En el vestíbulo del Marriott, Billy se apartó a un lado con Mew mientras todos en el hotel estaban haciendo sus maletas para marcharse. Todos los Klingons, Storm Troopers, hadas y demases ahora estaban vestidos en forma normal, solo con algunas partes de sus disfraces como evidencia mientras uno a uno regresaban a su vida real.
La Dragon.Con había concluido.
Justo como Mew le había prometido un año atrás cuando le dijo que viniera a Atlanta, éste había sido un extraordinario fin de semana que permanecería con él por siempre.
—Tú sabías que Babe estaría aquí cuando me dijiste que viniera ¿Verdad? —le preguntó al atlante.
Mew se encogió de hombros.
—Siempre hay un rango de error, pero sí. Lo sabía.
—Eres un tremendo hijo de puta.
Mew rió.
Billy sintió la presencia de Babe detrás de él.
Girando, lo vio con Jam dirigiéndose a ellos.
Jam estaba radiante acarreando una amplia colección de bolsas.
—Ya realicé mis últimas compras —anunció ella con orgullo—. Debes estar contento, Billy, tu chico pantera no compra mucho.
—Sabes que podías haber comprado lo que quisieras —le dijo él a Babe.
—Lo sé, pero todo lo que quería era esto.
Él frunció el ceño cuando le pasó una pequeña caja de madera.
—¿Qué es?
—Ábrelo y mira. Lo compré sólo para ti.
Billy la abrió para descubrir lo que parecía ser un colgante en forma de campana.
—No entiendo —dijo él.
Babe le quitó el colgante y se lo colocó alrededor de su cuello.
—Esto es solo en el caso de que vuelvas a pelear con alguien más. La próxima vez, sabré cuál pantera eres y no te cortaré la cabeza por accidente. Planeo vivir una larga, larga vida contigo, señor Patchanon. Y nadie, ni siquiera tú, va a detenerme.
