Capítulo siete

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Amity sujetó la mano de Luz para llevarla a su centro, haciéndola sonrojar, más de lo que ya estaba. Su rostro era completamente rojo, por el calor del momento y por estar así con "el amor de su vida". La mano fue a parar a su centro, descontrolando más a la mayor.

El deseo de tocar a ese alguien al que ella ama, de tener todo tipo de contacto, el deseo de solo estar con ella, Luz lo estaba experimentando cada vez más fuerte. Relamió sus labios, y dos de sus dedos separaron sus labios inferiores, haciendo gemir a la menor que se aferró a su hombro. Por alguna razón a la morena le encantó ese gesto.

Esos mismos dos dedos comenzaron a acariciar el clítoris de la menor, que gimió levemente más fuerte, causando un leve temblor en su cuerpo. Silencio era lo que habitaba en su habitación al momento, silencio que fue remplazado por el sonido obsceno de la humedad entre las piernas de Amity. Sus dedos volvieron a acariciar la zona, tanteando, y después metió uno. Otro gemido escapó de los labios de la menor. La carne rosa pedía a gritos ser atendida, la Noceda tragó saliva sonoramente, tratando de calmarse a si misma y no cometer una barbaridad.

Metió otro dedo, notando que su mejor amiga estaba más apretada que de lo normal. Sentía que sus paredes succionaban sus dedos, y apenas había metido la mitad de dos dedos, Luz relamió sus labios que estaban secos, y después, los metió por completo, haciendo a la menor gemir fuertemente. Su ceño fruncido, sus labios hinchados de tanto morderlos, sus ojos cerrados y el sudor bajando por su frente la hacían ver tan tierna y sexy a la vez. Se concentró en volver a repetir la acción, varias veces, dándose cuenta de que Amity tampoco estaba tan húmeda como debería.

Por suerte ella trajo lubricante. Caminó hasta su mochila sacando el bote, y se lo entregó a la menor, que la miró fijamente.

- ¿Yo-yo haré eso? - unos labios atrapando su pezón interrumpieron sus palabras, y luego presenció del como Luz asintió, todavía mordisqueando su botón. Su pezón que relucía en su lechosa piel por ser tan rosado, la mayor sonrió y volvió a chuparlo, haciendo gemir bajo a Amity.

- Solo mete tus dedos en el lubricante y luego en tu... zona. - un beso en sus clavículas y después escuchó de nuevo el sonido de la humedad entre ellas dos, seguido de los gemidos de la menor.

Luz se quitó ella misma su falda y su camisa, quedando en ropa interior, llamando la atención de Amity, que seguía dándose placer. Su otra mano se dirigió a su clítoris, recordando lo bien que se sintió cuando la mayor lo acarició, y sus gemidos aumentaron llevando su cabeza atrás. Su espalda arqueada, y gemidos cada vez más altos. El sudor recorriendo su cuerpo sensualmente, gotas por su cuello y frente, una imagen tan linda para la mayor. No importaba qué estuviera haciendo, siempre resultaba encantadora para Luz. Incluso cuando se acababa de levantar y tenía saliva seca en sus labios, incluso ahora, que se estaba masturbando.

Llegó hasta el cajón de los condones, sacando uno con cuidado, y lo abrió con suma lentitud, enrollándolo en toda su extensión. Estaba erecta y Amity ni siquiera la había tocado. Desabrochó su camisa y caminó hasta la menor, tomándola de las caderas para voltearla por completo, pero ella se negó.

- Tengo que besarte, por lo menos verte, leí que duele si es demasiado grande, y Luz, tú ahí te cargas 25 centímetros, casi una regla. - la morena asintió, separando las piernas de Amity y llevándose una a su hombro, haciéndola sonrojar. - Con cuidado.

Agarró el bote de lubricante y lo llevó a su miembro, empapándolo del líquido, y después, fue metiendo la punta, sintiendo como las paredes que la iban envolviendo la apretaban tanto que llega a asfixiar. Esperó a que los pequeños quejidos de Amity pararan, y fue metiendo más, lentamente. Leves centímetros más y divisó el hilo de sangre caer de la zona de la menor. Luz perdió la cuenta de cuántas veces tragó saliva. Iba a seguir metiéndose lento, hasta que un grito de la menor la asustó, casi saliendo.

