Primeros pasos

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(Pasado)

Itachi dejó su té en la mesa al sentir ese chakra conocido ir hacia él, Madara había regresado, y por lo visto, no estaba solo.

El azabache no tardó en llegar a la puerta, recibiendo cordialmente a los que serían residentes de la pequeña morada. Aquella pequeña casa tradicional, donde la madera era vieja, rechinando ante cada paso.

— La encontraste — afirmó cuando la dejó en la que sería su habitación de ahora en adelante.

— Siempre hay ruido dónde los Utakamas se encuentran.

Madara se encaminó a la pequeña cocina, la menor se encontraba lo suficientemente mal físicamente, en verdad se sorprendió al ver que seguía con vida. — Solo tres meses.

Itachi sabía que se refería al tiempo que tenía la Utakama de reponerse, si no lo lograba, sería simplemente desechada.

— Cuento contigo.

El mes fue pasando con lentitud, había una enfermera encargada de cuidarla

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El mes fue pasando con lentitud, había una enfermera encargada de cuidarla. Su llanto se escuchaba día y noche, no tenía horarios definidos. 

Lo único que hacía era mirar a todas partes, buscando algo; sin embargo, en poco tiempo se dieron cuenta de que no podía hablar. No sabían si atribuirlo al jutsu que Madara le había aplicado, o por su mismo deterioro físico.

Se recuperó más rápido de lo pensado, al parecer, inconscientemente usaba ninjutsu médico en sus heridas, aparte de la ayuda de la enfermera. En poco tiempo empezó a mover sus extremidades, sintiendo más dolor en sus brazos, casi cómo un recién nacido tratando de conocer su propio cuerpo.

Los murmullos que salían de sus labios eran roncos, tan bajos que era difícil comprenderlos. Su vocabulario no era extenso, solo sabía palabras aleatorias; era muy común escuchar a la menor tratando de repetir lo mismo que decía la enfermera.

Itachi se encaminó hacia el cuarto de la Utakama. Su rutina era preparar el desayuno, para la enfermera y para él, le explicaba que la menor era su paciente; mientras, él se dedicaba a entrenar, después de todo, Akatsuki tenía que aprender a extraer los Bijus de sus jinchurikis; por último, se dirigía con la menor cada tres días para ver su progreso.

Se sentó en una silla, contempló a la preadolescente, se encontraba postrada en su cama, dormida. Jamás imaginó que le depararía un futuro tan caótico a la hija de su antiguo compañero Ambu.

Los ojos de la Utakama se abrieron con cuidado, con cansancio, notó que era analizado, no dejaba de ver su rostro, pero en poco tiempo, esa mirada se hizo perdida. Una sonrisa inocente se posó en la cara de la chica. Admiró como sus brazos trataron de moverse y, como ella misma, con quejas, trataba de levantarse.

Itachi se levantó a acomodar nuevamente a la pelinegra, necesitaba que reposara, si se seguía moviendo tan bruscamente se abriría las heridas nuevamente.

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