento o le hubiera contado de sus sentimientos. Tal vez porque sentía que si le decía cualquier cosa, le respondería que no era para tanto y que tenía problemas más importantes que atender.

No era cierto. Y se dio cuenta demasiado tarde.

Una sensación de opresión se formó en su cuerpo, fallando sus piernas y arrodillándose con su cuerpo entre sus brazos. "Lo siento", articuló en un susurro que dio paso a un llanto ahogado. Pero de qué servía una disculpa cuando no podía oírla, ni responderla.

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