- ¡Mételo todo de una vez, duele de puta madre!

- ¡No tengo que meter todo si no quiero dañarte!

- ¡Mételo todo, Noceda, métemelo todo ya!—la mayor tenía una paciencia muy limitada esos días, así que en una fuerte estocada logró meter hasta la mitad en Amity, haciéndola gemir alto, lo confundió con un quejido. Se apoyó en sus codos, viendo cómo el condón tenía varios hilos de sangre, y miró a la menor. - Ta-tarde o temprano iba a perder la virginidad, cállate y sigue metiéndolo.

Mity tenía razón, y Luz agradeció su honestidad. Prefirió ser ella que un idiota más idiota que ella misma.

Sujetó a Amity de la cadera, y volvió a meterlo de una estocada, hasta que algo la hizo topar. Ahora eran una misma. Los ojos cerrados de Amity con fuerza, sus cejas fruncidas, y lágrimas amenazando con salir. Luz sujetó ese rostro y lo besó, esperando a que la menor se acostumbrara a su tamaño. No se movió, y la menor abrió sus ojos, viéndola atentamente.

- Puedes moverte ya.

- ¿Tan rápido? - unas caricias en su nuca, Luz sacó hasta la punta, y volvió a meterse de una manera lenta, suave. La besó, seguía sujetando su cintura, y sonrió en medio del beso. Volvió a repetir la misma acción, y el gemido de Amity le indicó que ya no era dolor puro lo que sentía. Otra estocada suave, alborotando su corazón.

En la habitación se escuchaba el ruido de sus pieles chocando, la humedad de Amity, y los gemidos de ambas.

Luz gimió al sentir la estrechez de Amity, y un pensamiento fugaz que llegó para quedarse. Estaban haciendo el amor. Según la mayor, estaban haciendo el amor de una manera cuidadosa, y en ese momento ya no pensó que era solo un intercambio o un polvo para que la menor bajara de peso y fuera feliz con alguien más, estaban haciendo el amor, ellas dos. Volvió a besar esos labios que tanto le encantaban, e involuntariamente sus movimientos aumentaron de ritmo, haciendo a Amity jadear más alto.

Era felicidad pura en ese momento, sus movimientos a velocidad media, los gemidos de Amity, que comenzó a subir sus caderas a medida que completaban una estocada, y Luz terminó una estocada meneando sus caderas, recordando que eso le había dicho la señora Bria al momento de tener sexo en el baño. Quería borrar eso de su mente para siempre, quería pensar que Amityt fue su primera vez, y que ella fue la primera vez de Amity. Sus labios se dirigieron al cuello de la menor, comenzando a mordisquear y chupar de su piel, llevándose entre dientes para después soltarla, la menor cada vez gemía más fuertes.

Sus cuerpos llenos de sudor, sus gemidos inundando la habitación, y el sonido de los varios besos que compartían en cada estocada que hacían. La mano de la castaña bajó hasta su centro, buscando acariciar su clítoris, pero palpó algo que sobresalía de su vientre. Un bulto. Y recordó que por lo menos veinte centímetros estaban dentro de ella. Sus manos bajaron por completo a su zona, logrando su objetivo, y el placer se expandió por todo su cuerpo. La velocidad que Luz estaba utilizando era la perfecta, lo que metía y sacaba, y sus dedos complaciendo su nervio, todo fue perfecto para que ella alcanzara su orgasmo, y lo logró, arqueando su espalda cuando lo logró. Un gemido alto, y se corrió, empapando el miembro de la mayor con sus fluidos.

Una estocada más y después escuchó que Luz gimió fuerte, y maldecía en voz baja. Más gemidos, Amity que seguía retorciéndose y la mayor que se estaba recuperando de su orgasmo, saliendo de la menor.

El condón tenía fluidos y sangre, así que la azabache se lo sacó con un papel y con cuidado. Lo enrolló en el papel, y lo tiró, haciéndola sonreír. Hizo el amor con su crush.

Sus pensamientos no pudieron llegar más lejos porque escuchó el sonido de una puerta y un "¡Mittens, ya llegué!" De su madre.

Diet of SexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora