𝗣𝗥Ó𝗟𝗢𝗚𝗢

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El mayor delito de un ser humano es olvidar aquello que una vez te hizo feliz. Ella nos olvidó, y consumimos nosotros sus consecuencias.

El tiempo puede sanarnos, aunque en su transitar, nunca permanecemos inalterados. El amor, delicada fragancia que nos hace vulnerables, se convierte en el tejido irremplazable de nuestra existencia. ¿Los gatos se disuelven como polvo de ceniza, un corazón palpita en rojo o los conejos blancos susurran en un lenguaje encantado?

En la diminuta mente de la joven de cabello rubio y melena larga, se entrelazaban numerosas interrogantes mientras reposaba en la roca junto al río, donde las aguas lucían cristalinas y sin obstáculos que perturbaran a los peces danzarines. A su lado, su pequeña gata de colores rojizos no cesaba de jugar con las hojas de los árboles que revoloteaban por el aire al caer al suelo, una y otra vez.

Aunque el pueblo la aceptaba, consciente de que una simple niña difícilmente lograría grandes hazañas, surgía un conflicto: la lectura. Un modesto libro entre sus manos generaba rechazo entre los habitantes, pues las normas sostenían que una educación sublime nacía de la adherencia a la perfección y el orden. Sin embargo, la joven persistía en su amor por la lectura, una pasión incontenible que desafiaba las normas establecidas. Su hermana mayor, en un gesto tierno, le relataba cada noche una nueva historia antes de dormir. En esos cuentos, la magia existía, ofreciendo un refugio encantado donde los límites eran solo el producto de la imaginación.

La niña no cesaba de hojear las páginas con delicadeza, deslizando la yema de su dedo sobre ellas. El nuevo libro que tenía entre manos la transportaba a un mundo inexplorado, donde una princesa de cabello cobrizo y melena extensa era rescatada en una torre por un astuto ladrón.

Mientras continuaba explorando el libro, la niña absorbía cada página, analizando con atención cada escena sin apartar la mirada de las letras que componían esa fascinante historia. Fue entonces cuando un sonido capturó su atención, haciendo que alzara la cabeza a dos dedos de su libro. Para su sorpresa, descubrió un conejo blanco que se escondía detrás de un arbusto, intentando extraer un reloj de su bolsillo. Un gesto de asombro iluminó su rostro al observar la hora marcada en el reloj del curioso conejo, que vestía con una chaqueta azul y llevaba guantes de seda que cubrían sus diminutas manos.

La muchacha apartó su libro a un lado y trató de desplazarse con cautela en la dirección del conejo, pero sus esfuerzos resultaron infructuosos, ya que el esquivo animal se movió ágilmente y comenzó a brincar, perdiéndose en los recovecos del bosque, sumergiéndose en sus profundidades. Aunque incrédula de lo que había presenciado, fue en ese instante que Alicia, la niña curiosa, intuyó que su existencia nunca sería la misma. Siguiendo al conejo, se aventuró hacia un paraje desconocido en el cual avizoró que la supervivencia no sería una tarea sencilla.

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