DIECISÉIS

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Hyunjin se encontraba acostado en su cama, viendo sus zapatos apoyados en la pared, pensando en cómo y por qué todo se había vuelto tan extraño entre Félix y él

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Hyunjin se encontraba acostado en su cama, viendo sus zapatos apoyados en la pared, pensando en cómo y por qué todo se había vuelto tan extraño entre Félix y él. Suspiró con tristeza mientras sacaba una de las lindas galletas que su madre le había comprado a Félix esa misma tarde, las había tomado a escondidas y empezó a comerlas, sintiéndose demasiado deprimido para poner atención al hecho de que estaba comiendo algo que creyó odiar durante mucho tiempo.

Hasta que un lindo pelirubio apareció en su vida ofreciéndole las mejores galletas.

—¡Hyunjin!

Estúpida mala costumbre de sus amigos de entrar a su habitación como si nada.

—¡Toquen la puerta!—exclamó asustado y molesto, metiendo las evidencias de su gran secreto bajo su almohada con rapidez.

—Lo siento, tu mamá dijo que podíamos pasar—rió el pelimorado antes de mirarlo de manera sospechosa por sus acciones.

—Si, a la casa, no a mi habitación—rodó los ojos—¿Qué hacen aquí a esta hora? ¿No tienen casa?

—Duh, claro que si—dijo Minho, acostándose en la cama—De ahí vengo, pero quiero pasar tiempo con mi mejor amigo que últimamente está más amargado de lo normal—acomodó la almohada bajo su cabeza, pero un peculiar ruido lo hizo prestar atención.

—Mejor habla con nosotros, ¿por qué estás tan amargado?—se sentó en la cama el mayor de todos.

—¡Son galletas! ¡Estabas comiendo galletas!—interrumpió Minho al sacar todos los envoltorios y la galleta a medio comer debajo de la almohada del pelinegro.

—¡Hyunjin te gustan las galletas!—exclamó ahora Chan—Esto es demasiado para procesar—puso su mano derecha en su frente, fingiendo que estaba por desmayarse de manera dramática—Sucio mentiroso, me das asco.

Hyunjin tapó su rostro, había sido descubierto.

—Ni una sola palabra, a nadie—dijo de manera amenazante, tomó los envoltorios y los dejó en su escritorio—Es que estoy deprimido, es eso.

—Lo sabía, no puedes odiar las galletas de Lixie—sonrió Chan mientras movía sus cejas con picardía—Están hechizadas o algo así, por eso estás tan loquito por él.

—Ya, si, me gusta mucho él y sus galletas, ¿felices?

—Ladrón, de seguro se las quitas a tu madre en lugar de pagar por las tuyas—señaló Minho.

—¡No es cierto! Siempre le dejo dinero en compensación de la desaparición de sus galletas—se encogió de hombros—Pero ya, si me gustan, dejen el tema.

Ambos chicos asintieron con una enorme sonrisa en sus bocas, pero sus expresiones cambiaron al verlo tan desanimado, y es que últimamente había estado así, todo lo irritaba, además, supieron por Jeongin y Han que Félix había estado muy diferente también, demasiado silencioso y triste.

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