Billy miró con horror su marca de aparejamiento. No. Esto no podía ser real y estaba muy seguro que no podía estar sucediendo. No a él.
Tomó la mano de Babe y la sostuvo contra la de él para poder comparar sus palmas.
No había ningún error. Las marcas eran idénticas.
Babe le pertenecía.
Maldición.
—¡Bastardo! —dijo Babe, airadamente—. ¿Cómo puedes ser el que destinaron para mí?
—¿Perdón? —preguntó Billy, desconcertado por su furia.
Si alguien tenía derecho de estar enojado era él. Después de todo, él había estado preocupándose por sus propios asuntos cuando Babe lo atrapó en su círculo sensorial. Si Babe se hubiera mantenido alejado, ninguno de los dos estaría en esta situación.
—En caso de que no lo notes, dulzura, no estoy precisamente encantado por esto, tampoco.
Babe lo miró por dos segundos antes de dar media vuelta y marcharse entre la multitud.
Parte de él estaba tentada a dejarlo ir, pero no lograría nada. Ningún Katagaria o Arcadiano tenía algo que decir sobre la persona que las Parcas habían elegido como compañero. Ni siquiera sabían cuándo o dónde encontrarían a la única persona que les era designada.
La única forma de encontrar a un compañero era dormir con él o ella y esperar que apareciera la marca.
Cuando ésta aparecía, sólo tenían tres semanas para realizar su ritual de unión o pasarían el resto de sus vidas estériles. Para la parte fértil, no era tan malo, puesto que podría continuar teniendo sexo con cualquier hombre que le llamara la atención; sólo que no podría tener hijos con otro hombre, sólo con su compañero designado. Pero para un hombre...
Era peor que la muerte. El hombre quedaba completamente impotente hasta el día en que muriera su compañero.
Billy se estremeció ante la idea. ¿Él, impotente? Esas dos palabras no se dirían juntas jamás.
Moriría primero.
Se dirigió a través del vestíbulo en una intensa persecución de su «compañero».
Babe estaba furioso cuando se dirigió ciegamente en medio de la multitud. Todo lo que quería era poner una distancia significativa entre Billy y él.
Esto era horrible.
¡Terrible!
¿O no?
La mayoría de los arcadianos soñaban encontrar a su compañero en su primer amante. De esta forma no sentirían temor por sus instintos merodeares, los que los rebajaría a pasar de hombre a hombre, tratando de encontrar al único con el que pudieran tener hijos.
Era un sueño hecho realidad encontrar a un compañero tan rápido y tan fácilmente. La mayoría de su especie pasaba siglos buscando. Y muchos morían sin haber encontrado nunca a su pareja.
En teoría, él era afortunado y, no obstante, estaba furioso porque fue unido a un hombre Katagari. ¡Hablando de saltar de la sartén al fuego! En la mañana, su peor temor era ser esclavizado a una manada Katagaria.
Ahora esta atrapado incluso mucho más que antes. Si abandonaba a Billy, nunca podría tener hijos. Él era el único que podía dárselos.
—Malditas hormonas —gruñó, mientras se le llenaban los ojos de lágrimas.
Era difícil pensar con claridad.
Alguien lo agarró desde atrás.
—Te tengo —dijo una voz profunda y masculina en su oído.