Eleanor
Sentí una resaca, probablemente esa piña colada tenía demasiado ron, abrí lentamente mis ojos y pude notar que no estaba en casa, la cama era diferente, miré a mi alrededor en donde se encontraba una guitarra, un calendario colgado en la pared y ropa de hombre tirada por todos lados.
Me agité pensando en que, probablemente había dormido con Jonathan y no lo recordaba, pero al levantar la cobija, pude notar que estaba ropa interior, no tenía brasier, comencé a tocarme, incluso metí la mano entre la ropa y solté un grito muy fuerte al darme cuenta de lo que había dentro. Asustada, me levanté de un salto, abrí la puerta de la habitación y me encontré a Tomás frente a mí.
—¿Qué te ocurre? —preguntó angustiado.
Lo ignoré, me dirigí al baño, me vi en el espejo y solté otro grito ahogado, no podía creer lo que había pasado, me encontraba atorada en el cuerpo de Jonathan.
Me vestí con una camiseta, pantalón de mezclilla y tennis negros, salí corriendo a mi casa, no le di ninguna explicación a Tomás, si le decía lo que estaba ocurriendo, me tomaría por loca o mejor dicho, por loco.
Jonathan
Abrí mis ojos lentamente, me molestaba la luz del sol y mi cabello rojo se iluminaba por los destellos de... Espera... ¿Qué estoy diciendo? Me levanté y me miré al espejo, lucía unos lindos pechos, me giré para ver mi trasero, después vi una mesa en la había muchos labiales, sombras y brochas de maquillaje.
No entendía por qué me había convertido en Eleanor, pero no puedo negar que era realmente guapa.
Tocaron la puerta, a lo cual me acerqué a abrir, me encontré conmigo mismo, bueno en este caso, no era yo, sino mi cuerpo, y Eleanor dentro de él.
—Tú... ¿Qué me hiciste anoche? —preguntó con furia—. ¿Qué haces en mi cuerpo? ¡Devuelvemelo!
—Calma, yo no sé qué pasó anoche, pero te juro que esto no era parte de mi plan. Tal vez debamos ir al hospital.
—¿Al hospital? —preguntó enojada y luego cambio su tono a uno sarcástico—. Oh, claro. Vamos al hospital, seguramente estaremos en la sala de espera y en cuanto digamos lo que nos pasó, nos enviaran a un psiquiátrico.
—Eleanor, no servirá de nada que te enojes, tenemos que encontrar una solución, mientras tanto debemos guardar el secreto, nadie debe saber que cambiamos de cuerpo.
Estábamos discutiendo, pero guardamos silencio al oír unos pasos en las escaleras, una mujer mayor, quien vestía un camisón, pantuflas y con los pelos blancos despeinados se acercó a nosotros. Grité del susto al tenerla cerca.
—¿Qué te pasa, Eleanor? —me preguntó la mujer.
—Deberías dejar de asustarte y mejor preséntame con tu... ABUELA —me indicó Eleanor molesta y cruzada de brazos.
—Sí, sí. Ah, te presento a mi abuelita, abuelita ella es... Digo, él es... mi amigo Jonathan —les indiqué. La mujer se puso furiosa en cuanto volteó a saludar.
—Al fin te conozco, Jonathan. Espero tengas más respeto a mi nieta —le advirtió, y me señaló a mí—. Ella es una chica muy dulce y no merece tus comentarios machistas.
—Claro, abuelita —le respondió Eleanor, a lo cual se cubrió inmediatamente la boca al darse cuenta de su error.
—¿Abuelita? ¡Ey, más respeto, jovencito! Doña Fátima para ti —explicó.
Estaba muy incómodo en esa situación, sería yo quien llamaría "abuelita" a esta señora que más bien era Doña Pelos. Lo peor es que daba miedo o no sé si era porque se acababa de despertar a lo que se debía su mal humor.
Fui camino a la escuela a lado de Eleanor, ella me pasó su horario de clases y yo le pasé el mío y con la mayor vergüenza del mundo tuve que darle la contraseña de mi teléfono y ella me dio la suya, pensábamos en llevar cada quien su celular, pero no funcionaría puesto que algún conocido podría darse cuenta que no llevábamos el que supuestamente nos correspondía. Quedamos de vernos en la cafetería durante nuestro descanso.
Eleanor
Llegué a la cafetería, pero Jonathan aún no estaba ahí, me senté y en menos de un minuto, Tomás llegó corriendo sentándose frente a mí.
—¡Aquí estás! —reclamó—. No entiendo qué te sucede, Jonathan. En la mañana, saliste corriendo como mariquita, no le diste de comer al gato, olvidaste cerrar la puerta con seguro y ni siquiera contestas el teléfono.
—Lo lamento, tenía apagado el celular y olvidé darle de comer al gato —respondí asustada.
—A ver, Jonathan. Ayer tuviste una cita con la chica de tus sueños y hoy actúas raro —me miró con una sonrisa picarona—. Creo que ya sé qué pasó, te la llevaste a la cama...
Me sentí incomoda, en ningún momento había tenido intimidad con Jonathan, o al menos yo no recuerdo haberla tenido, aunque si fue así seguramente nuestra manera de regresar a la realidad sería... ¡Ay no! Tiene que ser una broma.
Jonathan llegó a los pocos minutos y se unió a la plática.
—Hola, chicos —Jonathan se sentó a un lado de mí y me saludo con un beso en la mejilla. En cambio a Tomás lo saludó con una palmada y puño en la mano, lo que hizo que él frunciera el ceño confundido.
—¡Qué día tan raro! —exclamó Tomás—. Debo irme, hablamos luego...
Jonathan y yo nos encogimos de hombros cuando lo vimos marcharse, teníamos problemas más importantes por arreglar en ese instante y no íbamos a preocuparnos por explicarle a los demás lo que estábamos pasando.
—Eleanor, no quiero espantarte, linda, pero hay algo en ti terrible.
—¿Qué hiciste? —pregunté asustada.
—No he hecho nada malo —contestó alzando los btazos—. Más bien, te está pasando algo raro, hay sangre en...
Abrí los ojos asustada, traté de analizar a qué se refería hasta que me di cuenta que no era nada grave y solo me reí.
—Jonathan, lamentablemente eso ocurre conmigo y con muchas mujeres cada mes —me acerqué a abrir la mochila y saqué una toalla sanitaria— Solo ve al baño y pon esto en la ropa interior, y tomate una pastilla porque viene acompañado de dolores terribles.
—De acuerdo.
Nos fuimos de la cafetería y le di instrucciones a Jonathan de cómo se usaba una toalla sanitaria, fue una plática muy incómoda y desearía no haberla tenido, pero lamentablemente no tenía otra opción, creí que lo peor ya había pasado y que al otro día volveríamos a la normalidad, pero las cosas no sucedieron así.
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¿Qué Haces En Mi Cuerpo?
HumorEra el año de 1980 en la ciudad de Acapulco, Guerrero, donde el machismo aún predomina. Eleanor Ruiz se preparaba para salir de la universidad, pero nunca creyó que una noche de canto lo cambiaría todo y terminaría demostrando que a veces los chicos...