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El mareo, fue el menor de los problemas de Jace en cuanto este se despertó en la pequeña cama de la cabaña a la que Aemond lo había llevado.

Lo que sucedió despues de caer al agua estaba borroso, pero recordaba la sensación de dolor.

Apenas podía moverse al inicio, el dolor era insoportable, aún tenía algo de fiebre y las vendas que le habían colocado en las heridas estaban llenas de sangre que comenzaba a secarse.

En cuanto el castaño vio a su tío de pie en el marco de la puerta quiso moverse pero le fue imposible gracias al dolor que sentía.

—Si no quieres seguir perdiendo sangre te recomiendo que te quedes quieto— habló Aemond en ese tono tan frío que tenía.

—¿Donde estoy? Estoy seguro de que esta no es la Fortaleza Roja y tampoco parece una celda del castillo—.

—Creí que tras haber dormido tanto tiempo, cuando despertarás estarías más tranquilo que cuando te revisaron la primera vez—.

—¿Donde estoy? ¿Y qué haces tú aquí?—.

—Estás en un lugar seguro, eso es lo único que debes saber—.

—¿Por qué estoy aquí?—.

—Eso ya me lo preguntaste y ya te di una respuesta, no es mi culpa si no lo recuerdas—.

—¿Por qué estoy aquí contigo?—.

—¿Preferirías seguir aferrado a aquel barco que se hundía?—.

—Te pregunté que qué hago aquí, por un demonio, solo responde—.

—Seguir siendo el mismo imbécil que recuerdo, al parecer— Ambos varones se miraron con molestia.

En ese momento Healena se hizo presente en el lugar, haciendo que el duelo de miradas entre Aemond y Jace se interrumpiera.

La chica no dijo nada y fue directo hasta la cama donde Jace yacía.

Le dio un vistazo y puso una de sus manos en el abdomen del castaño, provocandole una sensación de nervios en cuanto sintió la mano de la chica sobre su piel.

—No te muevas demasiado, la hija del pescador dijo que ya no corres tanto riesgo de una infección, pero las heridas no sanarán si no eres cuidadoso— Ella nisiquiera lo miró.

—¿Qué está sucediendo? ¿Por qué están aquí los dos?—.

—Somos tres— corrigió Healena y miró a Jace por primera vez—Aemond, yo y mi hija Jaehaera, seguro no la recuerdas, era muy pequeña la última vez que la viste—en ese momento Healena trató de revisar la herida de la pierna, pero la venda estaba pegada a la piel—Esta no sana tan bien como las demás. Debemos arrancarle la venda para limpiar la herida de nuevo. Eso fue lo que dijo la chica—dijo mirando a Aemond

—Bien, hagamoslo de una vez—Aemond comenzó a acercarse y Jace negó apresurado sabiendo que seguramente sería doloroso.

—Tranquilo, será rápido— trató de calmarlo Helaena, pero Jace no estaba seguro de que así fuera.

Y por la cara de satisfacción que Aemond tenía en ese momento, Jace supo que si dolería.

—Sé un hombre, Jacaerys— dijo Aemond y puso su mano sobre la venda.

Jace cerró los ojos y antes de que Aemond arrancará la venda de un solo tirón, Healena tomó la mano de Jace tratando de transmitirle seguridad.

Aemond arrancó la venda y se preparó para callar a Jace en caso de que esté comenzará a gritar como lo había hecho la primera vez que la hija del pescador lo había ayudado.

Entre fuego y sangre: El amor surge en lugares inesperados (Jacaerys/ Healena)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora