Capítulo 3

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Jonathan

Me preocupé por Eleanor, es una mujer y no debía dejarla sola, si le llegaba a pasar algo, probablemente me dejaría como culpable.

—Te llevo a tu casa —le dije preocupado.

—No vivo lejos.

—Vamos, es peligroso y más para una mujer como tú que se deja manosear en público por su novio.

Tenía que decirlo, no había otra opción, Eleanor me miró fulminante y se cruzó de brazos.

—¿De dónde sacas esas ideas? —cuestionó enojada—. Yo ni siquiera tengo novio y ya me harté de aguantar tus ideas machistas. Te ayudé a traer a tu amigo borracho. ¿Y así es cómo me agradeces?

—Vamos a tu casa —la tomé de la muñeca y la llevé conmigo.

En el silencio ella iba callada y de brazos cruzados, supuse que tenía frío, me quité mi chaqueta y se la traté de poner...

—No me toques, no necesito tu chaqueta.

—Te vas a morir de frío y después me echarás la culpa a mí —respondí serio.

—Gracias, pero no quiero la chaqueta de un machista. Estoy harta de que me trates como si fuese una mujer débil.

Caminó más rápido que yo, se le veía furiosa y no quería dirigirme la palabra, ni siquiera me volteaba a ver.

—Oh, Eleanor. No te enojes, yo solo quería ayudarte.

—¿Ayudarme? Todo el tiempo estás molestandome —se paró a secas frente a mí y me señaló enojada—. Tú no me dejaste cantar en tu lugar aún sabiendo que puedo hacerlo y te burlas de mí creyendo que porque soy mujer no soy nadie.

—Está bien. Lo siento, ¿qué te parece si arreglamos las cosas? —propuse, a lo cual ella se calmó un poco, se cruzó de brazos y me miró muy atenta—. Mañana podemos vernos y hacemos una fogata a un lado de la playa, llevo mi guitarra y si me demuestras que realmente puedes, te doy la oportunidad de tomar mi lugar mientras yo estudio para mi examen.

—Me parece bien, pero eso suena a una cita y necesitaré una buena bebida para salir contigo.

—¿Te gustan las piñas coladas? —le pregunté pensativo—. Conozco a alguien que nos puede preparar unas muy deliciosas, si gustas te llevo una. ¿Qué dices?

—Sí, me gustan las piñas coladas. Está bien, mañana a las siete de la noche.

Dejé a Eleanor en la puerta de su casa, la cual no lucía para nada bonita, parecía más bien una casa de viejos, pero no la culpo, ella vivía con su abuela, seguro era una vieja anticuada.

Regresé a casa, Tomás seguía tirado en el sofá durmiendo y nuestro pequeño gato también se encontraba dormido encima de él, por lo tanto preferí no despertarlo y me fui a dormir.

A la mañana siguiente, me preparé y me fui a la escuela, tomé cada una de las clases, terminó la tortura y fui al bar a visitar a mi amigo, pero ¡Oh sorpresa!...

—¿Cómo que se fue de vacaciones? —pregunté angustiado—. Esto es una emergencia, saldré con una chica y necesito una piña colada.

—Lo sé, pero él se fue a visitar a su madre, entonces solo estoy yo y el resto de los bartenders, pero podemos prepararte las piñas coladas que necesitas. El problema es que por hoy ya se nos acabó esa fruta. Si consigues una, te las puedo preparar y te cobraríamos un porcentaje menos.

—Claro, iré por una piña —exclamé y salí corriendo al mercado. Definitivamente necesitaba esa bebida para salir con Eleanor, de lo contrario esto sería una tortura aún peor.

Recorrí el mercado en busca de una verdulería, sin embargo solo veía carnicerías, tiendas esotericas, pollerías, paleterias y tiendas de ropa, hasta que por fin ví una piña a lo lejos, brillaba como oro entre tantas frutas, no me fije qué más vendían, solo pedí aquella fruta y salí rumbo al bar.

Después de esperar, ambas piñas coladas estaban listas, recogí a Eleanor de su trabajo, nos dirigimos a la orilla de la playa,
juntamos un poco de leña y encendimos nuestra fogata, ella sacó unos malvaviscos de su bolsa y comenzamos a quemarlos para comerlos.

—Parece que tenías razón, tu amigo prepara unas buenas piñas coladas.

—No las preparó mi amigo, él se fue de vacaciones, pero aún así es un buen bar. Te llevaré en algún momento, claro si es que quieres —me puse algo nervioso y di un sorbo a mi bebida, por un momento noté que esta se tornaba brillosa, me tallé los ojos creyendo que estaba alucinando.

—Bien, comencemos por una canción suave, ¿qué tal si tocas Let it be?

—¿Es en serio? Creí que te gustaría Eleanor Rigby , pero en fin, te daré el gusto de elegir.

Afiné mi guitarra y toqué la melodía, Eleanor comenzó a cantar, su dulce voz inundaba mis oídos y hacia que mi corazón palpitara a una velocidad más rápida.

—¿Y bien? —preguntó al termino de la canción.

—Nada mal —solté un suspiro y al levantar mi vaso, este escurrió un poco, cayendo en la arena y haciéndola brillar, creo que ese chico se había pasado con el ron porque de verdad estaba alucinando.

Sería mi culpa si la pobre de Eleanor resultaba drogada o ebria, aunque no sabía con exactitud si era mi imaginación, volteé a verla, ella miraba muy sorprendida la playa, a lo cual yo también giré mi mirada.

Y no me había dado cuenta, el mar tenía bioluminescencia, todo estaba brilloso.

—No puedo creerlo —exclamó sorprendida—. Es asombroso. ¿Lo habías visto antes?

—No —respondí dando sorbos a mi bebida—. Es la primera vez.

Nos acercamos y nuestros pies fueron bañados por una ola.

Volvimos a nuestros asuntos, pero ambos no parabamos de sentirnos incómodos ante la bioluminescencia y no nos explicabamos qué era lo que estaba pasando. ¿Acaso debíamos correr lejos del mar?

—Creo que ya es algo tarde —mencionó Eleanor—. Deberíamos irnos a casa. Además me duele un poco el estómago.

—A mí también me duele —mencioné impresionado—. Te llevo a tu casa, voy por un poco de agua para apagar la fogata.

Agarré una jícara con la cual sostuve agua de la playa y poco a poco la vacié sobre la fogata hasta que estaba totalmente apagada.

El dolor de estómago no paró en todo el camino, creo que lo mejor era tomarme una pastilla en cuanto llegara a casa o ir a urgencias en ese mismo instante, creo que la piña había caído algo pesada y tal vez por eso ambos nos la pasamos alucinando viendo un mar brillante y cosas inexplicables, definitivamente nunca olvidaría esa cita, sería la peor, pero también sería la mejor.

Dejé a Eleanor en su casa, después me fui a la mía, llegué procurando no hacer ruido, en la cocina había un pequeño botiquín con medicinas, busqué un omeprazol y lo tomé, finalmente fui a la cama y me quedé dormido.

¿Qué Haces En Mi Cuerpo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora